Tejido financiero que asfixia el derecho a la salud

Si hay una fecha que hace historia en el campo de la Salud Internacional, es el 7 de Abril de 1948. Ese día se funda una Organización, que tendrá como objetivo, alcanzar para todos los pueblos el máximo grado de salud, definida en su Constitución como “un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente como la ausencia de afecciones o enfermedades.” Esta Organización, dependiente de Naciones Unidas, se la denominó Organización Mundial de la Salud, y sería quien a partir de ese entonces marcaría la agenda de prioridades e inversiones en salud a nivel mundial.

La forma de su accionar, estaba lo suficientemente clara. Por medio de  Asambleas Generales donde participaban los Estados que forman parte “un miembro, un voto” se iba decidiendo donde se destinan las cuotas obligatorias que paga cada Estado. De esa manera se  gestionaban políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial. Desde el inicio, los 194 estados que se vinculan a la OMS aportan una cuota fija -que se calculaba en base al nivel de riqueza y su población.

Pero el mundo cambió y la salud, no pudo mantenerse aislada de esos cambios. Un muro que cae, globalización, fortunas financieras que se concentran, grupos económicos que tienen más poder que los propios Estados y una serie de acontecimientos que nos traen al día de hoy.

En ese  proceso, hubo países que desfinanciaron a la OMS. Para que esta organización pudiese subsistir, se fueron recibiendo cada vez mayores donaciones, al punto tal, que actualmente sólo el 25% de los ingresos se deben a los aportes de los Estados. Las otras tres cuartas partes la complementan las llamadas aportes voluntarios.

Tal es la magnitud de estas operaciones que se ha acuñado un nuevo término: “FILANTROCAPITALISMO” Ese es el nombre de un libro, cuyo autor, Matthew Bishop (Philantrrocapitalism: How the Rich Can Save the World, Bloomsbury Press, 2008), donde se deja de manifiesto que ya no existen los donantes tradicionales, sino que son “inversores sociales”.

Cada grupo que hace su “inversión social” tiene el derecho, de decidir para qué fin van destinados esos fondos. De esta forma se van modificando las prioridades de la Salud Pública, las que se van asociando al negocio de las patentes en el que están involucrados los laboratorios medicinales.

Es clara la información que nos brinda el Bufete Almodovar& Jara, en cuyos documentos podemos acceder a datos tales como que la Fundación Bill y Melinda Gates fue la que más aportó en el año 2015: 185 millones de dólares; 95 veces más que España. A punto tal que cuenta con voz y voto en la OMS, como si fuese uno de los Estados que la compone

Semejante fortuna no es donada simplemente por ser grandes benefactores de la humanidad; los propósitos verdaderos quedan claros a la luz de estos informes.

Germán Velásquez, un colombiano que por más de 20 años estuvo a cargo del Secretariado para la Salud Pública, la Innovación y la Propiedad Intelectual, una de las áreas más importantes de la OMS, comparte su preocupación advirtiendo que el 90% del Programa de Medicamentos  está financiado por la mencionada Fundación, aclarando que  ya no se trabaja nada sobre el programa de “uso racional de los medicamentos”.

Cabe destacar, a modo de ejemplo, que en nuestro país, la Industria Farmacéutica se lleva el 3% del PBI, dato que siempre nos comenta el profesor José Carlos Escudero, quien remata diciendo que en la formación de toda la Universidad Pública, incluido la investigación que ella lleva a cabo, se invierte el 1% del PBI. Es decir que con un Uso Racional de Medicamentos, podríamos disminuir, por ejemplo en un tercio el consumo de fármacos, duplicaríamos la formación universitaria del país, sin costo alguno.

Cuando nos enteramos de esta serie de datos, no podemos dejar de hacer la conexión con el tema del medicamento que cura la hepatitis C, el Sofosbuvir, donde el laboratorio en que fue casualmente descubierto, fue comprado por un fondo de inversión, que no destinaba dinero a la investigación, sino que lo hacía a la compra de patentes. En este caso, más que la patente, compró al laboratorio por 11.200 millones de dólares. Dentro del staff administrativo de dicho fondo, podemos encontrar apellidos conocidos como el del traficante de armas Donald Rumsfeld, ex secretario de Estado de EE UU y de Paul Singer, dueño del fondo buitre MNL.

Cifras, nombres, datos que están influyendo en el campo de la salud, corriéndola de su espacio de derecho y transformándola en un eficiente y rentable negocio.

Es preocupante que en el último encuentro de Davos, Mauricio Macri y Bill Gates hayan hablado sobre Salud Pública global y como mejorar las condiciones sanitarias en países en vía de desarrollo. Eso se traduce en seguros de salud, lo que significa que los ministerios cedan los presupuestos a fondos privados, que ellos se encargarán de brindar los servicios de salud, con la “humanidad” que los caracteriza….

Y aquí llegamos a la mentada Cobertura Universal de Salud. Un proyecto propuesto por este Gobierno nacional, que se pretende financiar a través de fondos aseguradores. Otra forma de obtener dinero fácil, desfinanciando a los Estados y fortaleciendo a los ya fuertes grupos de inversiones.

Juan Canella
juancanella@huellas-suburbanas.info