
05 Oct Patria industrial o colonia primarizada
Por: Rodolfo Pablo Treber
En plena crisis económica de posguerra, allá por 1946, el gobierno de Juan Domingo Perón proyectaba un plan de reconversión de la matriz productiva con el objetivo de no depender de factores exógenos que generen dependencia a la economía nacional. El mismo, consistía principalmente en: Desendeudamiento – Crecimiento, cuantitativo y cualitativo, de las exportaciones – Adquisición de grandes bienes de capital con la finalidad de sustituir importaciones – Planificación de grandes obras de infraestructura y logística –Protección y desarrollo de un fuerte mercado interno.
Lejos de creer en la posibilidad de que ese proyecto se ejecute a partir de inversiones privadas, extranjeras, o acuerdos multilaterales, el gobierno peronista planificó la economía utilizando al Estado como medio promotor desde los sectores estratégicos. Como pilares fundamentales, en ese sentido, se nacionalizan el Banco Central y el comercio exterior, con el objetivo de administrar los recursos financieros y tomar el control de la compra venta internacional. Además, se crean empresas del Estado en aquellas, indispensables, áreas industriales aun no desarrolladas: – En 1948 se crea el Astillero Río Santiago para dar inicio a la industria naval en gran escala. – El 30 de noviembre de 1951, en Córdoba, se crea la Fábrica de Motores y Automotores y el 28 de marzo de 1952, Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado (IAME), con la función de desarrollar las industrias aeronáutica y automotriz. – Implementación del plan siderúrgico nacional. Constitución de la empresa SOMISA con la finalidad de producir acero en el país. – Desde Fabricaciones Militares se impulsó la industria química pesada, creando las plantas químicas de Río Tercero, José de la Quintana y Tucumán. – Creación de la Empresa Gas del Estado. – Creación de CNEA en 1950 (Comisión Nacional de Energía Atómica).
Este, tan ambicioso como exitoso plan, requirió una fuerte voluntad política y tuvo lugar en un contexto determinado que agilizó sus resultados, de tal modo que, pasados seis años, en el plano financiero alcanzó posición internacional acreedora y,en el plano social, la plena ocupación de su población económicamente activa.
En aquel tiempo de reordenamiento geopolítico, la principal característica era la caída generalizada del intercambio comercial de manufacturas en paralelo con una creciente demanda de alimentos y energía. Esta situación, fue consecuencia de que la mayoría de las naciones se volcaron al proteccionismo económico a fin de reconstruir sus industrias.
Más allá de las grandes diferencias en las causas, sin lugar a dudas, el contexto económico mencionado es similar al que dejará el paso de la pandemia del COVID 19.
El modelo argentino de producción, instalado a mediados del siglo XX, sentó bases sólidas y permaneció de pie durante tres décadas, con oscilaciones producto de múltiples intentos de destruirlo, hasta que finalmente en 1976, mediante la dictadura más sangrienta de nuestra historia, se implementó la economía de mercado capitalista en su reemplazo. Desde ese momento, Argentina ingresó al mercado global como exportador de materias primas y alimentos e importador de manufacturas industriales.
Tanto las grandes, medianas, como pequeñas empresas nacionales, inmersas en la libre competencia, se vieron paulatinamente debilitadas hasta su mayoritaria desaparición. Al mismo tiempo, producto del enfoque netamente agro exportador, se inició un proceso de encarecimiento de los precios internos con el objetivo de aumentar los saldos exportables. El combo, decadencia industrial + incremento de precios, demolió el mercado interno argentino y, con él,a millones de puestos de trabajo formales.
Existe una relación directa entre la orientación económica agro exportadora y la caída del empleo. Algunos datos que reflejan, rigurosamente, esta realidad:
Queda claro, que el mero crecimiento de las exportaciones no conlleva necesariamente un desarrollo económico y social, por el contrario, durante los gobiernos que evitan cualquier tipo de protección al mercado interno, exportaciones y desocupación aumentan juntas a la par. Del mismo modo, que sin una presencia fuerte del Estado impulsando y promoviendo al sector privado, desde adentro de la actividad productiva, no se alcanzan niveles aceptables de empleo para la mayoría de la población.
Lejos de ser inocente, el modelo impuesto hace 44 años, encontró como grandes beneficiarios a unos pocos mientras que perjudicó a muchos. Por eso, la industrialización del país es antagónica al interés del capital multinacional y sus aliados internos.
Hoy, recorrido casi medio siglo de economía de mercado, donde solo fluctuaron los niveles de regulación impositiva y normativa, volvemos a encontrarnos con un contexto internacional propicio para retomar un proyecto de desarrollo que se oriente a la independencia económica. Luego de 75 años, la salida a esta crisis, nuevamente, radica en producir localmente lo que compramos afuera, proteger y acrecentar el mercado interno, y elevar el nivel técnico y cultural del Pueblo a partir de la recuperación del trabajo.
Al mismo tiempo, el gobierno junto a los principales referentes del sector exportador agrupados en el Consejo Agroindustrial Argentino (CAA), poder financiero y cámaras importadoras, se alinean en la presentación de proyectos donde se plantea el aumento de las exportaciones como única variante de solución posible.
La contraposición de intereses es evidente; la Argentina colonial se caracteriza por su economía primarizada, mientras que el proyecto nacional se identifica por su desarrollo industrial.