
05 May 90 susurros en el desierto
¿Quién me abrirá los cajones?
¿Quién leerá mis canciones con morboso placer?
(“Si la muerte pisa mi huerto”, J. M. Serrat)
Tiempo de realizar pequeños y siempre provisorios balances. Ingratos e incómodos, las más de las veces. Únicamente productivos si ellos sirvieran para revisar y modificar aquello que no funciona y reforzar lo que marcha por carriles adecuados. Pero cuando fallan las condiciones generales, la proyección y programación termina sustituyéndose por el mero subsistir. En la vida cotidiana para millones y millones de compatriotas, y en lo micro sucede exactamente lo mismo con esta publicación zonal, para no hacer generalizaciones que no corresponden.
Algunas veces, para sincerarse con nuestro fiel público lector, me pregunto en calidad de comunicador y de director de Huellas, cómo ha sido posible llegar hasta estas instancias de 90 ediciones y 9 años de perduración, cuando tenemos todo el viento en nuestra contra, a saber: Desde la pauperización económica general, cuyos efectos comenzamos a padecer de modo incipiente en cuanto al costo de nuestros insumos, ya desde mediados de 2017, pero que se nos fue agravando de manera sostenida y contundente desde los inicios de la pandemia a esta parte.
Nadie ni nada me harán callar estos datos concretos de la realidad.
Las dificultades crónicas, con muy escasa colaboración externa, que pone mes a mes a Huellas Suburbanas en el sórdido trance de salir o dejar de ser, encuentra su mayor crisis y agravamiento desde 2021 ininterrumpidamente hasta estas épocas actuales. Esto también viene de la mano con la clara política institucional y comunicacional a escala nacional de “convivencia pacífica” con los grandes multimedios nacionales (política comunicacional que, como todos ya sabemos, a quienes la diseñaron y decidieron implementar, no les sirvió para nada), se ha dejado totalmente de lado a los medios populares y de inserción territorial comunitaria, zonal o a lo sumo de cobertura entre segmentos regionales focalizados, y se prosigue transfiriendo la gran parte de la “torta” publicitaria a mantener contentos a aquellos megamillonarios propietarios o accionistas principales de ese puñado de multimedios, en lo que perfectamente podríamos catalogar como una política en las antípodas mismas del espíritu de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. O, dicho de otro modo, una continuidad total respecto a las directrices encaradas en esta materia durante la gestión presidencial anterior.
Hay excepciones, por supuesto. Las obsecuencias siempre cotizan muy bien, casi tanto como los extorsionadores que cotizan por su silencio. Pero, de fomentar a la comunicación, al periodismo realmente independiente y autogestionado hasta niveles de austeridad franciscana, mejor ni hablar. No está en agenda, y todo indica que así seguirá sucediendo.
Sé que muchos me reclamarán que omita este tenor de editoriales, que podría herir susceptibilidades político ideológicas entre muchos lectores y lectoras, pero finalmente uno no construye Huellas Suburbanas para complacer a algunos y disgustar a otros, como si la vida misma se redujera a un patético partido de fútbol entre clásicos rivales.
Llevamos 90 ediciones, con defectos y virtudes, procurando compartir informaciones y puntos de vista signados por una ética de la honestidad intelectual. Y promoviendo diversidad de enfoques y multiplicidad de voces propias de la más elemental cosmovisión democrática… que los discursos monolíticos aburren y sobrecargan en redundancias, alejando al lector libre e independiente de esa clase de páginas o audiciones que se precien de librepensantes.
Nuestro diseñador web, Francois Soulard, incansable compañero de horas lerdas, como diría el poeta, alguna vez enfatizó aquello de “hacer una fortaleza de nuestra debilidad”. Quizás ése sea el motor conceptual, ya con poco combustible, que ha permitido llegar hasta esta edición 90 de esta propuesta periodística. Y también la de señalar y denunciar las realidades más acuciantes desde las entrañas de nuestro querido pueblo, sin importarnos a qué sector le afecte tales divulgaciones, cuando lo que prima es la búsqueda de verdades y de hechos tan palpables como incontrastables, y que hacen a la conformación de una agenda informativa desde y para el pueblo trabajador.
Seguimos intentándolo, desde distintos ángulos temáticos. Porque como dijo aquel genio-loco de Antonin Artaud “(…) el deber del escritor no es ir a encerrarse cobardemente en un texto, un libro, una revista de los que ya nunca más saldrá, sino al contrario, salir afuera, para sacudir, para atacar a la conciencia pública… si no, ¿Para qué sirve?”
La seguimos la próxima.