Libertad de expresión e independencia económica

Dos ejes de una carreta de difícil andar
Por Daniel Chaves
   Días atrás se difundió la carta que escribió la hermana de José Luis Cabezas, a 19 años de su asesinato. Una causa cerrada, dos de sus ejecutores que ya no están y el resto en libertad. Una condena social que mayormente quedó sepultada en el baúl de las desmemorias.
La indiferencia del mundo / que es sordo y es mudo / recién sentirás…
   Desde esta publicación que navega entre intentos de aproximación a círculos “intelectuales” y la distribución callejera destinada al laburante de a pie, no olvidamos ni perdonamos la locura desatada contra la humanidad de José Luis Cabezas. Y aquí nos plantamos, con nuestras modestas posibilidades, desafiando con armas nobles y sin golpes bajos ni operaciones políticas a los poderes fácticos de toda laya. Demasiados colegas regaron con su sangre la lucha por conquistar la mentada libertad de expresión, como para que se nos “manque el pingo” justo ahora que vuelve a ponerse en discusión –y de la peor forma- la problemática de los medios de comunicación, sus alcances, sus limitaciones, y el cercenamiento de la libre expresión a buena parte del universo de periodistas y divulgadores de noticias en general.

   Ese efímero margen entre el derecho a informar la realidad que transitamos, sin censuras ni autocensuras, y el riesgo de padecer el desfinanciamiento estatal a través del retiro de las pautas oficiales, es un “ritual extorsivo” que viene creciendo alegremente.

   Tampoco le esquivamos al chicotazo y sostenemos en la misma línea, el riesgo de apoyarse bajo el ala financiera de una fuerza o funcionario político determinado. Y desde este pequeño margen de maniobra, algunos aún decidimos seguir presentando equipo y salir a jugar a todas las canchas. No “jugamos a aguantar las embestidas”, sino que trabajamos para alcanzar la victoria. El anhelado triunfo de las voces informativas leales consigo mismas y con la sociedad que busca, cada vez con mayores dificultades, espacios periodísticos desde los cuales comprender la realidad sin pescado podrido ni operaciones millonarias del Poder Real de por medio.

   La pluralidad y su consiguiente riqueza de enfoque –aun partiendo desde una mirada más o menos tendiente a buscar un determinado horizonte social en común- se ponen a prueba en estos días y como no lo habían estado, como mínimo, en los últimos 15 años.
Verás que todo es mentira… verás que nada es amor…
   Presos políticos sin juicio previo. Trabajadores reprimidos a palos y balas de goma. Despedidos que se cuentan de a miles tanto en la esfera pública como privada. Paritarias que asoman plagadas de amenazas contra cualquier expectativa salarial de parte de los sindicatos y sus afiliados. Plena recuperación de las relaciones carnales con el establishment de bandera extranjera, un sincero desprecio por el hondo sentir nacional que representa la lucha por la recuperación de la soberanía en las Islas Malvinas… la lista es interminable y es del común conocimiento de la población (guste o no esa realidad, lo cual ya es harina de otro costal).
   
   Por eso mismo, ¿cómo vamos a quitar este mojoncito de difusión y leal combate en la batalla de ideas que se cierne a escala planetaria y muy especialmente en toda nuestra querida Sudamérica?

Cuatro es cuatro. Ni cinco, ni tres. Aunque insistan en hacértelo creer de ese modo
   En determinada escena de la película basada en la novela “1984” de George Orwell el victimario le muestra a su víctima y personaje central de la trama, cuatro dedos de su mano, y le pregunta cuántos ve. Torturas mediante, la víctima llega a la conclusión de que no está viendo ni cuatro dedos, ni tres, ni cinco, sino que la cantidad de dedos que está observando son los que su torturador decida que hay allí.

   A partir de esta moraleja que emana de esa terrorífica escena, estamos convocados a sostener la necesidad de fortalecer la acción honesta en tanto comunicadores en pos de transmitirle a la sociedad que cuatro dedos de una mano, simplemente son cuatro. Un axioma tan básico como imposible de ser aplicado por la mayor parte de los grandes medios de comunicación, tan proclives a ajustar la realidad a sus intereses creados. Una certeza tan evidente como lo es afirmar, que una espalda minada de marcas de balas de goma tras una protesta laboral, indica represión. Y la represión denota que vivimos en un Estado represivo. Tan elocuente como irrebatible.
   En memoria de José Luis Cabezas. Honrando a Rodolfo Walsh y a los cientos de periodistas asesinados y/o torturados, privados de su libertad, exiliados forzosamente por intentar transmitir la verdad de los acontecimientos al pueblo. Por los 30.000, por Jorge Julio López y todos los ciudadanos secuestrados y asesinados en democracia, tenemos que seguir.


   Vamos a seguir, evocando al gran pensador que sentenciara, allá a mediados del siglo XIX, que sólo tenemos cadenas por perder, pero en cambio tenemos un mundo por ganar.