“No estamos condenados al uso de los transgénicos ni a los plaguicidas”

Entrevista al Ing. Agr. Javier Souza Casadinho

Por: Edmundo Zanini y Daniel Chaves

Un viejo conocido de Huellas Suburbanas, con quien mantenemos una entrañable comunicación y camaradería desde hace muchos años, es el Ing. Agr. Javier Souza Casadinho, referente de la Red de Acción en Plaguicidas y sus Alternativas para América Latina (RAPAL), con quien conversamos en esta ocasión para que nos ofrezca una pizca de sus vastos conocimientos en temáticas tan esenciales para el desarrollo alimentario y cultural de toda la comunidad. En tal sentido, expuso opiniones respecto a la producción de alimentos saludables, el no uso de transgénicos, la agricultura familiar y cooperativa, el cuidado del agua y la búsqueda de organizarse socialmente en pos de una mayor autodeterminación en los temas antes mencionados.

Javier, en la emergencia socioeconómica vigente, algunos estamos preocupados con la situación de las familias populares más postergadas en barrios crecientemente abandonados por el propio accionar estatal. ¿Qué pueden hacer esas familias para obtener semillas aptas para sus huertas, en caso de recurrir a las prácticas de huertas familiares o comunitarias?

En estas circunstancias de muchas dificultades alimentarias, como ya supimos hablar muchas veces en esta revista, afloran conceptos tales como el de soberanía alimentaria. Soy un fanático de creer –y tengo los indicadores de mi propia huerta- que podemos alimentarnos de lo que producimos. En mi huerta, que no es grande, cosechamos este año 150 kilos de tomates y casi 200 kilos de zapallo. Lo pongo como ejemplo nomás, de todo lo que se puede hacer en una huerta familiar o comunitaria, en tanto herramientas para alcanzar cierta independencia alimentaria. Por ahí pasa una primera vía de solución, y al mismo tiempo de cierta emancipación respecto a la dependencia con las decisiones del Estado.

¿Cuándo creaste tu primera huerta?

Mi primera huerta fue en 1986, en una toma del camino de la Rivera, en una toma de tierras, frente al río, en Merlo. Y desde ahí nunca paré en esta tarea de creer que uno puede obtener, al menos, una parte de sus propios alimentos. La tierra y el acceso al agua son dos ejes fundamentales, sumado a la conservación de las semillas.

Y recientemente volviste de Misiones… ¿Algún trabajo de campo?

Así es, allá llevé mis semillas de auto-producción e intercambié casi 51 variedades de semillas de huertas aromáticas y medicinales. Hay lugares para intercambiar semillas, de hecho acá en Merlo lo realizamos. Creo en la autodeterminación, esto no nos vuelve independientes del todo pero hay búsquedas desde las comunidades, para autoabastecerse de semillas, entendidas éstas como patrimonio de la humanidad. En todo este marco, se da un intercambio de saberes, que también es fundamental.

¿No te parece extraño que, quizás por motivos similares o no tanto, los municipios –al menos muchos de ellos- olviden proteger en todos los sentidos a los habitantes de esos barrios con el desarrollo, por ejemplo, de un arbolado adecuado?

Me parece bueno pensar juntos todas estas cuestiones relacionadas, en definitiva, al autoabastecimiento de alimentos. También el adecuado arbolado contribuye a ello…

… y también mejorar los suelos degradados…?

También. Se trata todo del tema ambiental. Cómo repensamos juntos el arbolado urbano, que siempre va quedando algo relegado, o el mejoramiento de los suelos, que hacen a la calidad de vida de las personas. En los años 70´s y sobre todo en los 80´s los temas ambientales parecían postergados en función que había otras prioridades. Estos asuntos eran temas de una “élite de loquitos que se preocupan por las ballenas”. Cuando nosotros sabemos los alcances y la profundidad de los temas ambientales. En el Laudato SI, el Papa Francisco lo dice con claridad: La problemática es una sola, lo ambiental y lo social. La gente más humilde tiene los peores trabajos, vive en los peores lugares y come la peor comida, para hablar sin metáforas. Los recicladores de residuos viven en las peores condiciones, cerca de los basurales, los trabajadores mal remunerados trabajan con el plomo, metales pesados. La gente que vive cerca de los lugares contaminados también, pensemos en el Dock Sud o cerca de Vaca Muerta…

Instalar la temática ambiental, entonces, resulta fundamental.

Sin dudas. Hace a la salud de las personas tener ambientes y trabajos dignos. Aunque nos cueste, tenemos que luchar por instalar estas temáticas. Hay que generar trabajo pero en simultáneo con generar adecuadas condiciones, porque si no, estamos generando trabajo que, por el otro lado, enferma a las personas. Cuando se lotea un barrio popular es muy raro que se tenga en cuenta el ambiente, si se está cerca o no de lugares contaminados, y sobre todo, no se tiene en cuenta el arbolado, pensado como algo fundamental en nuestras vidas. Oxigena y torna más hermoso el lugar en el cual vivís.

Te llevamos un poquito a otro eje, Javier. ¿Qué opinás de esta semilla de trigo HB4, tolerante a la sequía, que viene desarrollándola el CONICET? En esa vieja dicotomía entre producción nacional o privada, pero en este caso, dicha dicotomía, ¿Tiene sentido, o tenemos que hablar más bien de producción sí o producción no?

Muchas veces he charlado acerca de estas dicotomías de las semillas transgénicas, pero les propongo dejar para otra conversación toda la complejidad de la HB4, porque es bastante profunda. En resumen, junto a otras organizaciones le decimos NO al trigo transgénico por muchas causas. El trigo es un cultivo antiquísimo, aparece incluso mencionado en la Biblia. Acá en la zona se cultiva en el arroyo Durazno, por la zona del actual Cascallares, y por allí aparecen los primeros cultivos de trigo en lo que hoy se llama Argentina, hacia el año 1780. El trigo en territorio argentino, por lo tanto, lleva casi 250 años de noble desarrollo, por lo cual tenemos variedades que se han acriollado y que lamentablemente se pueden contaminar con este trigo transgénico. Al igual que como sucede con la soja transgénica, promueve el uso de plaguicidas, va a extender el cultivo hacia zonas muy frágiles. El temor es que el trigo transgénico se extienda a demasiados lugares. ¿Para qué trigo transgénico cuando tenemos otros modos de producción? Desde una presentación judicial en la que participamos, se paró el trigo transgénico gracias a un amparo que se presentó en Mar del Plata. El ministerio Público de la provincia de Buenos Aires va a apelar esta decisión. Pero no estamos condenados ni a los transgénicos ni a los plaguicidas. Otro camino es totalmente posible.

¿Esta idea se replica en otras partes del mundo?

Fijate que en muchos países del mundo, en nuestra América por caso Ecuador, Perú… en Europa también en África, se elige producir sin transgénicos. Me parece bueno repensar eso. Lamentablemente Argentina es el tercer productor mundial de transgénicos y sin embargo tenemos problemas de hambre. O sea, que acá hay transgénicos y hambre. Las discusiones pasan por otros lados que no implican aceptar el uso de los mismos. Creamos en Dios, en la Naturaleza o en lo que sea, desde allí se recrearon las condiciones justamente para mantener, aún con hibridaciones y cambios, a cada especie para que sólo pueda reproducirse con miembros de su especie.

Parece estar claro que el trigo transgénico no es obra meramente de la ciencia, y punto. Es obra de la ciencia manejada en el marco de un programa capitalista, buscando profundizar ganancias en desmedro de lo que sea.

Podemos pensar la ciencia desde un lugar hegemónico, un modo de descubrir y validar muy excluyente y amparado por las grandes empresas. Yo me siento adentro de la ciencia, aunque nos intenten mantener excluidos. Los modos de producir y validar conocimientos están muy relacionados con las grandes empresas que proveen los fondos y determinan qué se investiga y qué no.

Caso contrario, no hay fondos…

Tal cual. Está todo pensado en función de las ganancias. Lo vemos con los transgénicos, los plaguicidas. Una de las últimas medidas del ex ministro, Julián Domínguez, que no sabemos si se va a aplicar o no, es la prohibición del re-uso de las semillas. Así, tenés que comprar siempre las semillas. Caso contrario, la actual Ley de Semillas, que rige desde épocas de Alejandro Lanusse, con todas las imperfecciones que uno podría marcarle, aún así, sigue siendo tan de avanzada que los productores podemos seguir guardando semillas, gracias a una ley de 50 años atrás. Ahora, esta disposición de Domínguez un día antes de renunciar a su cargo, implica que los productores tendremos que pagar semillas nuevas. El productor tiene que tener la posibilidad de guardar sus propias semillas, para seguir utilizándolas, intercambiar y mejorar.

¿Se hace, Javier, esto último, o no está en el espíritu de los productores?

Claro, los productores guardan sus propias semillas. Trigueros, maiceros, hortícolas, y en los espacios que pueden, las intercambian. Conozco productores desde ¼ de hectárea hasta más de 60 hectáreas, y en ambos casos guardan sus semillas. En la provincia de Misiones conozco productores de una cooperativa que están guardando sus semillas, las intercambian e incluso venden semillas autóctonas no híbridas, que son las que hay que comprar todos los años. Entonces muchos productores están volviendo a las variedades. Rinden bien y además las podés usar todos los años sin ninguna dificultad.

Los productores están descubriendo el valor intrínseco de las semillas, no solamente porque les cuesta cada vez más comprarlas, sino porque se dan cuentan que hay un valor acumulado cultural en ellas, intangible, que hace que tengamos semillas resistentes a las sequías o que tengan más valor nutritivo.

Es bueno para que, quienes vivimos en zonas urbanas y ya compramos los alimentos producidos, sepamos en mayor profundidad todo ese trabajo que hay detrás de cada plato de comida.

Sí, está bueno pensar para los consumidores urbanos, que tras cada plato de arroz, de polenta o de verduras, hay una familia o varias que produjeron, guardaron sus semillas, regaron, cuidaron, y que muchas de esas variedades que comemos llegan a la mesa en función de estos cuidados. Ustedes se acordarán del tomate platense, gustoso un poco deformado, con olor a tomate, con gusto a tomate, y con jugo de tomate. Hoy comemos un tomate insípido, no tiene jugo… los consumidores urbanos nos estamos perdiendo la oportunidad de comer mejor. El placer de comer determinados alimentos. Nos perdimos el zapallo plomo, ése que se cortaba con serrucho en las verdulerías, el tomate platense, las variedades de papa que llegamos a conocer… eran difíciles de pelar, la cáscara era más gruesa, pero de mucho más sabor, no eran agua como las que comemos hoy. Y con esto no quiero decir que todo tiempo pasado haya sido mejor. Pero en el tema de la comida hemos retrocedido mucho.

Para que el mañana sea mejor, nosotros lo tenemos que hacer mejor… pero si nos dejamos empujar por los intereses creados, no va a ser así…

Seguramente, hay que trabajar y seguir concientizando. Ese es nuestro compromiso.

Javier, tu búsqueda y tus esfuerzos desde hace muchos años están orientados a amalgamar y reunir a las personas para que adquieran mayores herramientas para autosustentarse, en forma independiente. ¿Ello tiene alguna relación con cierta ausencia de expectativas de las políticas que puedan llevarse adelante desde éste o cualquier otro gobierno, en estas temáticas?

Yo me defino por continuar en las búsquedas, desde una perspectiva de aportar a la socialización de los saberes y usos de los medios de producción. Yo creo mucho en la gente, en la posibilidad de organizarse y alcanzar su autodeterminación. Y camino con mis conocimientos en tales direcciones. Esto no implica que yo desconozca la necesidad de las políticas públicas, por ejemplo para el cuidado del agua, uso de la tierra y disponibilidad de créditos para productores… no descreo en absoluto de todo ello. Pero en una escala de niveles, creo más en la posibilidad de organizarnos, de tomar autodeterminaciones, se aprende mucho, de hecho, hablando con los productores en las ferias de semillas, y están muy decepcionados con las políticas públicas nacionales y provinciales, me lo comentaron ya varias veces. Algunos productores decían que le vendieron semillas al Estado hace ya un año, y aún no las cobraron.

En resumen, hago todos mis esfuerzos para que ganemos en autonomías desde las comunidades, aún trabajando junto a un gran espectro de organizaciones sociales y políticas, tal como lo realizo habitualmente. Mientras tanto, seguimos caminando por esta senda, y construyendo.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com