
09 Sep Violencia mediática
Mariano Moreno, aquel estadista, escritor, figura cumbre del periodismo, prócer indiscutido del nuevo Estado argentino nacido el 25 de Mayo de 1810, ocupa un lugar singular e irremplazable en nuestra historia. En una ajustada lectura de su “Plan de Operaciones” encontramos pasajes de admirable lucidez y sentido crítico e inusitado para la época, por caso: “los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestran, ni oyen más que lo que se les dice”. Esta afirmación moreniana implica una profunda mirada sobre nuestro conflictivo presente.
Vivimos un mundo en el que el miedo y el cinismo están siendo usados en forma persuasiva y perversa. Es el tiempo de la post-verdad, la construcción de poder a través de los medios de comunicación social sometidos a un modo de coordinación de carácter totalitario. Esa es la sensación más grande de poder que existe hoy. Es una reacción contra gobiernos nacionales populares y democráticos, y esto es, en suma, piedra basal de la tragedia que soportamos los argentinos.
Perdimos el monopolio de la verdad oficial, que al menos era argentina y admitida por el pueblo, y nos enfrentamos al poder mediático que controla a su vez la palabra impresa con periodistas audaces y agresivos, que con la mentira lisa y llana deforman toda información.
Actúan con métodos aberrantes cuando pretenden degradar a un político ¿Cómo se instauró el odio a Cristina Kirchner? ¿Cómo se logró el ataque a Dilma Rousseff?.
El odio al kirchnerismo no tiene límites. Se lo odia porque tocó intereses y se encarnó fuertemente en sus dos líderes, estableció la lucha por los Derechos Humanos, distribuyó la riqueza lo más que podía, afectando a sectores importantes, tocando sus intereses, y se enfrentaron a un medio como el Grupo Clarín y su poder mediático. Y dicho poder mediático los destruyó.
Cualquier ciudadano argentino con o sin experiencia periodística tendrá que admitir que la prensa oficial asfixia con su tarea despolitizadora. Soportamos estoicamente la mentira y la calumnia ejercida por los medios hegemónicos de comunicación. A través de ellos sufrimos la extorsión de sectores económicos y culturales del establishment, cuya marcha difamatoria ejercida por lo que podríamos llamar “usina de acción psicológica” donde trabajan periodistas obedientes a la cadena del amo.
Las ideas de “populismo” son sistemáticamente eludidas, silenciadas por los medios de difusión masiva, actúan sobre libros, publicaciones, cine, teatro, radio y TV. También la Iglesia Católica tiene considerable influencia en la prensa, una influencia capaz de silenciar muchas críticas. Mientras la prensa hegemónica siga tal como está, centralizada y en su mayor parte propiedad de unos pocos hombres adinerados y de dudosa honestidad, nuestro futuro es más que incierto.