Vivir a la intemperie en Morón

Jorge tiene 53 años. Naturalmente, parece de 65 o más. Hace nueve meses que duerme acurrucado sobre una vereda, a menos de 100 metros del palacio municipal de Morón. De cada diez personas que pasan, una le echa una mirada efímera. De cada cien, quizás, un par de transeúntes sientan alguna clase de conmiseración. De cada quinientos, un alma buena lo saludará y hasta le obsequiará algo para paliar el frío, la lluvia, el desamparo y la deshumanización total a la que este ciudadano se ha visto empujado por diversas circunstancias.

Un colchón podrido –en el mejor de los casos-, un bolsito con lo mínimo, que nunca alcanza. La memoria, atenta al día y la hora para saber en qué rincón de Morón, esa noche, se dará de comer a los que arrastran su mismo infierno. Buena parte de su lucha se concentra  en seguir respirando, en atravesar victorioso una nueva madrugada. En abrir los ojos ante un nuevo amanecer. Metáfora de la última ilusión de los últimos de una cadena social impregnada de egoísmos, desprecios y pestilencias de toda índole bajo costosas prendas y magníficos automóviles, de esos que también solemos contemplar mientras se pavonean por los destrozados asfaltos de un municipio que sabe asimilar la miseria extrema, aparentemente sin el menor remordimiento.

Buscan un baño donde higienizarse, donde recobrar una mínima dosis de dignidad personal. Pero nadie se los ofrece, ningún restaurante les permite pasar. El hedor los acompaña. El caldo de cultivo de las más diversas enfermedades, es la parca que pende de sus cuellos las 24 horas del día, todos los días, sin solución de continuidad.

El sociólogo y especialista en comunicación política, Daniel Rosso, sostuvo días atrás para un reportaje que le efectuaron en Radio Caput, que quienes conforman el Frente Cambiemos (ahora Juntos por el Cambio) “intentan suplantar a la realidad con la comunicación: si lo lograran, habrían inventado una Matrix”.

Llueve y hace frío. Pero por sobre todo, llueve. Efecto climatológico que para estos compatriotas significa la sustitución de las llamas del infierno de Dante por estos latigazos de agua que desgarra su esperanza, pulveriza el sistema inmunológico, acelera el reuma, anticipa artrosis fulminantes, úlceras insoportables, múltiples dolencias que no matan pero torturan implacablemente, día tras día. Hasta el anunciado y prematuro final.

Las escalinatas de la Universidad de Morón testifican, sobre Machado esquina Cabildo, otro desterrado que se protege de la crueldad un poco atmosférica, pero en su mayor parte, de origen social. Otro no corrió la misma suerte, y se empapa debajo de una frazada, sobre la vereda. Apenas alcanza con caminar algunos metros, y después de cierta hora del atardecer, asoman dos, tres, cuatro familias en idéntica situación. Lo mismo sucede en los alrededores de Plaza La Roche, dentro del hall de algún banco, apostados contra cajeros automáticos cuyo único uso para estos hermanos en desgracia, es el de protegerlos de los mil riesgos que acarrea el pelearla a la intemperie.

Los que ven con buenos ojos sumirse dentro de la ya mencionada “Matrix”, no pueden confesar su conformidad absoluta con el actual estado de las cosas. En el mejor de los casos, y si uno fuerza un poco la conversación, se mostrarán contrariados y dirán  que les “hace mal hablar de estos temas”. Luego se burlarán de los “negros” en sus tertulias familiares, abrigados y bien alimentados, celulares última gama en mano. Los más generosos de dicho sector social obsequiarán una prenda rota o descocida y ya sentirán que están libres de culpa alguna. Cuando de lo que se trata es de enmendar esta tragedia multitudinaria que no para de agigantarse, para lo cual sólo resta modificar de raíz el orden actual establecido, y que bajo un marco económico, político, comunitario, cultural y ante todo, regido por una mirada profundamente humanista hacia el prójimo, podamos reconfigurar nuestro presente, aplacar las llamas de un futuro tan oscuro como incipiente, e incomodar a quienes haya que incomodar para que la cobija alcance para todos, sin excluir a nadie, y privilegiando a los más pobres, que son los primeros en quienes debemos pensar al momento de delinear cualquier nuevo proyecto de país, a sabiendas que no tienen más tiempo para esperar.

Ya han esperado demasiado. Ya los hemos defraudado demasiado.

Pongamos lo que haya que poner, y dignifiquémonos todos, en tanto comunidad, de una buena y definitiva vez.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com