Vení que yo te explico

En esta oportunidad quería compartirles unas breves consideraciones sobre términos relacionados con las dificultades (la menos dificultosa quizás, pero bastante molesta) con las que tenemos que lidiar las mujeres.

Hoy abordaremos dos conceptos muy irritantes: “techo de cristal” y “macho-explicación” (mansplaining). Ambos conceptos se fundirán en una anécdota al final de este artículo.

El techo de cristal es el límite que tenemos las mujeres para ascender en nuestros puestos de trabajo, lo cual implica cobrar menos por realizar la misma tarea, obtener trabajos precarios e informales, perder jornadas de trabajo por ser quienes nos encargamos de las tareas de cuidado de distintos integrantes de la familia, quedar demoradas en la carrera por un embarazo (si es que logramos conseguir el puesto luego de responder a la pregunta “si tenemos pensado embarazarnos”), dejar pasar un ascenso por negarnos a que nos sometan sexualmente para obtenerlo, y así la lista seguiría hasta aburrirles los ojos.

La machoexplicación, es un fenómeno muy extraño que implica que un hombre interrumpa a una mujer para explicarle algo. Hasta ahí sólo sería una explicación, lo que la convierte en una “machoexplicación” es que en esa charla no sólo se desacredita a la mujer, sino que se le explica algo que la mujer ya sabía y con un tono condescendiente, burlón más bien. ¿Cómo sabemos que la experta es la mujer? Pues porque estaba hablando cuando el macho la interrumpió….

¿Cuándo se rompe el techo de cristal? Cuando algún troglodita lo rompe. Estos platos se sirven sobre un fino colchón de hierbas patriarcales. ¿Cuál sería el motivo para que un macho rompa ese techo sobre el que está tan seguro disfrutando de su superioridad mientras asfixia a una mujer atrapada ahí abajo sin poder ascender? Pues nada más que su propia torpeza, porque después de todo no era tan valioso como para llegar a esa cima, tan solo partió desde mucho más arriba, sólo por ser hombre.

Vamos a un ejemplo para que no sea tan teórico el desarrollo de este artículo. Frente a una contienda electoral legislativa, se arman las listas muy democráticamente: los primeros lugares puestos a dedo (no por mérito, no por currículum, no por conocimientos) por rosca política, pero además por el patriarcado. Así es que llegamos a ese legislador que rompió el techo de cristal cometiendo actos con contenido sexual durante una sesión virtual en la cámara de diputados. Ya ni nos acordamos de nombre del tipo, ni importa tampoco (¿o sí?) por lo cual pasaré a recordarles muy fugazmente que se trataba de un señor que entró como suplente de otro, y que cuando protagonizó el mencionado suceso, no tuvo otra opción que renunciar a su banca para que pueda tener continuidad la línea “sucesoria”: una señora con mejores antecedentes que el troglodita que juró por los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos, por su hermanito Carlitos y toda la niñez muerta por desnutrición, por las mujeres y disidencias, por los campesinos criollos e indígenas, y por la madre tierra. Hasta aquí un ejemplo de ruptura de techo de cristal que bien podría traducirse de la siguiente manera: este cristal se rompe cuando un macho de pie sobre la cima, comienza a operar sobre él con un martillo neumático, no lo rompemos nosotras. Este evento tuvo rápidamente una resolución “digna” cuando el presidente de la Cámara interrumpió la sesión para suspender al susodicho, quien escándalo mediante tuvo que “dar un paso al costado”. Aquí creo que hay que reconocer nuestra militancia, hace unos años no sé si este evento hubiera generado tamaña reacción. El mérito es haber puesto estos temas en agenda.

Vamos ahora a tomar este mismo hecho para ejemplificar la machoexplicación. Por aquellos días comencé a recibir los famosos memes en torno a este hecho, lógicamente en un grupo laboral habitado en su mayoría por hombres. Dejé pasar el primero porque no tenía ganas de dar esa discusión pero cuando llegó el quinto o sexto me di cuenta que esto no iba a terminar hasta que alguien “pegue dos gritos”. Y allí me lancé a la tarea tan grata de “atender giles”. Empecé por la clásica pregunta “¿En serio les parece gracioso?”. Y se abrió la caja de Pandora en ese mismo instante. Arrancan con la clásica, diciendo que es un chiste, que yo soy exagerada (similares a las consideraciones que hacen cuando te tocan el culo en un transporte público). No les voy a aburrir con las interacciones del chat pero imagínense una “charla” por whatsapp en un grupo de unas quince personas (trece varones y dos mujeres) lo cual implica un desfile de “consideraciones” por parte de estos muchachos a los cuales les iba respondiendo en la más absoluta soledad. Que no había que dañar al movimiento (los muchachos peronistas), que no era para tanto, que había que dejarlo pasar sin siquiera mencionarlo, que no era un hecho significativo, que el tipo en cuestión era un boludo (vaya novedad). Así estuve respondiendo con la velocidad que mis dedos me lo permitían a cada uno, hasta que logré tocar alguna fibra intima de uno que tiró “Bueno pero estos temas pueden esperar, no es momento de plantearlo”. A ese, le contesté que no podíamos esperar más, que siempre “nos mandaban a esperar” y ahí afloró la machoexplicación “A mí no me tenés que explicar lo que es ser mujer porque yo acompaño los reclamos de las mujeres, voy a las marchas, les consigo bolsones de alimentos, recorro las villas donde están las más necesitadas, yo sé cuál es la realidad de las mujeres y las acompaño más de lo que debes acompañarlas vos desde tu casa con la panza llena”. Cabe destacar que yo no le estaba explicando nada, sólo le estaba avisando que se vayan resignando porque ya no estábamos dispuestas a esperar. Resulta que un tipo me está “explicando” a mí lo que es ser mujer. En todo caso me estás “explicando” lo que es ese pobre amigo, explicación por cierto que nadie te pidió. Ridículo ¿no? Pues así funciona hace siglos.

En esa misma línea podríamos enmarcar la brillante jugada de Vilma Ibarra cuando, cansada de esperar, tiró el titular “Ya tenemos el proyecto de interrupción voluntaria de embarazo y el presidente lo va a enviar al Congreso la semana que viene”. Y lo abrochó en ese mismo acto. Es un secreto a voces que un señorito “zapatitos blancos” muy aferrado a su rosario lo estaba frenando y nuestro querido presi estaba “intentando” consensuar con el tipito para encontrar el momento justo, o sea NUNCA.

Dicen por ahí que Albertito la mandó a Vilma al rincón de pensar como en el jardín de infantes. Desde ese día ahí está Vilma en un rincón disfrutando de nuestro logro. Irreverente, desobediente, estratega, llámenla como quieran, cuestión que el proyecto se vota en la cámara baja el 10 de diciembre y si todo sigue así este año pandémico se teñirá de verde y finalmente “Sera ley”.

¿Entendieron? ¿O se los explico?

Soledad Verónica Abella
soledad@huellas-suburbanas.info