Internas, roscas, indiferencia

Muchas veces hemos oído mencionar la cuestión de una siempre cercana crisis de representatividad en la política vernácula que suele ocuparnos. A esa afirmación, acaso tan remanida como conjetural podríamos adornarla con otro cliché no menos adecuado para nuestra actualidad: “El futuro ya llegó”.

El clima de significativo desinterés y hasta abulia ciudadana respecto al inicio de las campañas electorales rumbo a las PASO de septiembre venidero, es tan contundente como las dificultades de aquí y acullá para enmarcar las pretendidas actividades proselitistas dentro de un mínimo programa que propicie acción, proyección y coherencia con lo que se dice estar construyéndose.

Esta crisis, cada vez más profunda y alejada de todo viso de superación, de nuestra clase dirigente, es transversal al conjunto de los espacios políticos que se integran a la competencia electoral convencional, algunos con mayor hondura –que suelen alcanzar ribetes patológicos, por caso el cambalache cuasi conventilleril de la alianza “Juntos”- y otros signados por unidades tensas y circunscriptas a lapiceras “ordenadoras” pero que, detrás de dicho poder superestructural, anidan toda clase de tiras y aflojes, recelos y hasta posiciones cercanas a lo antagónico en no pocos ejes a trabajar… y que únicamente sostienen su cohesión sobre la base del triunfo electoral.

Por ende, cada gran bloque político ideológico que se pone en juego en los últimos procesos electorales, reúne la idéntica característica de sustentarse en el pragmatismo de una construcción apuntada exclusivamente a una buena performance en las urnas, pero que en tiempos de derrotas tienden a implosionar, dividirse y deambular en un desprolijo ensayo de naufragio con pases de facturas, donde se mezclan el denuncismo sistemático con la falta de un plan sólido de gobierno que mostrarle a la población. O, lo que en lenguaje de “romanticismo político de siglo XX” (ah, estos antipragmáticos rebeldes que no aceptan someterse a los dictámenes de la realpolitik…) se denominaría tener un programa integral para la transformación nacional, etcéteras.

Difícil entusiasmar, en este orden de situación, a esa enorme mayoría silenciosa, descreída de la “política” (léase, partidaria) y que por lo general, dirime sus inclinaciones electorales a través de su propia situación económica y laboral, y en el peor de los casos, guiados perniciosamente por la intencionalidad de “formadores de opinión” multimediáticos, de esos que viven desbordados en pautas y raquíticos en valores ciudadanos de genuina vocación democrática.

Difícil proyectar un estadío superador sin romper demasiado con lo construido socioculturalmente hasta el momento, cuando desde cualquiera de las fuerzas mayoritarias – de esas que concentran en las urnas a un piso de 9 de cada 10 compatriotas- abruma cada vez con mayor dureza la negativa a escuchar críticas incluso entre compañerxs, aunque más no estén dotadas de fraternal intención y una profunda actitud propositiva.

Si el “sumáte” en realidad es “levantá la mano cuando te digamos, hacé presencia cuando lo necesitemos”, el grueso de la ciudadanía continuará divorciada con esa herramienta tan indispensable para fortalecer al sistema democrático, con sus aciertos y errores, avances y limitaciones, que supimos construir, e incluso aspirar a perfeccionarlo paciente pero sostenidamente; Del núcleo de dicha tara emerge uno de los mayores triunfos del establishment, y un riesgo potencial que, lejos de reducirse, se sostiene y avanza cual fantasma a espaldas de la mayoría de nuestra dirigencia: el desdén social por la participación en democracia, el desinterés y hasta fastidio ante cada elección de buena parte de los que podríamos resumir como “ciudadanxs comunes”, y esa acabada percepción marcada a fuego entre estos sectores de compatriotas, de que todas las Plagas de Egipto se condensan en “la política”, devenida en un concepto vagamente sucio y establecido como sinónimo de corrupción. Cuando los que verdaderamente esquilman el presente y amputan sueños de cara al futuro, están lejos de esas roscas, gustan de moverse como hábiles marionetistas y casi nunca les vemos o siquiera les conocemos los rostros.

La carrera electoral ya comenzó. Desde Huellas estaremos siguiéndola, tal es nuestro compromiso periodístico. Pero también sentimos la necesidad, desde una ética comunicacional que trabajamos, vinculada a la honestidad intelectual, de continuar señalando que los temas de fondo de nuestra sociedad siguen siendo esquivados por aquello de las eternas y permanentes exigencias de la coyuntura.

Cuidado con esto último, que a nadie le interesa más la falta de debate político y el crecimiento del desinterés social por todo lo inherente a ejercer la democracia con participación y lucha por seguir ganando derechos, que a los grupos que añoran perfiles autoritarios, minoritarios por ahora en las urnas, pero para nada extinguidos en nuestro imaginario social.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com