De todo habrá

Por: Profesores Sandra M. González y Edmundo Zanini

Recorrer nuestro territorio (una imprecisión lingüística, de las tantas que tenemos, porque si hay algo que no es  “nuestro”  es el espacio por el que nos desplazamos en la vida) es todo un desafío. Porque nos encontramos con los paisajes y las historias más variadas.

Y a veces, conocerlos no es fácil. Y el cine (las pelis, como dicen l@s pibes) nos ayuda mucho.

Y hay dos que me gusta rever: “Ángeles e insectos” (Philip Haas – 1995) y “La película del Rey” (Sorin – 1986). Británica la primera; bien nacional, argentina, la segunda.

Pero no se las voy a contar, porque vale la pena verlas.

Sí voy a referirles brevemente algunas reflexiones que me alumbraron. Ya que ambas producciones podrían corresponder a los tiempos tempestuosos (los tiempos son siempre tempestuosos para las mayorías humildes) de mediados – fines del siglo XIX.

El protagonista de “Ángeles…” vuelve a su tierra natal y encuentra la felicidad al poder desposar a una bella de la nobleza inglesa en plena esplendor de la era victoriana. Su viaje por las zonas más exóticas de Sudamérica, en particular la Amazonia, le han abierto las puertas de lo más alto de la sociedad de su patria, aunque no le será fácil tolerar “la conducta irregular” de su esposa, más comprometida con la continuidad del modelo endogámico familiar que permita sostener la “pureza de la raza” que con su fidelidad conyugal.

Tal vez el viaje de ese hombre joven a la América salvaje, como naturalista, me hizo pensar en Charles Robert Darwin, quien por la misma época (o poco antes) realiza su increíble viaje alrededor del mundo. No conozco demasiado sobre este aspecto, pero fabulo que Carlitos (una persona a quien respeto y admiro mucho -como a pocos de ese nombre-, junto a Charles Chaplin), Darwin, por esa época podría verse como un joven aventurero que tomó un puesto en el “Beagle”, para huir de las obligaciones familiares y de las presiones religiosas, que seguramente lo perseguirían toda su vida.

Hizo un sustancial aporte a la Corona (por algo sería finalmente “casi” un caballero), oficiando de explorador informante (una especie de “espía reglamentario”), reconociendo los sitios visitados, no sólo en sus aspectos geológicos y biológicos, sino las particularidades sociológicas de las poblaciones con las que convivió. El Imperio Británico requería esos datos para trazar su política exterior y garantizar la preeminencia mundial.

La otra potencia europea, muy complicada a raíz de la experiencia napoleónica y su retorno a formas monárquicas aunque de tipo constitucional, alternando con republicanas muy débiles, también enviaba a América exploradores insignes, entre ellos Aimé Bonpland, un enamorado de la tierra y las gentes del Paraguay. Pero Amado no volvería nunca a Francia. Y sus aportes serían plenamente para Sudamérica.

Por esos años, otro joven, aventurero tal vez, pero capaz de encarar otra historia no darwiniana (es decir, no desde las Ciencias de la Naturaleza) se lanzó a Sudamérica, más precisamente a Chile. Una joven nación que salía de la época colonial, con sus obvias dificultades. Y allí, además de aprender el español, trabó amistad con un natural. Un jefe araucano (ya por ese entonces se los llamaba “mapuches” -“hombres de esta tierra”-) quien lo entusiasma con apoyar el desarrollo de su pueblo.

Este es uno de los personajes de la otra película: Orelié Antoine (Aurelio Antonio) de Tounens. En realidad, el tema de la película es el desastre producido en las artes visuales (y todas las otras actividades humanas honestas en esa década del innombrable… que también se llama Carlos, como Darwin y Chaplin, pero a quien no quiero ni un poquito…). Pero el Rey, de quien pretende dar una idea el film es, justamente, Antonio Tounens. Orelié es casi “oreille” por lo que me parece un nombre para el olvido (aunque sea “dorado”, porque su traducción literal es  “oreja”).

De todos modos, Antonio demostraría ser capaz de escuchar, en particular a sus interlocutores mapuches. Aquí se lo ve de gran cabellera en este retrato -tal vez el cabello abundante ocultaba algún detalle de su fisonomía que había quedado plasmado en su nombre de pila-). Y lo hizo a tal punto que se autoproclamó (sería como una revival napoleónica) Rey de la Araucanía y la Patagonia. Para el pueblo mapuche -una fusión de varias etnias- la unidad está por encima de las diferencias, porque no enfrenta al huinca (“winka”) por un tema racial, sino por una cuestión ideológica y de cosmovisión. El capitalismo, que penetraba a sangre y fuego en Chile, más destructivo que el colonialismo español, y también de este otro lado de la cordillera, no le ofrecía nada al pueblo, salvo miseria y explotación.

Y una “promisoria esperanza” al iniciarse un proceso de inmigración europea para desarrollar la imposición de prácticas agrarias incompatibles con las formas de vida de los originarios. Este drama continua, pero tuvo su máxima expresión con la masacre de Temuco.

Aunque en el este (los puelmapu -es decir, los mapuches patagónicos, esencialmente neuquinos-) viven aún hoy las persecuciones a diario. De lo cual fue víctima “externa” Santiago Maldonado.

¿Qué pasó con Antonio? En su corta gestión como Rey, dio evidencias de buen criterio como representante de esa Nación, porque respetó su cultura y todas sus instituciones. Finalmente, arrestado, juzgado, declarado loco y preso por las autoridades chilenas, fue finalmente expulsado y regresó a su país.

Allí intentó lograr el apoyo de las autoridades de su país.  Hay una carta a los diputados de la Asamblea Francesa, pidiendo apoyo para restablecer su autoridad en Sudamérica. Parece haber tenido poca ayuda porque tal vez no era representativa una asamblea de cerca de tres mil salvajes de un rincón del planeta para comprometer a una nación seria. Parece ser que en ella, Antonio, que había aprendido la lengua mapuche, pudo convencer al pueblo. Lo notable es que en mapuzugun (esa lengua con sus modos especiales) no es sólo importante lo que se dice, sino, esencialmente cómo se lo dice. También en esto, Antonio, loco y todo, debe haber sabido hacer las cosas…

Sin embargo, no ha sido poca cosa esa experiencia para ese pueblo, que sigue haciendo presentaciones por su soberanía, incluso en la Organización de las Naciones Unidas  (2013)

En nuestro país, desde el año 2006, contamos con la sanción de la Ley N° 26.160, Ley de Emergencia Territorial, que ordena el relevamiento sobre las tierras indígenas. A pesar de los años que pasaron, a octubre de 2019, sólo se ha relevado un 38% del territorio, con la existencia de, aproximadamente, unos 300 conflictos asociados a la exclusión y/o expropiación de tierras a sus propietarios ancestrales y originarios. Las hermanas y hermanos indígenas, además, se encuentran sumidos en situaciones de extrema pobreza, perseguidas y perseguidos (muchos) penalmente por “usupación” de sus propios territorios.

De esto también hay y habrá, como lo expresa el título de esta nota. Una vez más tratamos de “poner luz”, de visibilizar lo que se oculta de forma intencionada y sostenida: la codicia sobre los territorios y sus recursos naturales, y la lucha incesante por la batalla cultural. Grandes extensiones de territorio, tierras ricas asediadas por mineras, petroleras, agro-negocios y forestales. Intereses propios, y foráneos. Muchos. Así como se pretende arrasar y despojar a los pueblos originarios de sus territorios, desde la llegada de los españoles, se los desprecia y vacía de sus culturas milenarias. Culturas valiosas, avanzadas y propias.

Consideramos pertinente y necesario retomar el concepto de interculturalidad, intentando favorecer y viabilizar la convivencia solidaria entre culturas, la valoración de cada una, sin jerarquías ni primacías de unas sobre otras. Trabajar estas temáticas y contenidos en las escuelas, con los estudiantes.

Citando a la especialista Lic. María José Vázquez, en el Proyecto “Educación e Identidades. Los Pueblos Originarios y la Escuela” (Instituto de Investigaciones Pedagógicas Marina Vilte de la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina – CTERA):

“La interculturalidad la concebimos como una meta, un camino poniendo el acento en la relación simétrica entre los diferentes grupos sociales y culturales, estableciendo puentes, intercambio, interacción con los otros.

Interculturalidad no de una manera ingenua o discursiva, sino teniendo en cuenta las diferencias, las desigualdades, los conflictos, la asimetría, las cuestiones de poder. Por eso partiendo del diálogo, del diálogo con el otro, para enriquecernos personal y colectivamente en nuestra humanidad, en nuestra identidad, en nuestra manera de ver el mundo.

Interculturalidad formulada como una educación de lenguas y culturas en plural que tengan en cuenta las demandas y necesidades del conjunto de la sociedad desarrollando capacidades para relacionarse con miembros de diferentes culturas”.

Esta interculturalidad debe atravesar nuestros pensamientos y deconstruir nuestras acciones e ideas naturalizadas y cristalizadas por el pensamiento colonizado que hemos adquirido. Comenzando en las escuelas, en las familias y en cada ámbito donde tengamos participación.

En estos tiempos de pandemia, estos reclamos de los pueblos originarios son aún más lejanos y están silenciados. Ojalá podamos continuar echando luz sobre ellos a fin de hacerlos más visibles y legítimos. Hacer memoria y comunicarlos.

Entre 2009 y 2017, al menos 25 personas murieron en situaciones vinculadas a conflictos territoriales. En su mayoría miembros de comunidades indígenas asesinados por fuerzas de seguridad o sicarios durante operativos de desalojos y represiones a protestas. Entre las víctimas fatales, recordamos a Santiago Maldonado y Rafael Nahuel.

Edmundo Mario Zanini
eduardo.zanini@huellas-suburbanas.info