Los plaguicidas altamente peligrosos: su efecto en la salud y Las estragas agroecológicas (parte 1)

La expansión de los monocultivos que se produce en todas las regiones agrarias del planeta determina, dada su insustentabilidad, una expansión en la utilización de plaguicidas, especialmente aquellos denominados altamente peligrosos (PAP por sus siglas en español). Se define como PAP a los plaguicidas que presentan niveles especialmente elevados de peligrosidad aguda o crónica para la salud o el ambiente, según los sistemas de clasificación internacionalmente aceptados, como el de la OMS o el Sistema Globalmente Armonizado de Clasificación y Etiquetado de Productos Químicos, o por estar incluidos en los acuerdos o convenios internacionales vinculantes pertinentes. Además, podrán considerarse y tratarse como altamente peligrosos los plaguicidas que puedan causar daños graves o irreversibles para la salud o el ambiente en las condiciones de uso en un país. Desde la Red Internacional de Acción en Plaguicidas (PAN) se proponen criterios adicionales para definir a los PAP entre ellos; cuando la toxicidad sea fatal o irremediable al ser inhalado, si es perturbador endócrino, si es bioacumulable, muy persistente en el agua, en el suelo o en los sedimentos, muy tóxico para los organismos acuáticos y para las abejas.

En una investigación donde comparamos las listas de Plaguicidas registrados y utilizados en la Argentina con la lista internacional de PAN internacional[1] hallamos que de los 433 principios activos registrados en la Argentina 126 de ellos, el 29%, se hallan incluidos en la lista de PAN. Si analizamos la lista de PAN de los 299 incluidos, 126 de ellos, el 42 %, se comercializan en la Argentina. De estos 126 productos tres de ellos poseen uso industrial; Borato de cobre cromatado, arseniato de cobre cromatado y el aceite de la cresota. Los otros 123 se utilizan en actividades agrarias intensivas y, extensivas, como domisanitarios, línea jardín y en campañas sanitarias.  Estos productos se expenden bajo diferentes nombres comerciales en los cuales varía la concentración del producto activo, la forma de presentación y la empresa fabricante.

Según la OMS “El uso extendido de estos productos ha causado problemas de salud y muertes en muchas partes del mundo, por lo general como consecuencia de la exposición laboral y la intoxicación accidental o deliberada. Los datos disponibles son demasiado limitados para calcular los impactos de los plaguicidas en la salud mundial, aunque se ha calculado que el autoenvenenamiento (suicidio) por causa de la ingestión prevenible de un plaguicida asciende a 186 000 muertes y 4 420 000 años de vida ajustados por discapacidad (DALY) en 2002. La contaminación ambiental también puede llevar a la exposición humana debido al consumo de restos de plaguicidas en los alimentos y, posiblemente, en el agua potable. Si bien los países desarrollados cuentan con sistemas para registrar los plaguicidas y controlar su comercialización y uso, esto no siempre sucede en otros casos” (OMS, 2018: 1). [2]

Cabe destacar que las formulaciones de plaguicidas además del principio activo pueden incluir sustancias diluyentes como agua o solventes orgánicos, aditivos, coadyuvantes e impurezas.  La potencialidad toxicológica de estas sustancias puede ser de semejante o mayor toxicidad que el propio principio activo, aspecto que no se tiene en cuenta en las clasificaciones toxicológicas basadas en la toxicidad aguda del principio activo. Cerca de las dos terceras partes de los plaguicidas utilizados en la Argentina está constituido por herbicidas de diferente tipo y modo de acción. Se destaca que cerca del 50% de los PAP que se utilizan en la Argentina son insecticidas o acaricidas vinculados tanto con la necesidad de preservar la calidad comercial de los productos, especialmente hortalizas y frutales, como con la merma en la diversidad biológica cultivada y natural, aspecto que incide en la dinámica poblacional de los insectos.

La elevada utilización de herbicidas se vincula tanto con la expansión de la frontera agrícola como con la internalización de una visión, que va más allá de los productores agrarios, de que hay que eliminar a todo vegetal que no pertenezca a las especies cultivadas, de allí la difusión en parques y jardines. Las estrategias de utilización han generado resistencias a las formulaciones más empleadas, por ejemplo, el glifosato, que está siendo reemplazado, según los cultivos, por los herbicidas 2, 4 D y el paraquat.

Respecto a la toxicidad crónica , aquella que aparece tiempo después de la exposición, se hallan autorizados 32 plaguicidas probables causantes de cáncer en humanos (26 % del total de PAP) según la Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, más 7 (5, 6%) clasificados como cancerígenos o probables cancerígenos por organismos como el Agencia  internacional del cáncer, la agencia de protección ambiental de Estados Unidos o por la Unión Europea ; 24 plaguicidas son considerados como perturbadores endocrinos (19,4 %) según criterios del Sistema Global Armonizado aceptados por la Unión Europea; 14 plaguicidas que son tóxicos a la reproducción (11,4%) y dos (1,6 %) que son mutagénicos. Entre los PAP que poseen la propiedad de generar alteraciones en la reproducción humana caben destacarse los fungicidas Benomil y el Carbendazim por utilizarse en las actividades intensivas como la producción de hortalizas, los raticidas Brodifacoum y Bromadiolona de amplio uso domiciliario y en campañas sanitarias realizadas en, y por instituciones públicas y los herbicidas Linurón y Glufosinato de Amonio utilizados en la producción de maíz, especialmente de tipo transgénico, y que dadas las modalidades de aplicación y condiciones de uso pueden ocasionar una alta exposición no solo de quienes lo aplican sino de aquellos que viven en las cercanías.

Los mutagénicos son el Carbendazim y el Benomil, ambos utilizados en actividades hortícolas aspecto que reviste especial atención ya que se aplican con pulverizadores manuales (Mochilas) incrementando el riesgo para los trabajadores y productores. En el mismo sentido, dadas las aplicaciones muy cercanas del periodo de cosecha de las hortalizas y a la existencia de un bajo control en los mercados concentradores es posible la comercialización y el consumo de alimentos con trazas de estos plaguicidas. Pero aquellos que viven en las ciudades tampoco se hallan a salvo de los PAP, destacándose la amplia utilización de los PAP en el hogar, ya sea para el tratamiento de pulgas y garrapatas en perros y gatos (Imidacloprid y fipronil), en el control de hierbas e insectos en parques y jardines (glifosato), así como para el control de moscas y mosquitos posibles vectores de enfermedades (cipermetrina).

La proximidad de las personas máxime niños, durante la aplicación, la posibilidad rociado de los alimentos y de objetos que entran en contacto con los seres humanos, el caso de mesas, sillas, manteles, hacen que se incremente el riesgo de padecer una intoxicación crónica o aguda, aunque no siempre se identifica esta situación, pudiendo pasar desapercibidas en el corto y mediano plazo.

[1]  Lista de Plaguicidas altamente peligrosos de PAN Internacional de marzo de 2018 según Traducción al español de Graciela Carbonetto, actualización de Lucía Sepúlveda y María Elena Rozas. https://rap-al.org/

[2] https://www.who.int/ipcs/assessment/public_health/pesticides/es/ consultada en octubre de 2018.

Javier Souza Casadinho
javier@huellas-suburbanas.info