Oíd mortales: la retórica al gobierno, ellos al poder

“Cuando la marea los quiere tapar en el corazón de la noche,

pagan con promesas los nenes de oro…” Indio Solari, “Nuotatori Professionisti”.

Simulando la fuerza determinante de un fin, la campaña parece justificarlo todo. Doctores, notables, futres elementales y opinadores profesionales munidos de la impunidad que les da haber sido ungidos en formadores oficiales del llamado sentido común, se suceden unos a otros en los parlantes del sistema vaciando conceptos, negando identidades, apostando al marketing, las poses y así, mientras la tierra y sus hijos interpelan urgentes a una realidad que solamente les devuelve cachetazos, millones de argentinos asisten a una las campañas políticas más antipolíticas que se recuerden.

En medio de la necesidad sistemática de vender poses zen y ondas de amor y paz que genera el caos real en el que la economía oligárquica sumió a la mayor parte de la población, el vacío conceptual se expresa de modo más marcado en las diferentes expresiones del campo nacional. La adaptación supuestamente inteligente de los modos discursivos de la escuela Durán Barba por parte los candidatos de Unidad Ciudadana, por tomar un ejemplo, prescinde de definiciones programáticas concretas sobre políticas que fortalezcan la soberanía y la independencia necesarias para sostener en el tiempo avances en el plano de la justicia social. Todo es nostalgia, evocación retórica de un pasado al que se quiere volver sin explicar para qué, ni porqué se lo abandonó. Situación análoga se evidencia con mayor profundidad en el espacio Cumplir que encabeza Florencio Randazzo, no hay programa, se critica a ese mismo pasado del que también formó parte sin proponer nada a cambio. No hay salida más allá del asistencialismo. Usar el lenguaje del enemigo sin dotarlo del contenido teórico y práctico que exprese los propios intereses, cómo decía Martín Fierro, es jugar a la suerte con una taba culera.

En manos de los políticos profesionales, la palabra se prostituye funcional a la construcción de una realidad virtual que legitima el status de las élites y en épocas cómo esta dónde la presión imperialista sobre el capitalismo periférico y las estructuras semicoloniales es cada vez más sofocante, es interesante observar los señuelos dialécticos que utilizan los personeros de las corporaciones a la hora de trasvestir sus ansias de expoliación con el ropaje impoluto de la moral y las buenas costumbres.

Los sectores dominantes levantan las banderas de la lucha contra la pobreza, la pauperización y la soberanía justamente para hacer todo lo contrario. Banderas ajenas. Que, en todo caso, fueron abandonadas por el campo contrario pero de cuyo significado se sirven para ahuecarlo y usarlo cómo una herramienta a su favor.

El manual de estilo predominante en esta campaña, remite a aquella reflexión de Marx a Engels con respecto a los neo hegelianos (cito de memoria); “sólo combaten contra frases, a éstas frases por ellos combatidas sólo oponen otras frases y así, al combatir sólo las frases de este mundo, no combaten en el mundo real existente…”.

Afortunadamente en las bases el escenario es otro. Hay mar de fondo. La expulsión constante del sistema de miles de personas genera miles de chispas y energía que, organizada y formada de la mejor manera posible, pueden transformarse en el fuego que haga arder la llama desde abajo.

En los momentos álgidos frente al peligro o la decisión, aflora de manera unívoca la verdadera naturaleza del hombre. El temple y el valor o la inseguridad y el miedo escénico. La sapiencia y el raciocinio o la turbulencia y el atolondramiento. Las diferentes clases sociales cuando se ponen en juego los intereses que sustentan su existencia, se transforman en la encarnación de sus propias necesidades y dedican enteros su cuerpo y su verba, su talento y su ciencia en defensa propia. Y desnudan, unos y otros, no sólo sus preciados brillos, sino también sus bellas miserabilidades y sus prejuicios, sus taras intelectuales y su brutalidad  se manifiestan de modo exagerado.

Más allá de una elección, más allá de una campaña, no son épocas de complacencia ni comodidades. Atravesamos bosques espinosos pero mientras haya una identidad que reconquistar y defender y la creatividad necesaria para adaptarse al cambio constante de escenario, habrá lucha y si hay lucha, hoy, el futuro está asegurado.