De Sabihondos… y analistas

Parafraseando al poeta diremos que “Quiero hablar de cosas imposibles, porque de lo posible se sabe demasiado”.

Cada año nos trae, a quienes realizamos y sostenemos Huellas Suburbanas, el mayor de nuestros desafíos, que es el no sucumbir en nuestro ya prolongado camino del desfinanciamiento crónico y tantas promesas sobre el bidet. Sin embargo, no sólo continuamos caminando, sino que en esta oportunidad, nos enriquecimos con un apreciable recambio de equipo y muchas caras nuevas, del ámbito local pero también desde provincias lejanas de nuestra patria, como lo es la entrañable Formosa.

Profundizaremos la diversidad de enfoques e incluso, por momentos, se verán signados por saludables discrepancias propias de una convivencia democrática real, sin chicanas ni preconceptos, en la búsqueda de armonizar un objetivo en común, menos sencillo de lo que aparenta: ofrecer información sin pescado podrido, y también algo de análisis de nuestra realidad, lo más alejados posible de las anteojeras distorsivas de las sacrosantas verdades dogmáticas.

Hijos de nuestra tierra, actores de nuestra coyuntura

 En esta etapa de profunda renovación integral, Huellas no está ajena a la coyuntura, y a los padecimientos que, en por lo menos la mitad –me quedo corto- de nuestra población, adquiere ribetes dramáticos en la senda tortuosa de la pobreza y su hermano siempre indigno, que es el hambre.

Ellos –nosotros, bah- son los que nunca tienen acceso a la toma de decisiones, que operan de modo directo en el destino tantas veces horrible y humanamente degradante de esa vasta porción de nuestro pueblo. Ese mismo que no entiende de viajes turísticos de placer, y en una importante porción del mismo, ni siquiera gozan de vacaciones pagas, aguinaldo y esos “lujos” de clases medias y trabajadores con empleo registrado y aportes patronales en regla.

Pero de nada de esto se habla en las agendas multimediáticas. El triunfo del individualismo como vía de realización personal y de fuga a toda porción de responsabilidad sociocomunitaria, admitámoslo, es rotundo e inapelable. A punto tal que los grandes estandartes del propio bloque político nacional y popular, también están signados por el mismo horizonte de goce personal: El consumismo como paradigma de (aparente) bienestar dentro del tablero social.

Pero esa marea silenciosa que necesita del fiado en el almacén del barrio; esa marea silenciosa que zurce y remienda su ropa y calzados, no por apego a antiguas tradiciones sino porque no llegan con su presupuesto para renovar indumentaria; esa marea silenciosa que nutre las demandas de bolsones de alimentos en los movimientos territoriales, en las oficinas de Desarrollo Social, o que forman largas filas en los comedores comunitarios, las iglesias o por las noches en determinados espacios públicos… los que están afuera de toda agenda, los que sólo son buscados por un voto cada tanto, los que rara vez están en condiciones sobre todo anímicas, para prestarle atención a las promesas de campaña y a los discursos (o discursitos, según cada ocasión) presidenciales… a todos ellos, con o sin reverencias y beneplácitos institucionales hacia el FMI, los defraudan una y otra vez. Mientras el agua sigue fluyendo por este río, y a esos compatriotas se les va la vida, sin más.

Y los tiempos… ah, sí, los tiempos que nunca condicen… pero en el mientras tanto, la única verdad es la realidad. Y ésta indica que los que sermonean con aquello de los tiempos, las correlaciones de fuerzas y la mar en coche, finalmente la pasan bien o más que bien, mientras aquella mayoría silenciosa que mencionábamos antes ni siquiera llega a pagar sus propios alimentos, en un contexto donde, de a poco, amigablemente o no tanto, con declamados esfuerzos oficiales –o no tanto- por combatir a los grandes remarcadores de precios, lo concreto es que todo aumenta una y otra vez, lo cual convierte en un calvario cotidiano la vida de esa vasta mayoría silenciosa.

Después… para seguir debatiendo si el FMI ahora es más bondadoso que antes o es el mismo agente imperialista opresor de toda la vida, si Argentina logrará cambiar de amo pero seguirá usando algún collar al cuello y todas esas cuestiones, se lo dejamos amablemente a los sabihondos de los grandes multimedios y a no pocos políticos profesionales, expertos en cantarnos la justa, sin hacer luego mayormente nada al respecto.

Continuamos en movimiento, y desde Huellas Suburbanas aportaremos, por octavo año seguido, nuestras mejores herramientas periodísticas para ayudar a enriquecer el pensamiento crítico entre nuestro público lector. Bienvenidos al vertiginoso tren del 2022.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com