
06 Mar Cambio en las rutinas escolares ¿para qué? ¿cómo?
Cierto es que en el ámbito de las escuelas no son pocas las cosas que vienen cambiando. En apariencia se remueven prácticas que durante años poblaron las aulas nos acostumbraron a lo escolar con una fisonomía propia. Junto con ellas se modifican, también las modalidades de vínculo con el saber y la convivencia, estas son algunas de las variables que afectan en mucho la dinámica institucional. Cuando transitamos las escuelas, percibimos que no son pocas las rutinas escolares que sufren el impacto de la modificación. Claro está, no han sido pocos los que afirmaron y los que sostienen que la educación es cambio y que es deseable que se produzca. Desde esos argumentos sería previsible que algunas cosas sean sustituidas por otra.
Sin embargo, la educación es cosa seria y acumula no pocos asuntos irresueltos. Por eso, creo que es importante que nos detengamos un momento y reflexionemos como educadores, padres, estudiantes acerca del sentido de los cambios. Pero, cabe una pregunta esencial que no debe olvidarse ante cualquier tentación ¿para qué los cambios? ¿qué cambia en educación cuando algo cambia? La cosa no es tan sencilla. Digamos que cuando ciertas las rutinas escolares (tareas, modalidades de enseñanza, libros, modos y soportes de comunicación, entregas en clase, evaluación) se modifican y remueven no son pocos los malestares y las formas que involucra ese movimiento. Entonces, podremos además preguntarnos¿qué quedará en ese lugar donde antes había una rutina que buscaba afianzar un hábito o valorizar el trabajo por sobre todas las cosas? Máxime cuando forma parte de la cultura escolar[1].
La pandemia de COVID 19 viene acompañando al hombre desde hace unos pocos años y seguramente lo hará, tal vez, de manera controlada,aunque cada vez será menos evidente, al menos para gran parte de la población humana. Es esperable que, a medida que los sistemas de inmunización mejoren, combatir los virus causantes. Cuando en 2019 la citada epidemia[2] recaló en Argentina ocurrieron cambios en las rutinas escolares y en las modalidades de vínculo con el saber. Estas modificaciones trajeron no pocos problemas, los que se constituyen en nuevos asuntos irresueltos en diversa escala: en las instituciones y en las políticas de Estado para seguir enseñando y aprendiendo. Claro que, la tragedia sufrida fue en sí extrema y trajo problemas colaterales y toda modificación amerita tiempo y estudios en torno a la cuestión. Deben participar en eso todos los actores directivos, ministros, docentes, familias en la resolución de esas cuestiones.
Existe un marco legal y ético que se edifica en torno a la educación como derecho y la escolarización como deber indelegable del Estado Nacional.
Sin embargo, en ese contexto no son pocos quienes quedan al margen de las resoluciones. Vaya uno a saber porqué. Veamos, a manera de ejemplo, el caso de una docente que escribió e hizo circular un cartel y el desentendimiento que a mi juicio ameritó un tratamiento por lo menos institucional.
“Queridos Papitos…Atiendo a su solicitud de no enviar tareas para la casa, porque es de nuestra “responsabilidad” como profesores enseñar las materias y no de ustedes, es por eso que quiero pedirles que no manden más a la escuela niños irresponsables, faltos de respeto, sin bañarse, deshonestos, flojos y prepotentes, porque esa es su “responsabilidad” y no la deben delegar en nosotros. Gracias.”
Seguramente que el golpe asestado por muchos de sus destinatarios devuelva pensamientos contrarios con la esfera de lo ético y de la educación como un derecho de todos y todas. Es claro que su efecto denota no solo malestar social y la imposibilidad de pensar que como docentes no solo tenemos corresponsabilidad en el desarrollo de nuestro rol, distintas herramientas, jerarquías que operan de manera anterior al aula para poder atacar un problema escolar. Asimismo, es lógico pensar de manera anticipada y colectivamente, principalmente en la institución o subsistema que debe moderar cualquier efecto no deseado antes de dar respuestas a la comunidad. Así, debería de operarlas rutinas que hablan de organización escolar para alcanzar los derechos.
Cabe reflexionar, entonces si ciertos cambios en la comunicación, la práctica, el refuerzo o la retroalimentación, estudiar, la lectura o lo que normalmente llamamos “tarea escolar”, parte de las rutinas escolares que debe ser una fuente de negociación. Además, es necesario pensar si en tanto agentes de una escuela podemos hacer alardes de autonomía y “despacharnos solos” cuando las cosas llegan al límite. El sentido anticipatorio, la reflexión, la corresponsabilidad y el trabajo cooperativo no deberían de cambiar o estar en falta en el modo de resolver situaciones escolares para evitar problemas.
Considero que ese análisis previo y desde las instituciones debe poner entre paréntesis la realidad social, la cual será deseable atraviese la escuela y pueda ser material de trabajo.
[1]Para profundizar el concepto se recomienda la lectura del libro de Regina E. Gibaja (1996) La Cultura De La Escuela. Creencias Pedagógicas Y Estilos De Enseñanza. Buenos Aires. Aiqué. El texto presenta una muy buena investigación acerca de las teorías implícitas y de las rutinas exploradas en un grupo docente de primaria.
[2]En carácter de pandemia dado que afectaba al resto del mundo.