La irremediable salvajada de ser humano

No recuerdo haberme emocionado tanto en ocasión de ir al teatro, desde que Salvajada, la obra de Mauricio Kartun, comenzó. Creo que la mano invisible del teatro tocó alguna fibra muy íntima, no tan dormida. Abrió una herida que vuelve a sangrar.

Creo saberlo. Cuando asistí a la función, no fue menor el hecho de que los trabajadores del Teatro Nacional Cervantes mantenían una vigilia por sus paritarias con el Ministerio de Cultura.También, el poder de reflejo de la obra, sobre una realidad que nos angustia y nos lastima por los alcances que tienen estos tiempos. En ella, los problemas esenciales no debidamente resueltos se entremezclan con la política. Y digo “el poder reflejo” porque como en un espejo pude ver una problemática del orden de lo humano, esencial y profunda. El humano fuera del conjunto de los animales. Situado en un pueblo de Misiones, donde Horacio Quiroga ambientó su cuento Juan Darien, y que Kartun retoma como Salvajada, vi al “hombre lobo del hombre”. Estas situaciones, particularmente, y por razones que creo que no son tan personales, no han dejado de recordarme la fuerza de dinamitarlo todo y de constituirse el hombre como un individuo supremo, muy por encima de su conjunto de semejantes.

Esas dos situaciones sublimadas en Salvajada fueron para mí, conmovedoras y conmocionantes. Contribuyeron el trabajo impecable de Mauricio Kartun en relación con el libro, la dirección de Luis Rivera López y las actuaciones de todos y cada uno de los actores y actrices, haya contribuido para sentirme así. Pero, además, el teatro viene a allanar todo aquello que las palabras no siempre logran y que el teatro expresa con metáforas y recursos adecuados.

Así, no podemos escaparnos de las circunstancias que vivimos y hacer un ejercicio de empatía con Juan Darien, la víctima, y ser, también, el lobo que asecha no solo a los demás seres vivos, sino al ambiente en su conjunto.

La discriminación, el bullying que la educación no logra resolver; los emergentes de una sociedad en crisis producto de un feroz endeudamiento mortal, que son los profetas que la política pone en escena para destruir todo aquello que puede contribuir a una sobrevida modesta, tienen en esta obra un lugar enriquecido por la realidad que todos llevamos en las mochilas para poner en relación con la cultura.

No pude menos que sorprenderme, cuando al comenzar la obra escuché de la lucha de los trabajadores del teatro, y pensar, si quienes hoy administran la cultura a través de los espectáculos, desde la política pudieron ver esta obra. Creo que si lo hubieran hecho no dudarían en resolver ese problema, que no interrumpió las tareas, y que consiste en actualizar y mejorar los aspectos salariales para fomentar un trabajo de excelente calidad, como el del equipo de Salvajada.

Siempre se escuchó decir de nuestros derroteros culturales lo mejor. El arte y la ciencia nos han puesto al nivel de otros países del mundo. Por eso, la solución de problemas acordes a las buenas obras, no debe escapar en una gestión, en tanto remedio posible de muchos de los males que nos aquejan, para extremar sus cuidados.

Eduardo Marcelo Soria
msoria@huellas-suburbanas.info