LO QUE VENDRA

Por Luis Furio

   Los cambios sobrevenidos en esta primera década del Siglo XXI en el mundo y por lógica consecuencia en nuestro país, no han sido asimilados por entero a la conciencia colectiva. En nuestra patria la naturaleza de estos cambios han sido objeto de análisis que no siempre resultan útiles para la comprensión racional de la actividad político-económica-social de esta nueva etapa que nos toca vivir. 

   El Siglo XXI en un profundo viraje histórico nos ubicó -con la irrupción de nuevas ideas-fuerza- en un tiempo de esperanza que nos impone la enorme responsabilidad política de dilucidar, democracia mediante, hacia dónde vamos y cuáles son las perspectivas a futuro. Hoy más que nunca, la política tiene una misión fundamental: la de señalar los principios y la guía en esta nueva etapa de refundación del Estado. Revalorizar la actividad política teniendo en cuenta la atmósfera del Siglo, la situación de un mundo convulsionado por innumerables dificultades. Consolidar un poder político firme y experimentado que nos permita enfrentar con orgullo futuras dificultades.  

   Asistimos al final de dos culturas antagónicas, un cambio de época; cambio de paradigmas que no logramos, a pesar de los esfuerzos, afianzar. La incomprensión se evidencia en la situación actual de la vida política argentina y nace fatalmente de la ignorancia del pasado, parte sustancial de nuestra historia. Todo cambio implica imponer un estilo sobre otro a la vez que origina controversias con sectores que se sienten agredidos y asumen actitudes puramente negativas que desdibujan el concepto Aristotélico de que en “la política se gana con política y determinada dosis de sentido común”.

   Durante estos últimos doce años la arrogancia de determinados líderes políticos omnipresentes en los medios de comunicación social -mercenaria infantería periodística de la prensa monopólica–, ofrecieron al pueblo argentino el triste espectáculo de su decadente visión política, carente de ideas. No tienen conceptos para oponer al movimiento nacional, sólo esgrimen el concepto “cambio”. Herederos de un Liberalismo cuya acción maléfica destruyó a la economía nacional, asumen hoy -como fiscales de la patria– el rol de “representantes” de valores caducos ignorando la irrupción de nuevas ideas-fuerza que destruyen lo viejo para crear lo nuevo. 


   En el espacio de tiempo entre una fe que muere y una fe que nace se deben clarificar los nuevos valores y confrontarlos con lo viejo desde una revolución cultural que recupere los ideales nacionales que duermen en la memoria del pueblo. Renovar las críticas a la civilización posmoderna, recuperar una tradición intelectual olvidada que a lo largo del Siglo XIX-XX hizo frente a las tendencias totalitarias inherente al neoliberalismo y a la degradación mediática de nuestra cultura. Todo depende de nosotros. Si poseemos verdadera grandeza, conseguiremos efectuar la revolución por la que el país clama.