¿Final del juego?

Había una vez, un circo que metía palo y represión…

(desfiguración Pro de los inolvidables Gaby, Fofó y Miliki)

Por dónde comenzar, cuando tiemblan los cimientos de todo hilo de racionalidad en este marco desaforado de neoconservadurismo explícito y obsceno, que rige en territorio nacional apuntalado por la mayoría del gran capital transnacional, como mínimo, hasta terminar de concretar sus negocios por estas latitudes.

Quizás una primera mirada no deba soslayar la pobre y muy deshilvanada respuesta que buena parte de la militancia del bloque nacional popular y la izquierda llevan adelante desde las redes sociales, su trinchera favorita. Acaso una “zona de confort” del que amplias mayorías no están dispuestas a salir, y esto se extiende como fenómeno a escala mundial. Golazo de la matriz hegemónica del capitalismo en su versión neoliberal (siempre con matices, no vaya a ser cosa que se me ofenda la sociademocracia europea…)

De las chicanas y las burlas como cenit alcanzable, a los insultos y la subestimación del adversario (enemigo), mientras en otras lujosas y harto reducidas mesas se decide presente y futuro no tan cercano de toda la sociedad, sin que ésta tenga la menor posibilidad de torcer ese rumbo. Si concedemos la jugada como válida, estamos ya dos a cero abajo en el marcador, de movida nomás.

En simultáneo, los grandes multimedios insisten, reciente incremento compulsivo de las pautas mediante, en preservar a un gobierno que oscila entre un resquebrajamiento tan brutal como devastador y el refundarse ya sin el menor recuerdo de un Estado de Derecho y el desprecio poco maquillado contra cualquier norma básica de convivencia democrática.

La escritora local Giselle Aronson, ofreció una síntesis magistral por la red social Facebook: “Acuerdo con el FMI. Más ajuste. Intervención de las FF.AA. en seguridad interior. Ahí está, ¿Lo ves? Se llama golpe de estado”. Una receta con condimentos adecuados como para atender con la gravedad que la citada reflexión amerita.

Mientras la clase trabajadora resiste al deliberado descalabro económico que se vive en el día a día, en los barrios, al realizar las compras básicas para el hogar, al pagar los impuestos por servicios que siguen siendo tan deficientes como cuando se pagaban baratos, o al cargarle combustible al auto, la oposición parlamentaria intercambia algunos gestos interesantes que permitirían vislumbrar un aglutinamiento mayoritario para las elecciones de 2019, aunque de momento caótico y carente de una mínima cohesión programática, y un muy joven periodista llamado Juan Amorín, desplegó toda su capacidad profesional e intelectual y les clavó un golazo inolvidable, en simultáneo, tanto al Ejecutivo nacional como a la otrora pseudo beatífica gobernadora Vidal.  A puro empuje y con un crack “sacado de la galera” dirían los más añosos, el campo popular pasó de un 0-2 holgado a un poco esperado 2-2 que el propio redactor no imaginaba ni en sus mejores sueños.

La caída de varias caretas

Los aportantes truchos que desenmascaró el mencionado Amorin junto a equipo, siguen multiplicándose y lentamente surgirán testimonios a lo largo y ancho del país. Cambiemos, sencilla y abrumadoramente no da explicaciones más o menos verosímiles, y por lo tanto que no resulten en un atentado contra la inteligencia humana, porque no tienen cómo ni con qué hacerlo. Apelarán, como en todos los demás hechos de corrupción a gran escala o por fuera de toda norma de ética en la función pública  de la cual también suelen hacer gala, a evadirse del caso lo más que la propia sociedad les permita, mientras procuran desactivar la bomba en un juego de pinzas mediático y judicial. El problema es que ya detonó, ahora vendrán las explosiones secundarias. La erosión que esto implica en la cúpula de Cambiemos ya está a la vista, su credibilidad cae en apreciables sectores de la sociedad, y por sobre todo se les terminó el estandarte de la moralidad y la transparencia en su modo de hacer política y gestionar el Estado. Una vez más, la “gente decente” se hunde en su propio fango.

Ello implica que no les va quedando más estandarte, a quienes se empecinan en defender al gobierno neoconservador liderado por Mauricio Macri (casi me tiento a escribir Christine Lagarde, pero siento que habría vuelto a herir susceptibilidades de lecturas sensibles y corazones gélidos), que el de reivindicar con gesto adusto (para ocultar su morboso placer) el incremento del plan represivo que se comienza a desarrollar contra toda protesta social, ya áspero desde el inicio del mandato hasta la fecha, pero con un indecible probable incremento y recrudecimiento a partir del impulso otorgado por el Ejecutivo al “nuevo” rol de las FF.AA. en materia de seguridad interior, en ¿articulación? Con las novedosas bases militares norteamericanas que se consolidarán en territorio nacional, prácticamente sin una oposición férrea –o muy débil- al respecto.

También les quedará ese “discreto encanto” de cierta burguesía, por revalorizar la xenofobia, el machismo, y la estigmatización más radical contra la pobreza que se haya visto, quizás, en los últimos 35 años, por lo menos.

Pero por supuesto que en esta nebulosa Pro que nos hallamos inmersos, la vorágine devastadora contra todo el tejido social tan dificultosa y parcialmente construido durante la década kirchnerista no se detiene. Ya sabíamos, y en el fondo de manera inconfesable todos los argentinos sabíamos que este perfil de construcción política apuntalado y dirigido desde embajadas extranjeras, iba a imponer la pauperización de la educación y la salud públicas. Nadie podía ignorarlo, algunos por mero conocimiento básico de las experiencias anteriores de similar tenor y objetivos, otros por dominio más profundo de la historia mundial, otros por intuición elemental al ver qué actores estaban ocupando la escena central de la política institucional argentina, y muchos otros del modo que fuese pero ante todo por firme convicción en que así tenía que ser. Pues bien, hace rato que ese futuro ya llegó. Hay registros alarmantes de faltantes de vacunas en varios puntos del conurbano bonaerense. Cito un fragmento fundamental del editorial de Luis Bruschtein en Página 12 del 21/07: “Sarampión en CABA, 750 mil niños en riesgo por caída de cobertura de vacunas. Dos muertes y un trasplante hepático por fiebre amarilla, 7 casos de dengue en la villa 21-24. Aumento de los casos de sífiles y tuberculosis. Enfermedades controladas reemergen. Desgraciadamente no es una ´fake news´, es una maldita noticia verdadera”. A ello podemos añadirle una interminable lista del “genocidio por goteo” que ya advertía Eugenio Zaffaroni a inicios del 2016, pero que podemos sintetizarlo en el inmenso incremento de compatriotas sufriendo este cruel invierno en situación de calle, y no pocos que ya han entregado sus vidas en tales condiciones de supervivencia infrahumana.

Bastante curiosa y extraña esta renovación de una supuesta “nueva derecha” (que los que así definieron a Cambiemos, por favor, se guarden a silencio por lo menos por un tiempo prudencial…), que reitera y concentra los peores vicios del viejo conservadurismo, el menemismo y ahora le añade su pretensión militarista que veremos hacia dónde deriva. De todos modos, ya se huele la naftalina a larga distancia. Esta gente no engaña a nadie, y quienes lo sostienen, es porque avalan cada una de las prácticas que esta dirigencia ejecuta, con todo menosprecio por la sacralidad de la vida humana.

El desenlace

Aunque una lógica esperanzadora nos llevaría a pensar que ya les estamos ganando por goleada, han logrado instalar, sin ningún reparo y al precio que sea, que aún preservan una mínima pero visible ventaja contra la gran mayoría del pueblo, el cual ostenta la fuerza del número aún estando éste con el nivel de desarticulación –y rencores internos- que evidencia. El “pequeño detalle” no menor, es que el bloque neoconservador cuenta con los medios, los jueces, la usura internacional… y las armas de su lado.

Hemos llegado a esta instancia, donde hay que dejar todos los esfuerzos habidos y por haber en la cancha, sin el más mínimo vedetismo ni mezquindad – y no sólo declamarlo, como habitualmente sucede. Olvidarse del Fair Play que tanto enamoró años atrás (desde el bien intencionado “con la democracia se come, se cura, se educa” hasta el neohippismo de “el amor vence al odio” que no condice en absoluto con la crudeza de las disputas en el contexto mundial y nacional actuales), y siguiendo la metáfora futbolística, ir a trabar hasta con la cabeza.

Y aún así, no olvidarnos, jamás, que ellos son los dueños del reglamento, de la pelota y de los arcos, y que si se la ven fulera y les dejásemos margen (“republicano”) para maniobrar, cambiarán en un santiamén las reglas del juego por otras que ya tienen configuradas (el inconfesable Plan B), y se termina el partido ahí mismo.

Querrán reemplazar a los arcos y a la pelota por balas.

Ganas no les faltan.

Lo sabemos todos, unos y otros.

Para colmo, están muy nerviosos porque no saben ni les permiten asumir el colosal fracaso que han sabido construir, y pueden gatillar antes de tiempo.

A ese grado de desquicio nos estamos enfrentando. Y esta vez no hay margen para una nueva derrota digna.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com