
05 Mar Tejiendo justicia y paz en Colombia
“En Colombia nacés en el dolor y la violencia”
Conversamos con la periodista colombiana, Angélica Rodríguez, quien se encuentra residiendo en nuestro país por razones de capacitación profesional.
Angélica, quien es hija de militantes populares colombianos desaparecidos, es una activista por las luchas de Género y toda forma de violencia en su país. Además de la impactante experiencia de vida personal que posee, nos comentó acerca de la historia de sangre, represión y mafias de tinte conservador filofascista que aquejan a Colombia desde hace más de medio siglo, cuya denuncia al interior del territorio se suele pagar con la propia vida del que alza la voz.
Imposible sintetizar tantos testimonios en una sola nota. Aún así, descubrimos a partir de la palabra de Angélica, una batería de luchas, demandas y construcciones que, desde el terror mismo, emergen hacia la construcción de objetos culturales, como los tejidos que realizan, que los define como “una llamada a la memoria”.
El dolor de Soacha
Soacha es una región “suburbana” de Bogotá, donde “levantaban jóvenes con promesas de conseguirles empleo, los subían a camiones y después los mataban, aparecían en ciudades lejanas, como Santander, y los hacían pasar por guerrilleros”. A estas víctimas se las denominó “Falsos Positivos”. En Colombia, la sociedad civil denomina así al asesinato o ejecuciones extrajudiciales de civiles no beligerantes, perpetrados a manos del ejército de dicho país, para hacerlos pasar como bajas en combate. Estos crímenes sucedieron especialmente entre los años 2006 y 2009, en el marco del programa de “Seguridad Democrática” que había implementado el gobierno de Álvaro Uribe Vélez. Rodríguez añade al respecto, que se trataba de “chicos que no estaban militando ni integrando fuerzas armadas revolucionarias. Muchos tenían discapacidades, eran chicos que salían muy poco de sus casas. Las Madres de Soacha, así llamadas a las madres de estas víctimas, empezaron a juntarse en los juzgados, a reconocerse entre ellas, a comprender que eran muchos los asesinatos extrajudiciales, y se empezaron a integrar para tejer como manera de resarcir su dolor”.
Siempre sonriente, reflexiva y con la luz innata de un espíritu formado en la lucha, la búsqueda de una identidad basada en la justicia y, a pesar de todo, su apuesta por la alegría, Rodríguez continuó con su extensa conversación para contribuir al esclarecimiento de quienes la reporteamos y, por intermedio de esta herramienta periodística, en su intención de divulgar al público lector una realidad que suele no ser mencionada en nuestra agenda mediática hegemónica. Desde la connivencia entre militares y fuerzas paramilitares (los siniestros “paras”), en las cuales los primeros “delegan algunas tareas, liberan la zona para que operen los otros”.
Asimismo, brindó un muy extenso repaso de lo que podría definirse como la genealogía de los movimientos revolucionarios en Colombia, que incluye a las FARC y a muchas otras organizaciones.
“Colombia tenía una fachada democrática pero claramente no lo era; la gobernaban las elites conservadoras, grandes familias. El virreinato seguía vigente, digamos, cuando surgieron las fuerzas revolucionarias, en reclamo del derecho a la tierra”, graficó.
Un eje fundamental que dio nacimiento en su tiempo a las guerrillas, y que continúa siendo muy potente, es la concentración de la tierra. “Vivimos una especie de historia sin fin, es una guerrilla constante de un lado y del otro. Guerra, conflicto armado, violencia, son conceptos que se entrecruzan todo el tiempo”, sintetizó.
Las recurrentes negociaciones de paz en Colombia
Los diversos acuerdos de paz devienen, a inicios de los años 80, en la conformación de la UP (Unión Patriótica) en mayo de 1985 para mayores precisiones, como brazo político de las FARC. Intento que terminó en un exterminio de sus integrantes a lo largo de más de 15 años. También evocó la historia del Movimiento 19 de abril hasta su disolución a inicios de los años 90, entre otras luchas históricas contra el fraude conservador en su país.
De las negociaciones de paz han participado representantes del gobierno, de la guerrilla y de la sociedad civil, cuyos debates punto por punto se extendieron muchísimo en el tiempo. La cuestión del derecho a la tenencia de la tierra ha sido un duro escollo a resolver, con el agravante de la negativa a otorgarle ese derecho a las mujeres. Por otra parte, a todo ello se suma el drama de los desplazamientos forzados (“llegan a tu casa, te queman tu casa, te matan a tu familia y tú sí o sí te tienes que ir”) son una constante, por lo cual se multiplican las personas que han perdido sus tierras en tales accionares.
“Los desaparecidos en Colombia se cuentan por miles, con estadísticas no del todo precisas” amplía Angélica, y remata: “Los acuerdos de paz siguen teniendo muchas trancas, pero son de una gran importancia como para escribir sobre ello, darle divulgación”.
La cuestión de Género
Luego de la nueva Constitución de 1991, surgieron nuevas fuerzas políticas que han ido cobrando visibilidad, como el Partido MIRA, de acuerdo a lo citado por Rodríguez. El Fondo Internacional de Mujeres fue un antecedente de las organizaciones de mujeres en su país. Por otra parte, señaló que, en la guerrilla, el 44% de los combatientes son de sexo femenino. “Pero aún en las fuerzas revolucionarias el sistema patriarcal subsiste”. En un principio, destacó que en las negociaciones de paz no se incluían a las mujeres en las mesas, y aún más, “la mujer era tomada como un verdadero botín de guerra para mandarle mensajes al enemigo, lo cual constituía una práctica de lamentable frecuencia”. Felizmente, en los complejos y aún irresueltos procesos de paz, hay sectores de la sociedad civil que han podido incorporar a las mesas de negociaciones a expertas en cuestiones de Género.
Tejiendo esperanzas…
En sus tejidos, que continúan realizando, la colega comentó que buscan simbolizar toda esa enorme batería de luchas y realidades que incluyen como eje central a las prácticas de guerra, los asesinatos… “son conceptos de los cuales tendríamos que haber evolucionado hace siglos, o por lo menos desde hace 100 años, pero se mantienen firmes en Colombia y en buena parte del continente. Para colmo, buena parte de la sociedad normaliza esas prácticas en su intento por abstraerse del drama y vivir sus vidas individuales”.
Otro obstáculo que enfrentan es el papel de los medios masivos de comunicación en su país: “Los medios de comunicación diluyen todo con telenovelas, farándula y deportes. Creo que se debe dar la posibilidad de visibilizar la historia, y eso es lo que hacen los tejidos que estamos elaborando” fundamentó.
En definitiva, Angélica nos brindó un panorama sumamente exhaustivo que, lógicamente, excede la capacidad de espacio de nuestra publicación, pero nos convoca a profundizar el conocimiento sobre todos los intersticios de una historia de muertes, crímenes, movilizaciones de paz, acuerdos finalmente truncos, y una poderosa maquinaria bélica que parece de nunca acabar.
En muchos casos, como es el suyo en particular, las familias deciden no hablar de sus parientes desaparecidos, trazan una especie de silencioso tabú en torno a estas temáticas. El dolor, aunado al terror, continúa haciendo estragos entre importantes franjas del pueblo colombiano.
Angélica no cede ni se rinde. Construye y teje, suma voluntades, integra experiencias, y reclama desde vías creativas y propias de las prácticas No Violentas. Su búsqueda continúa. Su lucha avanza, junto a miles que claman por justicia, paz y una democracia genuina, con equidad de género y acceso a la tierra para millones de hermanos colombianos.