El discreto encanto de la hipocresía

“Todo el mundo sabe que los buenos perdieron…

Los pobres seguirán siendo pobres / los ricos se harán más ricos…

así es como nos va … Y todo el mundo lo sabe”

(Leonard Cohen, “Everybody Knows”)

Las remanidas distancias entre lo que se dice y lo que muchas veces después se termina ejecutando, deviene en un profundo pozo donde continúa cayendo la imagen positiva del gobierno nacional y muy en particular, de sus principales dirigentes, incluso actualmente en niveles de aprobación no tan lejanos a los que ostentaba Fernando De la Rúa después de su primer año de gestión.

Pareciera quedar claro que, si realmente se busca emerger de esa caída sin piso aparente, la senda de la moderación, la amistad forzada incluso con detractores –muchos de ellos devenidos sin antifaz en desestabilizadores hechos y derechos a través de la generación de una inflación brutal con eje en los aumentos de precios descontrolados- no estaría dando resultado. Y no hay motivos para pensar que de aquí en más, reiterar dicho esquema pueda parir algo mejor a lo actuado hasta el momento.

Tender puentes con propios y extraños, de ningún modo puede ser sinónimo de blandura o sumisión a los designios de multinacionales y gran capital extranjero.

El posibilismo no tiene épica popular alguna, máxime cuando del otro lado la ofensiva avanza  a paso firme y continúa ganando espacios de poder desde el cual erosionar a un gobierno reducido a posiciones prácticamente defensivas y de subsistencia con miras a resistir para llegar a final de mandato, y en apariencia, no mucho más que eso.

¿Y después? En este escenario no hay margen para el después. Repregunto al aire, subsano mi error conceptual, vuelvo a preguntar, ¿Y ahora?

Lo bueno eclipsado por lo malo, el Yang y su aparente victoria sobre el Yin

 Crecimiento del PBI como rebote post pandemia, descenso de la desocupación al 7,5%, excelente temporada turística, crecimiento de la recaudación fiscal, innegables esfuerzos para contener y paliar a los enormes sectores de pobres y marginados en nuestra patria (casi la mitad de la población, si aunamos datos oficiales de pobreza e indigencia en un contexto de país rico en recursos y potencial digno de la envidia de casi todo el resto de las naciones). Pero el descontrol inflacionario pega bajo la línea de flotación, y por otra parte la continua pelea explícita y de a ratitos nomás, obscena, entre distintas facciones del propio gobierno, permiten que a Balcarce 50 le entren todas las balas, pequeñas o grandes, día a día, y que los logros y esfuerzos se vean totalmente eclipsados por una realidad tangible, acuciante, donde sólo los sectores medios altos y altos pueden hacerle frente sin mayores problemas al cuadro inflacionario, y un amplio grupo de ciudadanos trabajadores monotributistas o informales de variada índole –de esas mayorías silenciosas que no gozan de aumentos por paritarias, ni vacaciones pagas ni nada de ello- apenas si subsisten con el humor cada vez más enrarecido y el insulto fácil en la punta de la lengua, sin intención de buscar criterios de análisis para desentrañar los orígenes y causantes de esto que pasa… siempre, en un país tan presidencialista e incluso verticalista como el nuestro, donde resulta más cómodo descargar todas las baterías contra la autoridad máxima de turno… y con especial y morboso placer si dicha autoridad se reivindica peronista.

Las dobles varas reinan aquí y allá, para señalar como únicas causas y responsables a los que, en definitiva, opinan distinto a nosotros. Y con eso basta.

En ese estado de situación, con la caldera caliente y en estado de cuasi ebullición latente, donde la irracionalidad y las hipocresías triunfan sobre el pensamiento crítico y la prudencia en un horroroso e inesperado contexto de pandemia, está a la vista que el camino de poner la otra mejilla, no ha dado los réditos esperados. Sólo deviene en un empujoncito más hacia el abismo.

¿Se saldrá, entonces, por “derecha” o por “izquierda” de este atolladero? La ancha avenida del medio seguirá angostándose en la hora presente, y está minada de baches… y de traiciones.

Nuestra historia pareciera otorgarnos las pistas acerca de cuál será el camino que escogerá –¡oh, reincidencias dignas de drama shakesperiano!- la mayoría de nuestra población de cara al corto y mediano plazo. Pero al gobierno aún le quedan algunas cartas que jugar. Son las más fuertes, las más duras, e incluso radicalizadas del repertorio con el cual enamoró a media población allá por 2019.

¿Tendrá la audacia y la convicción de jugar a fondo para intentar revertir la tendencia que quiere comenzar a consolidarse, llena de presagios de chaparrones, fantasmas y algunos “brujos” que piensan en volver a nublarnos el camino?

El partido continúa en plena disputa, y nadie está aún vencido, a menos que se decida bajar los brazos como parte de vaya uno a saber qué acuerdo a espaldas del conjunto mayoritario de la sociedad. Pero en el banco de suplentes aguardan jugadores anhelantes de recibir al fin las instrucciones para ingresar, dejar de ser meros espectadores, y transformar una probable derrota de resignaciones múltiples y cuarteles de invierno prolongados, en una victoria tan épica como dirigida desde las entrañas mismas del pueblo trabajador, el que conoce como nadie las necesidades más esenciales de las venas de nuestra nación.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com