
05 May Conducir
No es descartable asimilar el manejo de un auto y la conducción de un movimiento político. Hay que revisar el vehículo previamente y reparar disfuncionalidades, cargar combustible, saber adónde uno va, estudiar previamente el recorrido, evitar peligros y eventualidades en el camino, avanzar seguro y estar en condiciones para que nada distraiga ni dificulte la marcha.
Hay en política quien convoca con la fuerza de las pasiones y provoca entusiasmo. Dan ganas de seguirle, escucharle, aprender de él/ella. Inspirar columnas de militantes, generar con el ejemplo miles de flores. Pero eso no es conducirles.
Es posible establecer una agenda de ejes a largo, mediano o corto plazo que modifiquen condiciones estructurales y establezcan otras relaciones entre los sectores sociales en disputa. Pero eso no es realizarlo.
Es obligatorio (debiera serlo) para un/a aspirante a representante del pueblo estudiar la coyuntura en sus diversos pliegues y complejidades cruzadas, escenarios internacionales, regionales, marcos nacionales y provinciales (el federalismo es en eso infinito). Incluso analizar cada rincón del conurbano para ver sus matices. Aunque de ningún modo esto implica comprenderlo y menos aún, unir a sus líderes/as en un haz de voluntades armonizadas.
Incluso es deseable que el lenguaje con el que sintetice sus conclusiones, evaluación de la historia de cada problema y de los sujetos que protagonizan, sea claro y sin ambigüedades. Aun así, eso no es tener clara la salida organizada de los mismos.
Uno/a, muchxs incluso pueden sentarse periódicamente a limar sus diferencias y avanzar en acuerdos, puntos en común, elegir quién los gestiona, ante quién y en qué tono para lograr resultados. Es el primer paso, pero desde un consorcio no se gobiernan naciones y menos dirigen las voluntades de centenares de miles hacia un fin común, democráticamente, escuchando y orientando al colectivo en una dirección determinada.
El mundo actual, con todas sus laberínticas formas de expresión, comunicación, incomprensión y desatinos, requiere de equipos de científicos, comunicadorxs, artistas y políticxs con experiencia en gestión para hallar las tendencias que puedan ser favorables para una política que brinde más democracia, igualdad y fraternidad. Nadie puede solo/a.
Una persona no es un programa, pero puede darle color y sentido a un conjunto de técnicos que afinen sus instrumentos y sigan el tempo del director de la orquesta.
Demasiados años de jefaturas que llaman a la rebelión contra un mandamás abusivo y hasta triunfan, pero que no logran construir un ejército para establecer un nuevo estado de cosas y darle continuidad.
Cada período electoral nos perdemos en debates de personalidades antes que pensar con qué regularidades y prácticas formamos, primero el programa, luego los equipos y finalmente lxs candidatxs.
Los grandes medios no ayudarán, ya que están diseñados para vender detergentes, papel higiénico e ideología por igual. La de sus dueños y espónsores.
Las redes, otro tanto: una sopa para que naveguen cómodos los anónimos, irresponsables y generales del resentimiento teledirigido. Mientras tanto se venden detergente, papel higiénico e ideología.
Tampoco los sindicatos son lugares donde se realiza esta síntesis, aunque son excelentes para ejercitar el arte de la conducción de lo diverso, la potenciación de lo colectivo, el entretejido de lo deseable con lo posible desde la fuerza de la multitud en debate permanente.
Tampoco se ha dado que un líder sindical traslade automáticamente sus votos desde la multiplicidad sectorial a la multiplicidad popular. Este es un signo de la singularidad de lo sindical como parte de lo político, aunque es una práctica muy útil para el “abc” de la política organizada: la elección de autoridades, las asambleas periódicas con posicionamientos elaborados, la promoción permanente de nuevos responsables políticos, lineamientos históricos y grandes objetivos que deben sortear los avatares de gobierno a gobierno.
Uno debiera preguntarse de vez en cuando, por qué Perón construyó liderazgo desde el diálogo con los trabajadorxs organizados y sus primeros palotes de conducción política los hizo con los sindicatos. Digo… para ir retomando eso de aprender de la propia historia, de la propia práctica.