Ni Volvimos… Ni Mejores

“El Poder es Deber”

Víctor Hugo

“No somos ellos”. Te lo dicen algunas desde su honestidad conmovedora y con una inocencia que te da ganas de abrazarlas para protegerlas, para que no les pase nada. Al fin y al cabo, si vendiésemos astucia y con esos fondos compráramos asombro, probablemente el mundo fuese ese lugar mejor, más amable, más vivible que predican desde el poder… pero rara vez ejercen.

“Somos mejores”, pontifican otros mientras sacan pecho o levantan panza, no se sabe bien. Y lo ratifican desde un cinismo que te apabulla. Porque, en realidad, son Ellos infiltrados en Nosotros haciendo una tarea de quinta-columna residual que socaba los cimientos mismos de la fe y ni te digo de la esperanza.

“Volvimos mejores”, sintetizan los que nunca se fueron. Siempre durmieron en camas tibias, comieron en sus casas, se ducharon con agua caliente cada vez que se les antojó y, si se colgaron de la electricidad o del cable, fue de puro corruptitos porque ni la compañía de electricidad les retaceó un medidor (como sí se los ha negado y se los niega a cientos de miles que levantan con esfuerzo la casita en la suburbanía del conurbano) ni la empresa de cable les respondió que el servicio “no pasa por su zona”.

Y no digo que todas y todos sean culpables. Generalizar es un pecado, ya se. Pero en varios y varias hay un simulacro de mesura; una sobriedad impostada que apenas si disimula la intención de tranzar con Ellos, ser aceptados, bienvenidos, volverse tributarios de la hospitalidad del enemigo.

Son y entiéndase como metáfora, por favor como esos que, de pibes, jugaban al poliladron y pocos elegían estar del lado de los ladrones porque, en el fondo, subyacía en ellos ese espíritu botón que han acarreado hasta estos días en su percepción fascistoide de la vida y su permanente actitud de denuncia o de alcahuetería… como le parezca a quien lea. O como las niñas que, hace 60 años, cantaban “yo no soy buena moza, yo no soy buena moza, ni lo quiero ser” frente al espejo, pintándose, peinándose, probándose distintos vestidos, haciendo dietas y soñando con cirugías estéticas que les achicaran la nariz… porque a ninguna se le ocurría que en el futuro abusarían del botox y la silicona. A unos y otras quiero avisarles que ya se “echaron a perder”.

No. No somos ellos. ¿Y saben qué es lo peor de eso? Que Ellos lo saben. Y trabajan bah, es una manera de decir con ese imaginario como guardaespaldas para cometer sus tropelías, sus estafas y también sus más horrendos crímenes. Incluso cuentan con que a algunos de nosotros nos gustaría ser Ellos. Y que aspiramos íntimamente a llegar a serlo algún día. Por eso todo es guante de seda, zarabandas renacentistas mal danzadas y modales de diplomatura berreta en RRPP.

Es fácil decir lo que “No Somos” cuando, de alguna manera, “Somos”: en el confort, en la seguridad, en las garantías (siempre inciertas frente a Ellos), en las oportunidades. Es pueril (en el mejor de los casos, digo) creer que se puede negociar con Ellos; que existe alguna posibilidad de establecer pactos; que si la grieta no puede cerrarse tendamos puentes desde ambas márgenes.

Hay un mundo que sabe que no es Ellos. Y que sufre lo que Ellos provocan. No pienso dar cifras, ni indicadores, ni porcentajes porque una de las cuestiones que nos hace más Ellos que Nosotros es creer que se puede sintetizar en un número los ojos sin brillo de pibas y pibes cuyo único proyecto es matar el hambre de la mañana siguiente. No voy a caer en la jactancia de las conclusiones empíricas si no puedo mostrar con la crudeza que el caso requiere, el hacinamiento, el frío, el dolor en el cuerpo y en el alma, la ausencia de toda dignidad, la desesperación.

Sólo voy a decir que son muchos, muchísimos. Que no son Ellos… ni tampoco Nosotros. Es más: que están a borde de no Ser. Aunque se los haya documentado en un operativo con más tufo electoral que cívico. Aunque se los visite una vez cada dos años porque la estrategia de campaña así lo indica. Aunque se los nombre tangencialmente en los informes del Indec, la OMS, el Banco Mundial o las Naciones Unidas.

Esos sí que saben que no son “Ellos”. Y saben también que podrían “ser mejores” si alguien les diera la oportunidad. Incluso que lograrían hasta “volver” a ese lugar al que alguna vez llegaron, y no porque sea un paraíso pero asegura el techo, la comida y no necesitar andar de caño para sobrevivir.

Por eso cuando escucho que “no somos Ellos” dicho desde un lugar tan parecido al de Ellos (aunque moralmente seamos otra cosa) pienso que tal vez, acaso, algún día, a favor de los no son casi nada y sin embargo garpan todo, deberíamos intentar ser un poco más Ellos. Actuar con su misma violencia. Ejercer el poder con su brutalidad. Hacerles sentir en la víscera que más les duele que la cosa va de mudanza; que se dio vuelta la taba; que ahora cocinamos Nosotros. Y que vamos por Ellos utilizando los métodos de Ellos. Sólo que, una vez obtenido el botín, en lugar de fugarlo, lo vamos a repartir ente todos… salvo con Ellos.

Hay que preguntarle qué significa volver mejores a esa mayoría que nos puso en el poder pensando que le íbamos a andar cumpliendo algunos sueños. Volver mejores no como entendemos que debíamos volver sino como lo entienden los que nos eligieron a Nosotros y no a Ellos. Porque el Pueblo sabe perfectamente cómo serían Ellos si volviesen “mejores”. Y quieren que Nosotros seamos Eso.

Eso es lo que esperan los que todavía esperan… esos a los que algún día se les va a acabar la paciencia.

FUENTE: REVISTA MUGICA

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Carlos Caramello
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