
06 Jun UN TRY AL OLVIDO, Y SIEMPRE CONSTRUYENDO FUTURO
En 2013 Carola Ochoa fue invitada por Fernando Sandoval, presidente de H.I.J.O.S. Puerto Madryn a participar del encuentro plenario de los organizadores de “La Carrera de Miguel” (Prueba atlética en homenaje al atleta y poeta Miguel Sánchez, desaparecido en 1978). Siempre quiso sacar a los chicos de las calles con el deporte que ella ama. Su idea original era ver la posibilidad de realizar esa carrera en Villa Hipódromo, lugar en que los chicos sanjuaninos practican atletismo.
En uno de los eventos del plenario se entera, gracias a un participante platense, de lo ocurrido con deportistas de esa ciudad durante la dictadura. La Plata Rugby Club tiene más de 20 jugadores desaparecidos. Historias de compromiso, deporte y militancia que se entrecruzan. Esto llama poderosamente la atención de Carola, y como ella misma lo define, de esa atención a la obsesión hay un breve trecho, creyó que sería posible homenajear a esos desaparecidos.
Se preguntó si lo ocurrido con los rugbiers de La Plata R.C. se hubiera replicado en otros clubes, tanto de Buenos Aires como del interior del país. Comenzó así la odisea de recorrer el país para investigar el tema. De ese modo, pudo visitar clubes, recabar datos y conversar con familias de quienes no estaban.
Poco más de siete años tardó en reunir los testimonios y las fotos para contar la historia de 164 jugadores desaparecidos. Historias de vida que sacan a la superficie el gran compromiso social de estos rugbiers, con la situación política económica, y de cómo cuidaron en mencionar sobre su militancia para que ningún compañero cayera con ellos.
No todo fue tan sencillo como parecen contar estas líneas. Hubo situaciones que le causaban asombro, cuando entrevistaba a algunos veteranos de los clubes. La respuesta que le daban sobre algún compañero, era que no sabían que había sido desaparecido, pero luego de decirle que no lo vieron más por muchos años.
Resultó difícil conseguir una editorial que publicara su libro. Argumentaban que no tenía ningún tipo de estudio y no creían en su investigación. Cuando estableció contacto con la editorial Grupo Editorial Sur llegó la pandemia y en el medio, la editorial sufrió un incendio en su imprenta. Este 2022, en La Feria del Libro, vio la luz “Los desaparecidos en el Rugby”, su primer libro. Pero este hecho es solo una escala intermedia en su obra, no su punto final. Los desaparecidos en el rugby son mucho más, y ella se propuso encontrar las fotos de los jugadores, obtener testimonios de sus compañeros y continuar avanzando.
El 5 de mayo, como parte de sus convicciones de pensar en el otro, cedió su porcentaje por la venta del libro al club Beromama. Acompañada por Ricardo Solari, ex Los Sauces Rugby Club y amigo de uno de los 164, y junto a Gonzalo Salatino, presidente del club, firmó la sesión a perpetuidad de esos derechos.
Beromama es un club originario del barrio de Liniers, en C.A.B.A. Es una asociación deportiva dedicada fundamentalmente a la práctica de rugby, afiliada a la URBA. Actualmente su sede se encuentra en el Barrio Los Ceibos, González Catán, partido de La Matanza.
El origen de este club de barrio, según narra el libro “La Majareta (o “los 107 locos”)” de Carlos María Caron (Editorial Galerna – Buenos Aires, 1981) tiene algunas características peculiares: “Ese día había caído la barra a un partido de rugby en la cancha de Pacífico por pura casualidad. Al final del partido se robaron la rara pelota ovalada… Trajeron la pelota a Liniers. Inmediatamente, en sus manos y en su barrio cobró un sentido distinto al que puede tener en cualquier otro lugar. Para usarla inventaron un deporte nuevo, con las leyes del football y la pelota de “rubi”. Era de lo más entretenido. La pelota picaba delante del arquero, se le escabullía, picaba dentro de la casa de enfrente, amagaba entrar al otro arco por la izquierda, y metía por sí mismo un gol por la derecha (…). Hubiera sido un deporte muy interesante si no fuera porque en medio de una práctica pasó por el lugar la figura extranjera de Willimoës (…) el inglés nos convenció que con la pelota de rugby se corría menos riesgo jugando al rugby (…) Se ofreció para enseñarles, y ellos aceptaron. Jugar al rugby, en 1939, los muchachos de Liniers (…) El rugby era entonces para muchachos de buena posición, y ellos eran pobres. Más bien para los ingleses. De gente seria, y ellos eran unos reos… Con el inglés aprendieron los rudimentos (…) La aventura de Willimöes (…) se vio pronto frente a la sorpresa de que los improvisados rugbiers llevaban el colmo de su humor al punto de mostrarse como genios del deporte”.
En un momento dado, la barra de la esquina de Palmar y El Rastreador decidió identificarse con un nombre. Una barra sin nombre, no tenía personalidad. La idea partió de Malambo… ¿Y si elegimos la primera sílaba de los nombres de algunos? – Dijo -, y con un trozo de cal caído de un cielorraso, comenzaron a escribirlas en la pared.
“Se formó un club, con el inglés como presidente. Se reunieron Beto, Roberto, Mango, Marcelo, Caro, Cucho y todos los demás para ponerle nombre al club (…) Beto fue Be, Roberto fue Ro, Mango fue Ma, Marcelo fue Ma, Caro Ca, Cucho Cu, y así todos los demás. Y así el inglés William Willimoës pasó a ser entonces el presidente del Club: Beromamacacumaospobichucaco”.
«El primo de Pepe, Pepe, Jorge y un misterioso Pi, reclamaron más tarde su derecho (…) el nombre verdadero fue: “Beromamacacumaospobichucacopripejopi”. “Pero el inglés tuvo que poner la cara solamente en la Unión para anotar a Beromamacacumaospobichucaco, a quienes el resto de los clubes de rugby sólo pudieron conocer por Beromama.” Veinticinco años después, el 19 de septiembre de 1964, en una cena de camaradería de Beromama con los de San Martin (ex Pacífico) aquella pelota fue restituida a sus legítimos dueños.
Desde el club promueven: No se vos, pero yo ¡QUIERO RUGBY EN LAS ESCUELAS! Porque se promueve la solidaridad, el espíritu de grupo, el trabajo en equipo y “los golpes recibidos en la cancha nos van demostrando de a poco que el individualismo no sirve, no nos ayuda”.
Es un deporte de equipo, de amigos, el grupo es lo importante, las ansias individuales pasan a segundo plano, transmite valores de gran importancia social.
El rugby es un simulacro de lucha que impone a sus practicantes la honestidad y el acatamiento de las reglas, el trabajo en equipo y la solidaridad, el esfuerzo y la perseverancia para superar las adversidades y nuestras propias limitaciones, la lealtad y el respeto al adversario, que son iguales a nosotros, amigos que visten otra camiseta para posibilitar el juego y la diversión, y a aceptar las decisiones de los árbitros que desde dentro y fuera de la cancha se esfuerzan colaborando para que el partido sea leal y divertido.