Un giro en el conflicto palestino-israelí

El nuevo episodio de violencia iniciado con el lanzamiento de un cohete del Hamás sobre Israel el último 10 de mayo 2021 demuestra que el conflicto sigue drenando desmesuras y pasiones como probablemente ningún otro conflicto a nivel internacional. Como sabemos, las raíces del enfrentamiento remiten a heridas heredadas de las dos Guerras mundiales y de la salida de la época colonial europea, condensadas en una disputa territorial. Si el choque sigue pivotando sobre estas heridas abiertas, trae hoy nuevos elementos importantes para recalcar, más aún cuando las reacciones emocionales y mediáticas impiden un análisis objetivo de la situación.

A contrario del verano 2014 donde el acercamiento del partido Fatah con el movimiento de resistencia Hamás distanciado por Egipto y Siria había provocado una ofensiva de Tel Aviv, la reciente ofensiva israelí se envuelve en la parálisis de su sistema político y de un cálculo particularmente aleatorio de parte del jefe de Estado judío. El 23 de marzo 2021, por cuarta vez, Benjamín Netanyahu no obtenía de sus ciudadanos una mayoría suficiente para escapar de la justicia (asuntos de corrupción), permanecer en su lugar de primer ministro y llevar adelante su agenda radical. En las semanas siguientes, no conseguía formar una coalición que incluyera a los islamistas de Raam y a las fuerzas fascistas del Partido sionista religioso, incluyendo los kahanistas del partido de extrema derecha Fuerza judía. Tampoco lograba negociar su acceso a la presidencia del Estado. Al ver fracasar sus maniobras, emprendió una escalada represiva en Jerusalén a través de violencias policiales ejercidas en el tercer lugar sagrado del Islam, violencia que apuntaba in fine a atizar los extremos y provocar la réplica del Hamás1. Otro hito determinante que empujo el líder judío a recurrir a maniobras de polarización fue que el centrista Yair Lapid había conseguido formar un gobierno con todas las fuerzas opuestas a Netanyahu, acordando orientaciones políticas y reparto de los ministerios.

No deja de asombrar el contraste entre estas maniobras políticas internas, la radiación geopolítica del Estado hebreo en la región y los inéditos logros diplomáticos que consiguió a lo largo del año 2020. En efecto, Tel Aviv había firmado en Washington los acuerdos “Abraham” con los Emiratos Árabes Unidos, estableciendo un intercambio de embajadas y una cooperación comercial con la gran petromonarquía árabe del Golfo pérsico, acuerdo literalmente impensable hasta hace poco y no muy respaldado por las opiniones (una encuesta realizada a 27 000 ciudadanos israelís en trece países indicó que sólo un 6 % apoyaba esta “normalización” diplomática). En diciembre de 2020, normalizaba sus relaciones con Marruecos, uno de los países más antiguamente constituido del mundo árabe. Dos años antes, en mayo 2018, el líder judío obtenía que los Estados Unidos trasladaran su embajada de Tel Aviv a Jerusalén, ciudad santa de las tres religiones monoteístas a la cual la resolución 181 de la ONU había conferido un estatuto especial de supervisión internacional. Mientras tanto, los palestinos se veían aún más relegados por muchos de los miembros de la comunidad árabe. Los regímenes, que aún decían apoyarlos, preferían demostrar a través de estas alianzas con Israel que eran mucho más interesados en las tecnologías de punta del Estado hebreo.

Pese a estos avances históricos y con su principal aliado internacional poniendo sus prioridades en otro lado, el líder judío optó por la potencia bruta y descartó seguir en la vía política que se había abierto. No mostró magnanimidad hacia los palestinos ya en posición aún más desfavorable luego del acuerdo con los Emiratos árabes. En lugar de frenar los asentamientos colonizadores en Cisjordania y Jerusalén o de relanzar el diálogo palestino-israelí, es decir de vislumbrar una salida política y asumir un nuevo equilibrio en la región, Netanyahu continuó trágicamente su política de mordisqueo y abrazó de lleno el reflejo ofensivo permitido gracias a su superioridad militar. A finales de abril en el barrio de Sheikh Jarrah en Jerusalén-Este, lo implementó desplazando a familias palestinas asentadas desde hace 70 años que fueron amenazadas de desalojo a favor de colonos judíos ultranacionalistas.

Para explicar esta obsesión guerrera, uno podría buscar variables explicativas en la personalidad ultra-ortodoxa de Netanayahu quien mantiene una relación ambigua con el nazismo. Su padre Benzion Netanyahu es miembro de los “birionims” que reconocen y saludan a la victoria de Hitler. El mismo Benjamín Netanyahu niega paradojalmente que Hitler quería exterminar a los judíos. El hijo, Yair, ofreció hace poco su rostro al partido radical alemán AFD para diseñar un afiche que proclamaba “Por una Europa libre, independiente y cristiana”. Pero en el complejo tablero de las relaciones internacionales, el realismo enseña todos los días que estos rasgos individuales, por más radicales que sean, se evaporan rápidamente si no existe una inteligencia combinada con el uso de la fuerza.

En el terreno precisamente, el fuego militar de esta última ofensiva en Gaza impresiona y no deja de generar una ola maniquea de prodigio e indignación: más de 230 edificios destruidos, 244 víctimas palestinas, decenas de viviendas afectadas generando el desplazamiento forzado de 75 000 personas. El terreno comunicacional está puesto ampliamente a contribución. En el campo palestino, el Hamás utiliza todas las redes sociales, una nueva caja de resonancia que practica desde 2008 para difundir imágenes del sufrimiento de la población y justificar su acción. Encuentra amplios ecos en el mundo árabe y en las poblaciones musulmanas de los países occidentales. De hecho, no tardaron en rebrotar las narrativas anti-semitas, anti-occidentales y hasta genocidas sobre Israel2. En el campo israelí, el ejército usó de forma muy sobresaliente la comunicación alrededor de los últimos combates3 en el telón de fondo de una eficaz propaganda orientada al desgaste de los palestinos4. El arco mediático favorable a Tel Aviv describe a veces de forma casi lírica la pulverización de edificios, la destrucción de plataformas de lanzamiento de proyectiles y el asesinato de líderes islamistas, obviando el apartheid cotidiano impulsado por la autoridades de Tel Aviv. Más allá de esta polarización, cabe recalcar que no tantos medios cubren en profundidad la evolución del conflicto y reportan su actual evolución.

Mientras existen signos de descontento en la población palestina respecto al Hamás que evidencia una vez más la inexistencia de cualquier autoridad política palestina, es en realidad del lado israelí que el apoyo público se va erosionando más rápidamente. En el enfrentamiento de 2014, una encuesta revelaba que sólo el 38 % de los israelíes aprobaba la forma en que se estaban llevando a cabo las operaciones. Más recientemente, una encuesta llevada adelante por la Unión de estudiantes judíos en Francia indicaba que un 57 % de los encuestados tenía una mala imagen de Israel y el 69 % del sionismo, con un 71% atribuyendo a Tel Aviv la principal responsabilidad del estancamiento del conflicto. Existen otras señales más significativas de un movimiento en las opiniones: en mayo 2021, como nunca antes desde 1948, lejos de ser aterrorizados por la policía o los extremistas kahanistas y ultra-ortodoxos judíos, los jóvenes palestinos de Jerusalén defendieron masivamente la plaza de Damasco, sus barrios y su mezquita. Es en realidad la primera vez que los dirigentes israelíes se enfrentan a un levantamiento masivo de palestinos, aunque limitado, en todos los frentes simultáneamente. En vez de quedarse al margen como en los conflictos anteriores, las ciudades llamadas mixtas como Haifa, Lod, Ramleh, etc. fueron testigos de graves enfrentamientos, incendios, batallas campistas e incluso linchamientos.

En el plano militar, en vez de golpear únicamente las ciudades cercanas a la franja de Gaza como en el verano del 2014, los cohetes del Hamás y Yihad islámica (otra organización de resistencia palestina) causaron daños en Jerusalén y en Tel Aviv, nunca golpeados desde 1948. Los analistas militares ya habían señalados en 2014 que las operaciones de ataque son cada vez más estériles y costosas. Es útil recordar que la intrusión de soldados israelís en la franja de Gaza en 2014 se saldó con 66 víctimas del lado hebreo, es decir un costo particularmente alto que cualquier potencia occidental hoy no está lista para pagar. Después del Hezbolá y todavía en menor medida, el Hamás logró alcanzar un mejor umbral operativo al dotarse de una infantería profesional con armas antitanques y antipersonas, así como también de conocimientos tácticos más complejos. De este modo, si bien la dominación militar israelí es evidente, los dos adversarios quedan neutralizados en gran medida por sus capacidades defensivas mutuas.

Los hechos recientes no son suficientes para hablar de un escenario de guerra civil en la medida en que eran sobre todo ataques anti-árabes organizados por grupos de militantes de extrema derecha ayudados por colonos de Hebrón, a menudo con el apoyo activo de la policía; y del otro lado acciones espontáneas de jóvenes palestinos poco organizados. Pero insistimos en que lo nuevo en este episodio es que el conflicto retoma algunos de sus aspectos iniciales, los que prevalecían en 1936 durante los enfrentamientos violentos entre comunidades. Hasta ahora, el conflicto se aparentaba a una cuestión nacional enfrentando dos pueblos alrededor de la disputa territorial. Hoy en día, por parte porque el derecho internacional quedo impotente y porque la idea de un Estado palestino soberano e independiente junto a Israel ha casi desaparecido de la conciencia, ya no se enfrentan sólo israelíes y palestinos sino más ampliamente árabes y judíos. Esta evolución hacia una ampliación étnica y religiosa del conflicto se observa hoy en el inicio de la rebelión de los árabes israelíes5 (árabes poseyendo la ciudadanía israelí e incorporados a Israel).

Puntualmente, es probable que los Estados Unidos, Egipto y Qatar impongan una moderación a los beligerantes. Pero es posible también que la situación empeore. Si desde el comienzo Israel se distanció con una superioridad estratégica, económica, intelectual y científica, su tragedia esta vez ha sido el expandir el conflicto y de no poder convertir un avance diplomático en ganancia política a largo plazo. Encerrado en su potencia militar y sin voluntad para construir esa vía de largo aliento, Israel repetirá una y otra vez las operaciones bélicas. Como decía Heródoto “¿el cielo condenará a los que cometen desmesuras?”.

1L’hubris, la puissance et la faiblesse. Dominique Vidal, Instituto de investigación y estudios sobre el Mediterráneo-Medio Oriente : https://iremmo.org/publications/lhubris-la-puissance-et-la-faiblesse/

2https://www.elpaisdigital.com.ar/contenido/no-es-una-guerra-sino-un-genocidio-planificado/31375

3Las enseñanzas militares de la guerra de Gaza (2014) https://lavoiedelepee.blogspot.com/2021/05/les-enseignements-militaires-de-la.html

4How Israel uses disinformation to delegitimise the Palestinian cause https://www.middleeasteye.net/opinion/israel-palestine-disinformation-censorship-discourse

5Dominique Moïsi, Israel frente al brutal despertar del volcán palestino https://www.institutmontaigne.org/blog/israel-face-au-reveil-brutal-du-volcan-palestinien

 

Francois Soulard
francois@rio20.net