Vencer aún en la derrota

El torneo ya supera la mitad de su duración, dos años y medio de hegemonía ininterrumpida de los favoritos del establishment. El pueblo más bullanguero, el que tradicionalmente mejor supo disfrutar –y disputar- este deporte, se encuentra apartado de lo que consideran ganado por derecho histórico. Pero la rema desde atrás, sudándola lo mejor que puede luego de las últimas derrotas en los superclásicos.

La pelea por la corona quedará circunscrita  a dos grandes escuadras: La del pueblo, con un(a) crack de toda la cancha que pareciera querer volver a exponer una cuota de su antiguo esplendor, ahora acompañada de un caótico rejunte de aguerridos defensores, algunos que exasperan con su prédica del “Fair Play”, otros que abusan del “diálogo” con las ternas arbitrales y la capitanía del adversario de turno; todos aún mal entrenados y peor ensamblados al carecer por el momento, de conducción técnica. Pero, lo que es indudable y todo el mundo sabe, se trata de un conjunto poseedor de estirpe ganadora, y sobrada calidad de juego por más ventaja que otorguen con las insuficiencias antes mencionadas.

Del otro lado, los líderes del campeonato: Híper organizados, con un cuerpo gigantesco de entrenadores, asesores, recursos y kinesiólogos. No cuentan con grandes figuras que marquen la diferencia en el campo de juego, encima abusan sistemáticamente de la pierna fuerte, con deslealtad casi siempre, y cuentan a su favor con el beneplácito de los auspiciantes extranjeros, los organizadores del certamen, los arbitrajes y los periodistas de los multimedios que televisan los partidos y se la pasan emitiendo disparates durante el resto de la semana. Los alienta una escasa hinchada propia, pero que sintoniza muy bien la idea y avala cualquier práctica –por más censurable que sea- que les permita coronarse al final de torneo de cuatro años de duración. Portan estandartes del tipo “Promovemos el Juego Limpio”, “Winners don´t use drugs”, esgrimen trapos añosos con una “V” y una cruz, o dejan colgada de un rincón del alambrado su emblemática “la gente decente está con ustedes”.

El equipo que puntea la disputa, durante la primera rueda se cansó de arrollar a todos los rivales, al precio que fuera necesario (se dice por ahí que son capaces de exigirle a los árbitros que expulsen a todos los oponentes para ganar sin rivales en campo. Y los jueces, digo los árbitros, apremiados a su vez por los reclamos de los auspiciantes internacionales, intentan cumplir con tamañas exigencias). Con este esquema que supo funcionar como un relojito, lograron sacar apreciable ventaja en la tabla de posiciones.

Nada es para siempre…

Pasa en las mejores familias. Dentro de la dinámica de lo impensado, que le dicen, hasta el más organizado desnuda debilidades. Es por ello que no debe causar tanta sorpresa el hecho de que “el Dream Team del Poder”, aún con tremendas ayudas internas y externas, encubrimientos de sus patadones constantes, “ventajas de escritorio” y otras picardías, últimamente haya comenzado a perder o a lo sumo, empatar en varias ocasiones. Eso los ha puesto visiblemente nerviosos; ya no hay globos en las tribunas, los viejos estandartes se descuelgan por temor a pasar un papelón, o bien para salir corriendo si llegase a ser necesario: es que provocaron en demasía a los de la otra tribuna, popular, repleta, tumultuosa. Que la viene peleando en desventaja, es cierto, pero que saben que pueden dar el batacazo en el próximo superclásico y recuperar la punta del campeonato. Porque aunque su equipo aún carezca de una línea definida de juego y luzca desarticulado, es igualmente poderoso… y para colmo el que lidera, por más que lo trate de ocultar, se viene cayendo a pedazos, semana tras semana.

El equipo del establishment tiene plena conciencia de que si pierden el torneo luego de  haber “canchereado” con la cima durante dos años y medio consecutivos, perderán todos los respaldos de los auspiciantes extranjeros, su público es escurridizo y se guardará, raudo y mascullando odio, a la espera de una nueva oportunidad que le otorgue la propia efervescencia poco organizada del equipo del pueblo. Pero mientras tanto, no podrán siquiera pensar en pelear los primeros puestos de la tabla de posiciones, quizás, por muchos años.

El problema acaso más complejo, entonces, radica en que el capitán del equipo que aún conserva el liderazgo, es un niño rico que no admite la idea de perder en algo. Lo cual obliga a estar atentos y pensar si acaso, los organizadores, los auspiciantes y los arbitrajes permitirán, graciosamente, que el equipo del pueblo gane legítimamente su derecho a volver a festejar un campeonato… o si se aferrarán a la corona rompiendo para ello todas las reglas actualmente establecidas.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com