Sopapo electoral con baño de realidad

Finalmente transcurrieron las elecciones Primarias y Abiertas “PASO” nacionales, sin mayores incidentes, amén de los vergonzosos “desperfectos técnicos” en una gran cantidad de máquinas para emitir votos electrónicos en CABA. Así las cosas, la sociedad concurrió en un porcentaje no demasiado significativo (alrededor del 70%) a manifestar su veredicto en las urnas, aunque vale advertir que, a priori, se podía presagiar una concurrencia aún menor, habida cuenta el hartazgo social y una casi atronadora indiferencia general que se vino manifestando a lo largo de la campaña electoral, entre amplias franjas de nuestra gente, cuestión que veníamos señalando desde las editoriales de Huellas… claro está, como un lejano grito en el desierto.

No había demasiado para celebrar, el domingo 13 a la noche y el lunes de madrugada, en los búnkers de las dos principales coaliciones electorales de los últimos 15 años, a pesar de fingidas sonrisas de circunstancia, abrazos meramente fotográficos y algunos saltitos híper ensayados. Bastante por debajo del 30% de los votos es lo que alcanzaron, tanto Juntos por el Cambio como la Unión por la Patria (¡Qué manera de cambiar de nombres, escudos, ¿E identidad? Con tanta frecuencia.); sin contar al 30% de la población que directamente no concurrió a votar, el cachetazo resultó estruendoso, con algunos derrotados en particular –por caso, Horacio Rodríguez Larreta y el gobernador jujeño, Gerardo Morales – de pronóstico reservado en sus aspiraciones, probablemente pulverizadas, para aspirar a una nueva oportunidad futura. Ello acompañado de una performance del oficialismo que echa por tierra todos los latiguillos y fundamentaciones previas, de que las estadísticas de inseguridad eran muy bajas, o que los restaurantes están llenos y que revela(ría) ello una supuesta bonanza económica “general”, entre otras argumentaciones de microclima para auto-construirse una realidad medianamente paralela, y confiar en que el rumbo (¿existió alguna vez?) era totalmente correcto, sin el menor margen para escuchar crítica alguna. Y que, de última, la población comprendiera que era eso o la derecha, sin mayores explicaciones.

Pero triunfó la desilusión. Como me dijo un colega, al tratar de conquistar el voto de quienes nunca los van a votar, quienes forman parte del actual gobierno han perdido identidad, y eso tiene un costo. Siempre.

La realidad asoma en todo su ímpetu, y suele no entender de buenos modales, sino de necesidades, tangibles y urgentes. Allí, la derrota del oficialismo en esta elección de agosto, adquiere tintes demoledores. Los cuales se magnifican ante la inexorable sensación de un primer mandatario ausente ya hace rato, una vicepresidenta de, ¿En apariencia?, limitada influencia a la hora de que se tomen las decisiones en materia financiera y económico social que se vienen aplicando, entre dubitaciones y permisos solicitados por debajo de la mesa al dueño del collar de apriete que porta sobre su cuello la Argentina, desde que Mauricio Macri nos entregó en manos del FMI, sin solución de continuidad quién sabe hasta cuándo.

Es inevitable preguntarse, junto a nuestro público lector y a nuestros seguidores audiovisuales: Los derrotados de ambas coaliciones electorales, o para ponerlo de un modo más benévolo: aquellos que no obtuvieron los resultados deseados, ¿Piensan hacerse cargo alguna vez de las causas propias, y no únicamente las exógenas, que alentaron, en el mejor de los casos, indirectamente, este clima social que unos pocos venimos señalando desde hace mucho tiempo?

La “alternativa” hacia el horror

Sin alternativas significativas por izquierda y mucho menos desde construcciones de nacionalismo popular por fuera de la estructura del muy devaluado oficialismo, lejos aún de lograr instalar debates e influencias en la arena política nacional a causa de su extrema debilidad y cuasi invisibilidad latente; con amplias franjas del pueblo decepcionadas con este gobierno, y aún con el recuerdo fresco del fracaso económico y social que germinó, y comenzó a crecer rápidamente, durante los años del macrismo en Casa Rosada, no termina siendo tan extraño que, al menos en esta ocasión, muchos hayan buscado apuntalar la figura “diferente” que encarna Javier Milei. Un sopapo más duro de lo previsto para la dirigencia política. Que, en el peor de los casos, se preparaba para el “juego” de la alternancia, bajo las consabidas rencillas e insultos ante las cámaras televisivas, más propios de un sainete que de personas educadas y dotadas –en su mayoría- de alguna formación profesional.

Demasiada porción de la población la viene pasando pésimo. En tal contexto, no era realmente  ilógico pensar en un cimbronazo profundo de la voz del pueblo en las urnas. Aunque más no sea un cimbronazo desprolijo, caótico y eventual propiciador de un horizonte a la deriva.

Lo que viene

Ahora comienza otra historia, que en absoluto puede desligársela de las PASO. La carrera hacia octubre arranca con estos guarismos. Con un potencial de triunfo para la derecha liberal-conservadora-reaccionaria más extrema de La Libertad Avanza, y un muy probable “apoyo amigable” desde el ala más extrema (los “halcones”, claros vencedores en su interna) de Juntos por el Cambio. Para el oficialismo queda un laberinto de múltiples alternativas y demasiado poco tiempo para hallar la salida correcta, insisto, con un Presidente cuasi ausente que, sólo en las formalidades, debe seguir siendo la cara visible en medio de una nueva corrida cambiaria y un marco devaluatorio e inflacionario de brutales efectos durante el mes de agosto y los coletazos que también pegarán duro en septiembre. En tal contexto, sólo resta para Unión por la Patria jugársela a fondo, en pos de alcanzar en octubre el primer mojón, que es llegar a un ballotage, donde ciertamente sus probabilidades de éxito actuales son, a la luz de los acontecimientos y composición del paladar electoral mayoritario vigente, al menos dudosas, y para ello debe intentar, en un puñado de semanas, quitarse esas vestimentas de sobreactuada moderación y “realpolitik”, que no le lucieron bien a lo largo de 3 años y medio… e ir a fondo en la implementación de políticas efectivas y contundentes –no pequeñas dádivas como suelen y gustan de ofrecer, y que siguen repitiendo, las cuales se licúan casi al instante con el cuadro cuasi hiperinflacionario que vivimos desde hace mucho más de un año- a favor de la economía cotidiana de las familias trabajadoras del país. Y ni siquiera ello será garantía para evitar lo que sería un papelón histórico en el peronismo: la hipótesis de finalizar en tercer lugar en una elección presidencial. O, como premio consuelo en esta misma sintonía, una derrota muy holgada en un ballotage. De todos modos, lo tienen que intentar, y demostrarle a sus seguidores y a los millones de compatriotas que perdieron credibilidad en esta dirigencia autodefinida como nacional popular, que están dispuestos a quemar todas las naves, con o sin aquiescencia del FMI. ¿Estarán a la altura de las circunstancias, o seguirán apelando a la rosca y la negociación en términos de “reducción de daños”?

Aquí y allá, en tiempos de graves crisis económico-financieras, por lo general las salidas que los pueblos eligen por múltiples razones, suelen transitar por costados radicalizados de derecha, que prometen a grito pelado desatar un aquelarre contra cuanto derecho social adquirido encuentren a su paso. Pero no es correcto, ni siquiera es honesto en términos políticos, que algunos se limiten a la comodidad de llorar y protestar contra la “gente que no sabe votar”, o arguyendo que Javier Milei es “malo, malo, muy malo” y su peinado es un desastre; será mejor que comencemos a pensar, como el todo social que constituimos a pesar de matices y discrepancias dentro de los límites de la tolerancia democrática, y dejar de minimizar todo lo que se debe haber hecho mal para contribuir a generar condiciones estructurales para que ganen terreno estas alternativas “outsider” a una dirigencia política mayormente devaluada, y no pocos de los mismos, absolutamente corrompidos y anquilosados en sus cargos, o bien a la búsqueda casi constante de rotar y asegurarse la continuidad de su bolsillo a resguardo, caja del Estado mediante.

Buena parte de la sociedad se hartó. Y aunque no nos guste su modo de escoger alternativas, motivos para el hartazgo no les faltaron. Estas PASO son una advertencia muy potente, casi el último aviso. Ahora se exigen respuestas firmes, contundentes y de aplicación inmediata en los distintos ejes que hacen al conjunto de nuestra realidad. Para ello, echar culpas y persistir en esa soberbia intelectual del no hacerse cargo de cara al pueblo, de aquello que se hizo mal o a medias, ya es de una total inutilidad.

El oficialismo, dicho lo anterior, es quien más camina al filo del precipicio después del 13 de agosto último pasado, y junto a él, las esperanzas del conjunto de la población de poder llegar a fin de mes. A quienes aún ocupan funciones en Balcarce 50 les hará falta toda su energía, y más, para volver a transitar terrenos sólidos que despierten expectativas en la mayoría de la sociedad… incluso aunque, a ciencia cierta, no estemos seguros si aún se está a tiempo para ello.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com