Cinefilia: La Dolce Vita, un entre-líneas necesario

La noción de clásico sugiere una serie de posibilidades en tanto producción cultural. No creo desatinada la idea de considerar sus fines específicos, pero es necesario completar las ideas y poner la obra de autor en relación con otras variables de análisis. Así, un clásico puede aportarnos información acerca de la sociedad en el momento en que fue producido. Difícilmente deje afuera situaciones que ameriten ser dichas o reflexionadas en todos los tiempos. En este sentido, para entender a estas producciones de época, es necesario desandar su construcción, animarnos a retirar de las cebollas las catáfilas (hojas) para bucear más profundo y llegar al brote.

El 5 de febrero de 2023 se cumplieron 63 años del estreno en Milán[1]de La dolce vita, de Federico Fellini. Esta obra ha pasado a la historia del cine como un clásico y, como tal, puede ser vista y analizada en sus diferentes aristas. La película podrá ser entendida en sus metáforas, la banalización del sufrimiento del otro o la angustia de sus personajes, si se tiene en cuenta que para los 60s Italia fue un lugar elegido por la industria norteamericana para realizar algunas de sus grandes producciones. Se usaron los estudios de cine para llevar a cabo realizaciones extranjeras, y no fueron pocos los actores y actrices italianas que firmaron contrato con el país del norte. Como consecuencia de ello, ingresaron dólares e “ideología foránea”.

Federico Fellini acusó recibo del estado de situación, presentó La dolce vita y causó un sismo con su audacia en más de uno de los espectadores que la vieron en el cine de Milán. Resultó ciertamente difícil para la creme de la societé no encontrar su estereotipo en el filme. Fellini planteó también algunas preguntas sobre el riesgo de una pérdida de identidad ante la llegada de “lo extranjero”. Es común ciertamente que se mire de costado aquello que llega de afuera y se instala, sin analizar qué sustrato fue favorable para que esas semillas germinen. Los argentinos habitantes de la “tierra de oportunidades” tienen no poca experiencia en torno a estas cuestiones. Aquí se habla poco de los condicionantes, los contextos y las decisiones que se toman al respecto.

Como se adelantó, el director italiano tomó con su obra “el toro por las astas” para la tierra propia, luego de que provocó un corte con el neorrealismo que lo vio nacer, puso sobre el tapete una gran metáfora sobre la sociedad italiana de su época. En ella no hubo tema que no quedara sujeto a la banalización oportuna y de los más caros a la historia del viejo mundo. Así, pueden verse en diferentes escenas, cómo aquella que abre la película: a un Cristo gigante que con sus brazos abiertos parece bendecir a Roma desde un viaje en helicóptero (cuando en realidad es trasladado); la concurrida vidriera irrespetuosa de la Vía Veneto donde muchos glamorosos se encuentran, buscan aparecer ante los pares y los paparazzi, o escapar de ellos; en las orgías insinuadas que mezclan nobles, burgueses y gente de los medios de comunicación y en el final cuando la extrañeza hace de una quimera la necesidad, que muestra que no todo está inventado y que las vanguardias no han muerto. Claro, dicha entidad quimérica llega del mar, y ese no es un dato menor.

El cine, como expresión del arte, brinda la posibilidad de acercarnos al autor y emocionarnos. Sólo pensar en la reposición de alguna de estas obras en la pantalla grande pone a volar mariposas en la boca del estómago de los cinéfilos. Sin embargo, el complemento de una mirada y el análisis desapasionado de los clásicos, tal como el que hemos tratado, con el aporte de otros elementos para hacerlo, nos permite entender de idiosincrasias y realidades que no son tan ajenas a las nuestras.

 

[1] Citado por Alpert, H. (1986). Fellini. Biografía e historia. Buenos Aires. Javier Bergara editor.

Eduardo Marcelo Soria
msoria@huellas-suburbanas.info