Freestyle: cómo entrar en un estado distinto

Por: Felipe Melicchio

 Pensar es un acto generalmente improvisado. Excepto, claro, que uno se siente de piernas cruzadas, ponga música zen y diga: “bueno, ahora voy a pensar”. En la cotidianeidad, el pensamiento se traduce en palabras que aparecen repentinamente en nuestra cabeza como temporales ocupas de nuestro ahora. Por más que intentemos dominar el lenguaje, por más que intentemos prepararnos para pensar, las palabras que pensamos espontáneamente son incontrolables; es decir, son imposibles de elegir no pensarlas. Pedir no pensarlas es como pedir no soñar tal o cual cosa. Imposible. A esto lo vamos a rotular como pensamiento espontáneo. A la hora de hablar, cuando se presentan estas palabras, uno sí puede elegir no decir. Generalmente, guardamos todos estos pensamientos porque no hay una utilidad inmediata. Denegamos, en el peor de los casos, la salida de estas genuinas palabras para rastrear algún otro comentario que sea políticamente correcto. Pero el pensamiento espontaneo no entiende de lo correcto y lo incorrecto; es tal vez nuestra verdadera esencia.

Cuando pensamos andando por la calle, mirando nuestro alrededor, nos musicaliza el sonido del transporte público, de los autos, de la gente ¿Qué pasaría si tendríamos como sonido ambiente un bombo, un redoblante, un platillo y un bajo? Seguiríamos andando, pero pensando intervenidos por ese nuevo sonido ¿Y si luego, sin preparación alguna, tuviéramos que hacer salir nuestra voz? ¿Qué pasaría si en vez de hablar en el mismo tono que siempre, tendríamos que acomodar la voz para coincidir con la música? ¿Y si además de comunicar un mensaje buscaríamos rimar? Definitivamente la situación a la que el pensamiento espontáneo se ve sujetado sería distinta. La improvisación, más conocida como “freestyle”, es una disciplina proveniente de la cultura hip hop que consiste en rapear sobre un beat, una instrumental. Rapear significa cantar rap y se puede realizar tanto individual como grupalmente. A la hora de practicar el “freestyle” aparece como elemento principal el pensamiento espontaneo. Nuestro entorno se convierte en material de rimas; todo puede ser el comienzo de una estrofa. Tanto nuestro entorno externo como nuestro entorno mental. Es decir, una silla, que podemos tener adelante nuestro, y la palabra alegría, que podemos tener adentro nuestro, pueden tomar el papel de eyectores de cualquier rima. La finalidad principal de esta disciplina, más allá de su uso competitivo, es la de conocerse a uno mismo; conocernos en un estado de conexión con el ahora y sus elementos. Capaz, por eso, se vuelve tan vicioso en la juventud. La juventud es el momento donde uno más precisa conocerse, algunos por un querer propio y otros por un querer inculcado socialmente. En este mundo, en la juventud es el momento ideal para conocer sobre qué uno va a estudiar y de qué va a trabajar. En esos dos elementos sí te apura esta sociedad capitalista, porque ambas son tareas productivas ¿Quién te va a apurar en que conozcas tu desenvolvimiento sobre una instrumental mientras perseguís rimas conectándote con el ahora? Nadie. Por eso creo que, este acto, tiene un dejo a revolucionario. Porque es una tarea que va por debajo y no entra en los aspectos que uno, normalmente, debe conocer de sí mismo. Pero no por eso dejar de conocer.

Esta disciplina no es excluyente, no hace falta ser un experto para practicarla, solo hay que orientar nuestra mente hacia una tarea distinta, hacia un estado no cotidiano. Lo complejo es descolocarse de la cautela al decir con la que te prepara este mundo, de amenazas constantes, de miedos a decir lo primero que nos atraviese la cabeza, de estereotipos inhumanos que, estúpidamente, clasifican una paradoja: la imposibilidad de encasillarnos por nuestra condición de diversos.

La esencia arcaica del freestyle se encuentra en una plaza, específicamente en una ronda de espectadores y dos “raperos” que combaten para descifrar quién pueden construir mejores rimas espontáneas. Los espectadores, como sucede en el happening, se vuelven protagonistas al vitorear las rimas más certeras, que alguno de los dos, lanza. Cargando de ímpetu a los competidores que también compiten consigo mismos. Es así como esa ronda solitaria en una plaza, como un planeta disperso en el universo, contiene a varios seres conectados con lo que sucede, alertas de la creatividad que puede aparecerse en cualquier instante. La plaza, lugar público, propio de los de abajo, se vuelve escenario de creaciones poéticas muy poderosas, muchas veces con crítica social y contenidos políticos.

El freestyle es un lenguaje que la juventud eligió como código para transmitir la necesidad de sujetarnos al presente, a lo que ocurre en el ahora, para combatir el aturdimiento que conlleva promediar cada minuto de nuestra vida en función del futuro. Entonces: la juventud busca la rima

que todos tenemos encima,

porque esta es enzima que activa la vida,

ya que sin poesía lo incoloro

poseería cada minuto y el tiempo

lento, como quien trabaja descontento,

sería veneno para la lucha

de quién no quiere ser menos.

Colaboradores diversos Huellas Suburbanas
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