¡VIVIREMOS, VIVIREMOS!

Trenes que van y que vienen sin una frecuencia cierta, todos ellos repletos de gente… llenos de personas. Están debajo los gerenciadores pacíficos que representan a miles de supervisados vencidos y ausentes.

Están otros como líderes marabunta que salen y vuelven.

Otros están despiertos en sueños perdidos.

Así es pibe, así-así-así.

Caminaban por el cementerio los espíritus, no había en ellos diferencia alguna. Todos, absolutamente todos. De ahí su igualdad homogénea frente al vacío inevitable de ficción abrumadora. En ese lugar las almas denotan vivas.

Bajaron del tren. Fueron apuntalados por diversos directores, lazarillos de muchas de sus desgracias. Los caminantes saben de los cementerios en donde no hay paz… sólo igualdades en descanso eterno porque los involucrados yacen muertos.

Así como las piedras no han podido petrificar emociones, fueron los conductores paganos quienes han arrojado nuestras creencias a los designios marabunta.

¡De pronto!… aparece un camino, a primera vista se lo divisa confiable, se lo percibe entero. Ahora vamos a poder caminar en él hasta el final de su brazo. Para nosotros será éste el sendero definitivo. En él nos conduciremos alegres y seguros. El recorrido esta vez es nuestro por la simple razón de pisar suelo firme.

Sin embargo, en la prometedora travesía a cielo abierto que se impone, cae sobre tus hombros y sobre los míos, el polvo a modo de caspa que viene arrastrando un viento enérgico e intimidante, junto al vaporoso llanto de viejas nubes acumuladas y a un calor agobiante producido por la luz que se empecina a estar por encima del suelo y por debajo del cielo.

Queremos transitar el camino en tren, en auto o a pie. Sin líderes ni ferroviarios, sin gerenciadores de marabuntas. Con el espíritu y sin los espirituales.

Sabemos que las piedras carecen de alma y confiamos en el brazo sincero de un camino que se muestra  posible y generoso.

En todo lo demás no habrá diferencia: a esta unidad de sentido que realiza en cada una de nuestras vidas una suerte de predicado verbal simple de “vivir”. Somos el objeto directo de “saber y de elegir” y el complemento circunstancial de “aquí”.

No vamos a morir en los cementerios de las muertes vivas en la medida en que no podamos recorrer el difícil camino, cual sabremos decidir su bondad.

De eso se trata, se trata de conocer por dónde viene rodando la insensible plaga, también se trata de evitar la locura que nos produce el engaño hiriente cuando sobreviene confeso o mejor aún, la idea de no renegar a la esencia humana que nos libera siempre, aunque imaginen que la fuerza física en masa hará de muchos de nosotros erráticos vagabundos bajo los efectos un voraz capricho de hormiga marabunta.

Italo Selser
italoselser@huellas-suburbanas.info