El origen del Tsunami

Que a lo largo de un año electoral abunden los compromisos de campaña, se lancen grandiosas promesas y se multipliquen las críticas entre los distintos bandos político-partidarios, es cosa habitual y no puede mover a la más mínima sorpresa. Pero que un gobierno empecinado en exponer una ilusoria –cuasi psicopática- realidad dominada por el optimismo y las mejoras sociales, omita deliberadamente el profundo retroceso acaecido a escala general de las fuerzas productivas del país, como mínimo debe generar indignación, rabia, desconfianza en aumento y una actitud opositora de mayor firmeza e intransigencia contra la “mentira organizada” desde las altas esferas del poder financiero-mediático-judicial, al cual Mauricio Macri y compañía representan apenas en carácter transitorio.

Luis Bruschtein definió el 2 de marzo en Página/12: “En un año, Cambiemos profundizó la brecha que abrió cuando era oposición. Pero esta vez, los que lo apoyan mantienen una actitud pasiva y los que se movilizan ya no lo hacen por oposición política, sino en defensa de salario, trabajo, jubilaciones, de sus comercios, de sus industrias, de todo lo que fue puesto bajo amenaza por las políticas del gobierno”.

Un gobierno que a diario “blanquea”, con inocultable violencia, su odio de clase, actúa con sensatez en su orientación y objetivos generales: Mientras los autos de alta gama se convierten en una opción de inversión para adinerados, arrecia el desempleo, los cierres de fábricas y comercios, las suspensiones laborales a gran escala, la crisis industrial alcanza a todas las áreas productivas, y entre tarifazos por decreto, los ciudadanos de Capital y conurbano bonaerense continúan padeciendo frecuentes cortes de luz… también de agua… sólo que abonando mucho más que antes.

Pero nada de ello parece interesarle a la dirigencia de Cambiemos. “La obra pública dejó de ser sinónimo de corrupción”, aseguró el presidente Macri mientras en la Justicia proliferan las causas contra él, su familia y distintos funcionarios por fraude a la administración pública.

El mes de marzo llega con la mecha recién encendida. Se suceden movilizaciones producto de la insostenible presión de las bases, para que buena parte de la dirigencia sindical decida actuar, a pesar de haberse mostrado tan aprestos a “dialogar” y a “garantizar gobernabilidad” para el rejunte radical-conservador que gobierna traspasando los límites más esenciales del Estado de Derecho.

A pesar de los aprietes y las amenazas, los docentes ocuparon brillantemente las calles porteñas y en todo el país. A pesar del denigrante recorte presupuestario para trabajar problemáticas de género y en constante aumento de los femicidios, las mujeres vuelven a salir y libran su paro internacional, a todo impacto y con una ejemplar organización. Fuertes sectores gremiales combativos prosiguen con sus luchas desventajosas pero cada día más encarnizadas, ahora –forzosamente- acompañados por los otrora timoratos “dialoguistas” pero también indispensables en esto de construir unidad popular contra el saqueo Pro-imperialista.

Falta la unidad político-electoral, que como venimos señalando desde hace varias ediciones de esta publicación, nunca termina de concretarse con la celeridad y solidez que la hora actual demanda. No sea cosa que quienes se creen los eternos dueños del país, sepan crear una nueva cuña al interior del movimiento nacional, con la “invención” de un candidato de aparente entronque “popular”, destinado a dividir aguas en el deshilachado y aún escasamente articulado bloque mayoritario de la oposición al gobierno conservador.

La esperanza para detener tantos atropellos sádicamente pensados y ejecutados contra la clase trabajadora, pasa por el pueblo mismo: El reagrupamiento de su fuerza tumultuosa, caótica, callejera e imparable una vez que la maquinaria se pone en marcha. Y ello, precisamente, es lo que está comenzando a suceder. Quizás en forma incipiente, cual tsunami de masas que es capaz de derribar hasta los más rocosos muros de contención, y ya sin margen para detener su formidable avance. Ese mismo que, invariablemente, resulta el terror de los acomodaticios, los mediocres, los arribistas y del conjunto de los poderosos de aquí y allá.