Barranca abajo

Es muy difícil brindar un panorama alentador, cuando se piensa, se escribe y se vive desde la vereda de los desposeídos, de este y de todos los pueblos del mundo.

Atravesamos una prolongada etapa de la decadencia del capitalismo en su fase imperialista, y ello no es en absoluto gratuito para las masas de trabajadores.

En su desesperada obsesión por sostener y relanzar una feroz unipolaridad, el bloque que encabeza la gran potencia del norte y varios gobiernos lacayos –entre los que se procura establecer, por supuesto bastante a la zaga, el presidente Mauricio Macri- buscan torcer la tendencia a la multipolaridad instalada en los últimos años, y para ello parecieran estar decididos a “minar” de conflictos el planeta, en una escalada armamentística y desestabilizadora de gobiernos soberanos que, en el mejor de los casos, nos interpela en un océano de incertidumbre sobre lo que vendrá. Y no apelan, precisamente, a la poesía para revelarnos con la locura de su accionar, cómo será lo que después será, de persistir en este plan de aplastamiento de toda voz disidente, sea con los métodos que deban ser en cada contexto y circunstancia.

Mientras el mundo capitalista desenmascara –una vez más- sus monstruosas facciones de lucro ilimitado y muerte,  nuestro país asiste al desfile desembozado de un plan bien aceitado de liquidación y eventual disolución del Estado nacional. Un cóctel explosivo se yergue delante del pueblo argentino, con inflación, desempleo, pauperización de la condición de vida de las mayorías, paritarias a la baja, estigmatización de minorías varias, creciente militarización de la vida urbana y ni que hablar en las protestas sociales; y del otro lado, el retorno a la bicicleta financiera, la reivindicación no tan velada del trabajo esclavo en el acto por el 1° de Mayo que organizó el “primer alcahuete” del Presidente de la Nación, Gerónimo “Momo” Venegas. La ostentación de los que ganan en la orgía neoliberal, el retorno a la frivolidad multimediática más ramplona, la mezquindad casi emplazada como un “modelo” social a imitar y un sostenido intento por degradar la condición educativa y cultural de las mayorías de quienes habitan este suelo, con el inconfesable objetivo de someternos al discurso del “fin de la historia”, ahora de manera concreta y definitiva.

Parece casi una escena digna de un culebrón, ser testigos cotidianos, a la vez, de la lentitud y hasta la inacción –por la razón que fuere- de gran parte de las fuerzas político sociales y sindicales que deberían estar plantándosele con firmeza al proyecto más devastador de la dignidad nacional que se pueda recordar en varias décadas. Pero no. La bendita interna nunca termina de zanjarse. Las discrepancias dentro del conglomerado que mayormente –pero no todos ni mucho menos- merece ser situado dentro del espectro opositor al macrismo, suelen privilegiarse por delante de lo verdaderamente trascendental.

Se aproximan las elecciones de medio término e, independientemente de lo que “canten” las encuestas, prosigue el mismo drama de la pugna por intereses sectoriales y de “rosca”, mientras asombra la celeridad con la que el establishment continúa desactivando derechos sociales y compromete seriamente el futuro del país en términos de soberanía.

Como afirmé al inicio de estas reflexiones: es muy difícil, dentro del estado de situación actual, brindar un panorama alentador. Pero sí puedo evocar al gran Rodolfo Walsh, tan preciso en muchos de sus diagnósticos, cuando desde su cuento “Un oscuro día de justicia”, sentenció en forma –dolorosamente acaso- perdurable hasta nuestros días, que “el pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo y que de su propia entraña sacaría los medios, el silencio, la astucia y la fuerza…”