
14 Oct Y si lo dice Chinchín…
Nadie ignora la crisis colosal que nuestro pueblo padece desde hace un largo período de tiempo en materia de incremento de los precios de productos, que conforman la canasta básica de alimentos que consumimos para nuestra supervivencia diaria. Tampoco a nadie escapa la íntima convicción de la presencia, cada vez más explícita, de grupos empresariales especulativos que remarcan y sobre-remarcan precios, un poco en su afán de sacar mayor lucro en su oportunismo ante una crisis inflacionaria como hacía 30 años no padecíamos –y que ellos contribuyen decisivamente a que conserve brutal vigencia- y otro tanto de pura estrategia extorsionadora y disciplinadora ante un gobierno a todas luces débil y que, ya culminando su período de gestión ejecutiva, ha sido ineficaz para solucionar esta problemática a favor del pueblo trabajador.
En dicho contexto, a lo largo y a lo ancho de nuestro territorio nacional, podemos experimentar las consecuencias de todo lo anterior, en el sencillo acto de concurrir a realizar nuestras compras esenciales al almacén de barrio, al autoservicio, el hipermercado colmado de productos “Premium” completamente dolarizados, o cualquier otro comercio de cercanía que se ocupe de alguna de las variables del rubro alimenticio, incluidos los llamados maxikioscos.
Sin embargo, siempre aflora alguna feliz excepción que, desde su emprendimiento comercial, procura darle pelea a esta problemática del aumento desmedido de precios, incluso a pesar de estar jugándosela a contrastar contra la mayoría de competidores que le rodean en su área de influencia comercial.
Uno de esos simpáticos casos es el de “Chinchín”, una dama oriental que la pelea desde hace varios años con su autoservicio en el corazón céntrico de Morón, que por cierto proporciona empleo a 4 ciudadanos argentinos y tiene la personalísima particularidad… de ser una “amiga de todo el barrio” por su constante simpatía y predisposición al diálogo en un castellano más que aceptable.
Pequeño, con algunos sectores casi sin margen para circular, muy abundante en aprovisionamiento de mercaderías y también generoso en la diversidad de marcas, precio y calidad disponible, el autoservicio que comanda Chinchín siempre tiene clientela, a cualquier hora del día. Y no es casualidad que así suceda; Chinchín tiene precios harto competitivos en casi toda su línea de productos a la venta. El local, vale aclarar para despejar toda clase de prejuicios típicamente “argentos”, posee adecuada higiene –incluso ello resulta fundamental en un contexto urbano como lo es el casco céntrico de Morón, donde habitualmente se pueden divisar roedores cruzando las veredas, en diferentes horarios del día- y en algunos casos, sus precios le ganan a similares estructuras comerciales de la zona, no orientales cabe señalar, por hasta un 40% de diferencia. Si en tal zona es fácil encontrar a una bebida gaseosa de primera marca, botella no retornable de 2 ¼ litros, por encima de los $1200 y hasta en algunos maxikiosco orillando ya los $1500, Chinchín las vende a $900. Y así sucesivamente, en casi toda la lista de productos.
Tan significativo ha sido este hecho fáctico para quien garabatea estas líneas, que días atrás, decidí abordar a la querida Chinchín en esta temática, e ir al “hueso” con mi pregunta, so riesgo de toparme con cualquier clase de respuesta evasiva y de compromiso.
Sin embargo, y muy lejos de aquello, Chinchín escuchó mi consulta acerca de cómo podía sostener precios que le ganan al resto de sus competidores del barrio centro, y con su habitual sonrisa y ese inconfundible y entrañable timbre agudo en su pronunciación de “cocoliche argenchino”, me respondió lo siguiente, y lo escribiré respetando su fonética:
“Sucede que yo malco pala ganal, yo no malco pala lobal”.
Castellanizando un poco más lo ya evidente: Chinchín dijo que no marca, o actualiza, los precios para “robar” al consumidor, sino sólo para “ganar”, entiéndase, lo que considera justo y que le permite mantener su fuente de ingresos, su comercio y a su pequeño plantel de empleados.
Por si no quedó claro: Trabajar para ganar lo justo, sin abusar del bolsillo de sus clientes. En esa breve máxima de Chinchín, queda resuelta una buena parte de la crisis de descontrol de precios que vemos y padecemos por doquier.
Traigo este dato a modo ejemplificador de otros muchos valientes comerciantes, que seguramente se la juegan a reducir rentabilidad para no dañar desmesuradamente al bolsillo de sus clientes.
Se llama solidaridad. Se llama sentido de pertenencia con su entorno. Y se llama saber de ética comercial, con un telón de fondo inocultablemente humanista en todo su accionar. Para todo esto, no es necesario tener una bandería nacional de origen; queda demostrado que un migrante, chino en este caso, puede desarrollar y desenvolverse mucho mejor que tantos otros nacidos en esta tierra, y que por puro sentir egoísta e individualista, están al borde de arrojar un país al despeñadero de la rapiña de esta versión obscena y cuasi “solitaria y final” del sistema que nos rige, que es esa monstruosidad definida como “anarco-capitalismo”.
Frente a ello, sigamos eligiendo el lado Chinchín de la vida en sociedad. Apostemos siempre, como hace ella y tantos otros, a caminar juntos sin soltarle la mano a nuestro prójimo.