60 redondo

Vaya una breve introspección «retrospectiva» para celebrar el número 60 de la revista. Conocí al equipo de Huellas suburbanas a fines de 2015 desde los intercambios que se daban en la red de comunicadores del Mercosur. Esta última trataba de aglutinar medios locales y compatriotas haciendo práctica de la comunicación en el sentido de valorizar una visión latinoamericanista y popular. El tiempo político en aquel momento era más favorable para ese rumbo. El proyecto de Huellas suburbanas me interesó por su carácter local y autogestionado. Estaba arraigado en el municipio de Morón, en pleno conurbano bonaerense. Había conocido antes algo de la realidad de ese territorio a través de redes sociopolíticas y la problemática cuenca Riachuelo mediante la Autoridad de cuenca Matanza Riachuelo (ACUMAR). Pero nada mejor que un medio pequeño, moviéndose más ágilmente por fuera de los filtros ideológicos y de los paraguas organizacionales para entender la espesa realidad del conurbano.

La revista era humilde, artesanal, no exenta de miradas ideológicas obviamente. Pero liviana, independiente y territorializada. Daniel Chaves, su fundador y coordinador, la impulsaba con una pasión «desinteresada» por el periodismo, combinando editoriales, entrevistas, coordinación editorial de un círculo relativamente amplio de colaboradores y diseño básico con herramientas informáticas. Su contenido articulaba noticias locales y temas estructurales vinculados a la política internacional, nacional, la esfera del trabajo, involucrándose no sólo en la producción editorial sino en el terreno de la acción colectiva donde uno se tiene que exponer, marcar presencia en la arena sociopolítica, colaborar, poner el hombro, restituir y corregir escritos…etc. Cooperamos para elevar la revista a un nuevo formato web e impreso. También para sumar nuevas voces.

A fin de cuentas, con seis años de existencia, la trayectoria de la revista me parece sintetizar muchos temas que atraviesan la comunicación popular en Argentina. Es una radiografía de muchos acontecimientos y de una forma de practicar la ciudadanía y la política. Resaltaría solamente tres hilos aquí. Primero, la revista logró sobrevivir a varios vendavales, entre ellos el del 2015-2019. No sin vértigos obviamente, entre ellas financieros cuando el empleo, el consumo y otras cosas de la vida se venían abajo. Sobrevivió gracias a los costos de producción mínimos de la revista y sobre todo por un proyecto que quería seguir manteniendo lucha informativa, solidaridad, participación ciudadana y política. Esta fuerza propia, relacionada con un compromiso para elaborar un periodismo digno e independiente, me parece fundamental en el campo de la comunicación que sigue siendo percibido como algo instrumental. Por otra parte, la revista sacó una radiografía cruda de la cultura política local. La agenda política hizo funcional una parte de los medios de Morón, además de cooptar directamente algunos para que sean meros repetidores de un discurso superficial. Trató de modo muy discrecional la pauta oficial, supuestamente regulada por la fusión en 2015 de la ley Argentina Digital y la de medios. Si bien hubo algunos periodos propicios, la cooperación con el municipio se volvió muy inestable y degradada, tirando por abajo la agenda por una ciudadana comunicacional más digna, en clara dicotomía con aquella lucha del 2009 por la ley de medios.

Por último, y no es menor, la revista se chocó con sus propios atavismos ideológicos y debilidades conceptuales. Varias veces fue difícil entender los acontecimientos nuevos, y por eso romper con la comodidad de «lo ya pensado». Así fue con el derrumbe institucional en Bolivia (2019), las movilizaciones en Brasil a partir del 2014 o la crisis latinoamericana en general, procesos que iban a contrario de las aspiraciones regionalistas. La revista expresó naturalmente estas divisorias.

Sin embargo, tengo la sensación que ese lugar de amistad periodística, de mayor movilidad e independencia, es el lugar propicio para un periodismo independiente y renovado. Ser débil y pequeño es claramente una ventaja cuando los grandes actores dejan su agenda de profundización de la ciudadanía y de la innovación cultural. A condición de transformar su debilidad en fuerza. Y por ahí sigue Huellas suburbanas.

Francois Soulard
francois@rio20.net