
07 Abr Más peronismo
El que esto escribe adhiere a la teoría de una imposibilidad esencial de armonía entre los intereses del pueblo trabajador y esta oligarquía colonial, diversificada por la fuerza de su riqueza mal-habida y acumulada por generaciones.
Los que le dieron forma a este país injusto desde 1880 no están dispuestos a compartir nada. Añoran el momento que en pagaban con vales para la compra en sus tiendas de raya, viajaban a Europa con la vaca en el barco y un peón atendiéndola, amontonaban las familias inmigrantes en sus casas abandonadas del sur de la ciudad de Bs As, traían prostitutas polacas y le ponían “chinitas” al hijo para inaugurarlos en el sexo.
Desde 1916 con sus guardias blancas mata “rusos” y huelguistas, hasta el espionaje de caras, el fusilamiento de pibes y las táser del actual alcalde calvo porteño, pasando por golpes y masacres producidas por sus empleados de uniforme, no han hecho otra cosa que buscar ese país añorado de peones con cabeza baja y sueldos a voluntad.
Pero no fueron los bravos anarquistas, los sufridos comunistas o los más prolijos y esmerados socialistas quienes cambiaron ese mapa de desigualdad en el siglo XX. Fue la amalgama de una cultura popular y religiosa, tradiciones de lucha y proyectos inconclusos, pueblos emigrantes y organizaciones sindicales dispersas, magistralmente leídas por un coronel muy viajado, culto e inteligente hasta la astucia estratégica.
Y esas multitudes agradecidas pusieron el cuerpo para liberarlo y empezar a liberarse de un golpe de Estado, sostenido por más desorientación que destreza, una Corte Suprema sometida a la costumbre del poder por la fuerza, en medio de una guerra lejana pero que nos ponía en aprietos para definir bando.
Diez años gloriosos para personas más acostumbradas al abandono o la humillación que el reconocimiento social y político. Muchxs sabios y paisanxs de alpargata a la vez llegaron a comprender lo que significaba levantar la cabeza y mirar de frente al patrón, al dueño de la estancia… dividir la riqueza producida en partes iguales para los que la producían y quienes la ostentaban como blasón de superioridad.
Varias décadas después, mucho más cerca en nuestro tiempo, un flaco despeinado del sur y una mujer que supo ser Eva y Juan a la vez, nos devolvió ese orgullo de cantar hasta la música del himno y por otra década logramos vivir mejor. Si ella pudo, ¿Por qué no podremos de nuevo, con otrxs protagonistas quizás, pero con el mismo espíritu de igualdad y el consejo invaluable de su experiencia?
¿Acaso Ella ya no diseñó la brújula de los cambios necesarios, de hacia dónde debe apuntar la aguja? Ella nos señala, desde hace rato, que el problema es el de convivir con dos monedas, el crecimiento que se apropian cuatro vivos, de la necesidad de acuerdos nacionales que vayan más allá de un gobierno, de recuperar la soberanía y unirnos en bloques de países que se fortalecen mutuamente, en un mundo que cambia rápidamente y nos quiere dejar el papel de gran estancia, mina o reservorio de agua para disfrute de otros…
Hay enojos por lo que no se hizo con Alberto… pero, ¿Acaso esperan que los que hoy se pelean por la silla y la botonera del ajuste, de la reforma laboral o jubilatoria (más para pocos y menos para el pueblo) van a completar la tarea de un poco más de justicia e igualdad?
Un payaso gritón, sombra agrandada por mercenarios con carnet de periodistas y canales vendedores de detergentes, papel higiénico e injusticia empaquetada… ¿Esa es la solución? ¿Este esperpento es la alternativa joven?
Quienes leemos historia y no tragamos sin masticar las mentiras de los jueces, de los medios y sus profesionales, sabemos que es con más peronismo como volvemos a reparar y equilibrar esta balanza rota. Pero con más pueblo organizado atrás. Y esa, ESA precisamente es y será nuestra tarea.