
09 Sep Una sombra ya pronto serás…
Somos la añoranza de lo que pensamos que podríamos haber sido.
Somos el instante en que comprendemos que nuestros objetivos más elevados finalizan en una negociación de acuerdos mínimos.
Somos los testigos y víctimas presenciales del saqueo a nuestras vidas sin gran capacidad de reacción ni represalia popular contra los esbirros del sistema.
Somos compatriotas indignados, atónitos, desgastados, acaso destruidos y algunos no tantos en cantidad, organizados, en una Argentina que no para de desangrarse y que va desvaneciéndose con un ritmo cardíaco cada vez menor.
Somos, en fin, los revolucionarios del siglo XXI, que anhelantes de oxígeno para seguir respirando, aceptamos sin mayores condiciones en lo habitual al “menos malo” de cada tiempo y circunstancia, para gozar del aire que nos permita seguir, aunque cada vez más desarrapados y enflaquecidos tras un nuevo período oligárquico que, en definitiva, toleramos volver a instaurar de cada tanto en tanto.
En un intenso sentir discepoliano, como aquellos versos del tango “Tormenta” (“si la vida es el infierno / y el honrao vive entre lágrimas / ¿Cuál es el bien… del que lucha en nombre tuyo / limpio, puro… ¿Para qué?”) nos vemos convocados por nuestras propias dirigencias populares a una prolongada calma chicha, acaso sensata y hasta inevitable, pero no por ello menos indignante frente a la interminable, sistemática y demoledora avanzada del neoconservadurismo gobernante, contra todos y cada uno de los más elementales derechos laborales, sanitarios y, en resumen, humanos, que supieron conseguir a base de sangre y sudor las generaciones que nos antecedieron, en lucha permanente durante más de un siglo. Y cuando finaliza cada jornada, y nos encuentra la noche vertical somnolientos y abrumados en busca del sosiego de un descanso que repare tantas angustias, nos topamos casi con naturalidad, con otro derecho cercenado, con otros cientos de compatriotas que acaban de perder sus empleos, con cientos de nuevos niños, adultos y ancianos teniendo que asistir a los comedores comunitarios para hacerse de una comida al día, y el resto… el resto esperando… siempre esperando. Recurso sintomático tan del agrado de las fuerzas reaccionarias, mientras éstos gozan “haciendo lo que hay que hacer”.
Pero no todos esperan una orden mágica: San Lorenzo (Santa Fe), Olavarría, Neuquén, Chaco, Río Negro… lentamente casi en medio país arden las llamas, a estas horas, con desesperados intentos de saqueos en supermercados, la consabida represión policial que en la noche del 3 de septiembre se cobró la vida de un menor de edad en la localidad chaqueña de Sáenz Peña. Y como siempre, el pueblo más humilde de pie y dando la pelea por sobrevivir.
Para qué voy a redundar en el desastre generalizado al que condujo deliberadamente el frente Cambiemos a nuestra patria presente y acaso futura: el daño ya está hecho.
Hemos iniciado una tortuosa caída en picada por una de las crisis más grandes de la historia argentina. Y no hay vuelta atrás.
Todo depende, una vez más, de la actitud que interpreten las grandes masas populares y un puñado de dirigentes políticos, sindicales y sociales. Este gobierno y quienes lo sostienen se juegan el todo por el todo y tienen fuertes convicciones para gatillar contra el pueblo ni bien lo consideren oportuno.
Por el contrario, y salvando honrosas excepciones, la dirigencia política opositora fracasó en su intención –si en verdad la tuvo- de impedir el desastre que atravesamos y la tragedia que sobrevendrá.