¿Tomates verdes fritos? ¡No! ¡Martes verdes de derechos!

Argentina está viviendo un momento histórico en tanto cuestiones de género desde hace ya un tiempo. Comenzando con cuestionamientos a ciertos elementos de nuestra vida cotidiana como los “piropos” en la calle, llegando hasta la necesaria puesta en explícito de que los asesinatos de mujeres no son “crímenes pasionales” sino femicidios, la lucha por la equidad de los sexos está llegando cada vez más lejos. Hoy el debate por los roles asignados a cada género está en carne viva, así como también la puesta en evidencia de los ninguneos históricos a los que hemos sido sometidas las mujeres, los obstáculos que hemos tenido que superar y soportar, entre otras atrocidades.

En la actualidad, el debate se ancla principalmente en una cuestión clave: el derecho al aborto. Se puede estar de acuerdo o no con la acción de abortar, pero la realidad es que los abortos pasan, más allá de las creencias individuales de cada una de las personas que integra la sociedad argentina. Alzan la voz opinólogxs totalmente informados sobre el tema, los Pro-vida que levantan el feto de la dignidad en pos de la libertad de crecimiento de un ser que aún no se ha desarrollado, con argumentos totalmente falaces en contra del aborto legal.

En Argentina, no sólo una mujer es asesinada cada 30 horas, sino que, de acuerdo con datos del Ministerio de Salud de la Nación, en 2016 murieron 245 mujeres embarazadas por distintas causas. De este total, el 17,6% (43 defunciones) fueron muertes por un “embarazo terminado en aborto” y esto ubica al aborto como la principal causa individual de la mortalidad materna en nuestro país. Dato interesante, teniendo en cuenta que sólo es lo oficial, muchas más mujeres abortan clandestinamente y un gran número de ellas muere a causa de las precarias condiciones donde se realizan estas intervenciones. ¿Estás de acuerdo? ¿No estás de acuerdo? ¿Lo harías? ¿Lo hiciste? No importa, lo que importa es qué pasa, y el Estado y la sociedad no pueden darle vuelta la cara a una problemática que demanda ser atendida desde lo social y lo sanitario.

Además, dejemos las caretas de lado, cada unx de nosotrxs conocen las clínicas, lxs médicxs, los sanatorios y/o lugares donde se realizan abortos. Algunos son exclusivos, otros no. En algunos el dinero compra el ocultamiento de “la vergüenza” de abortar al mismo tiempo que compra la mayor seguridad posible para que la operación sea exitosa. En otros, la desesperación ante un embarazo no deseado lxs llevan a realizarse quién sabe qué, por quién y qué condiciones. Entonces, la cuestión no es el aborto en sí, la cuestión es quienes tienen el derecho de acceder a él. Esto es lo que se está discutiendo.

 Los martes verdes que se están llevando a cabo en las inmediaciones del Congreso Nacional, son la muestra viva de que el aborto legal, seguro y gratuito, es una necesidad urgente. Y lo es, porque es la apertura a la equidad de condiciones para poder decidir sobre nuestros propios cuerpos, a respetar una maternidad deseada y no, una impuesta. ¡Cuidado! Nadie aquí está haciendo apología del aborto como un método anticonceptivo más; lejos de eso, la campaña levanta bien alto la insignia “Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto legal para no morir”. Es fácil. Pero la sociedad conservadora lo complica todo: La Ley de Educación Sexual Integral no se implementa en su totalidad, aún se toma a la sexualidad como un tema tabú en los adolescentes (siendo este estrato uno de los más afectados si hablamos de embarazos y abortos) y aún en este siglo XXI se considera que la anticoncepción es responsabilidad de la mujer. ¿Por qué no hablamos de la vasectomía? Método anticonceptivo ideal, reversible, una operación local, de poco tiempo, sin reposo posoperatorio y sin secuelas en el cuerpo masculino. Hablemos de eso, enseñémosle eso a las nuevas generaciones en vez de hablarles solo del DIU, de las pastillas anticonceptivas, las pastillas del día después, o la ligación de trampas, métodos que no sólo dejan secuelas en los cuerpos de las mujeres porque alteran su funcionamiento hormonal, sino que también están íntimamente ligados al cáncer y a los accidentes cerebrovasculares. ¿Por qué no hablamos del misoprostol? ¿Porque no enseñamos las opciones, en vez de censurar a quienes intentan despejar las tinieblas de información que envuelven a estos temas? ENSEÑEMOS PARA QUE SE PUEDA DECIDIR, no cataloguemos, estigmaticemos o juzguemos, abramos el abanico de opciones para que las decisiones sobre nuestros propios cuerpos sean conscientes y seguras, y luchemos para que, de una vez por todas, el Estado esté allí presente, otorgando seguridad y accesibilidad universal a los derechos. Tomemos conciencia histórica del cambio positivo (no del otro “cambio”) que estamos vivenciando: hay pañuelazo en el Congreso, hay pañuelazo en las escuelas, hay pañuelazo en las calles. La sociedad lo pide a gritos. El Estado tiene que escuchar.

Rocío Rivera
rocio@huellas-suburbanas.info