“Somos el negocio de los que se llevan los dólares y nos dejan la pobreza”

Entrevista colectiva a miembros de Comisión Directiva de APINTA Seccional Castelar,

La ruleta climática de la primavera nos ofreció un mediodía harto caluroso para caminar bajo la finita infinitud de arboleda y vegetación general de Parque Leloir, rumbo al predio que posee el INTA (Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria) en dicha región. Allí nos esperaba Pablo García, secretario General de la seccional Castelar del gremio de trabajadores del INTA, APINTA, junto a otros integrantes de conducción, tales los casos de: Alberto Evans, secretario de Finanzas; Luis Vallejo, delegado; Claudio Sanow, secretario Gremial, y Carlos Piccinetti, delegado.

García brindó una panorámica de la historia del lugar, cuyos inicios se remontan a lo que se daba en llamar “Estancias del Tuyú”, que fueran compradas por el Banco Nación para el ministerio de Agricultura. Posteriormente ya con la creación del Centro Nacional de Investigaciones Agropecuarias (CENIA) en simultáneo funcionaba la residencia de verano del Ministro de Agricultura. Hacia 1956, ya con la creación del INTA, se le cede este predio, y a su vez, mucho tiempo después, se subdivide y fracciona la extensión original, que se acercaba a las 1400 hectáreas, para quedar con las actuales 700, entre las cuales también tiene desarrollo el INTA AMBA.

Café por medio, nos sentamos en la amplia y antigua casona que utiliza el espacio sindical para sus labores, y desarrollamos una prolongada conversación, dentro de la cual tuvieron lugar los conceptos que compartimos a continuación.

Un repaso a vuelo de pájaro

 Añadió García que “en la totalidad del predio trabajan entre 800 y 1000 personas. Alrededor de 600-700 pertenecen a planta del INTA, y los restantes son investigadores del CONICET, que hacen sus tareas en los laboratorios de los 10 institutos aquí alojados”.

Cómo vienen con las afiliaciones al sindicato?

En cuanto a las afiliaciones sindicales, seccional Castelar de Apinta cuenta con 200 afiliados. “El gremio mayoritario es el de los no afiliados” apunta Evans mientras apuramos unas medialunas. Tenemos vínculos con la UNAHur para articular espacios de capacitación y también de formación para delegados. “En ese contexto, comenzamos a armar la mesa sindical, para que la formación alcance también a otros gremios” destaca otro compañero.

En alguna época tengo entendido que la pasaron bastante mal…

Claro, el INTA sufrió mucho primero al menemismo y a Domingo Cavallo, llegamos a reducirnos de 1000 a sólo 300 trabajadores. Los sueldos eran paupérrimos y la planta estaba diezmada.

¿Y después, llegó una especie de redención…?

A partir de 2003 hubo una recomposición salarial, se descongeló la planta, se modernizaron los laboratorios y vehículos; desde el gobierno de Néstor Kirchner se dio acá una inversión muy grande. En 2006 se instaló el Convenio Colectivo y prácticamente se nos duplicaron los salarios. No obstante ello, en el 2015 aproximadamente un 70% de los compañeros votaron por Cambiemos, sobre todo porque se quejaban del pago del Impuesto a las Ganancias. Durante el macrismo dejaron de pagar ganancias porque se licuó el sueldo de los compañeros. Desde el Ministerio de Modernización intentaron achicar la planta del INTA a escala nacional en 1000 personas, pero por suerte pudimos evitarlo; varios compañeros que ya estaban pasados de la edad jubilatoria presentaron su jubilación, y de ese modo redujimos trabajadores sin que echen a nadie. Hubo poca adhesión a las ofertas de retiro voluntario.

La calle como lugar de vinculación y asociación…

Ciertamente, durante la gestión de Macri estuvimos en las calles, poniéndole el cuerpo a resistir contra la reforma laboral, los despidos masivos y otras luchas. Ahí nos conocimos con varios sindicatos y compañeros, y comenzamos a trabajar para conformar la mesa sindical en esta región. En aquel momento no logramos evitar la reforma jubilatoria. Hubo que bancar los trapos en medio de una represión muy fuerte. Las tanquetas de la Policía Federal nos filmaban en cuanta movilización participábamos.

Para los grandes medios, esas “fotos” mostrando un gran despliegue policial era, y sigue siendo, muy oportuno para inducir al imaginario social a pensar que ustedes, los manifestantes, son “gente peligrosa”…

Lo difícil es contrarrestar toda esa matriz de sentido que se crea especialmente desde los grandes medios. Los tenés metidos todo el día en tu casa, en los comercios, en los centros de salud…

El trabajo sindical en la seccional

 ¿El trabajo sindical va logrando dar sus frutos en la regional?

En estos 4,5  años hemos logrado incrementar de 120 a 200 afiliados, hicimos un trabajo fuerte, enfrentamos a directores muy poderosos. Ahora contamos con un buen cuerpo de delegados, que son la cantera donde vamos formando para sacar un espacio de renovación. No somos creyentes de la perpetuidad en los cargos dirigentes, hay ciertos momentos en los que hay que aprender a quedarse como un asesor y no ya como dirigente. Esa dirigencia sindical que se entroniza por décadas en sus cargos, le hace mal al resto del sindicalismo. Desacredita el laburo de los demás, por lo general no escuchan a las bases, y después la gente te endilga esas cosas y te cuestiona como si fuésemos todos iguales. A nosotros, por darte un ejemplo, no nos elije un grupo de delegados, sino que tenemos voto directo, participamos todos los compañeros. Y ese cambio se tiene que dar en los demás gremios.

Es un desafío importante, están poniendo en cuestionamiento otros modos de construir poder sindical…

Por eso mismo nosotros somos críticos dentro del movimiento sindical. Si no, la otra es limitarnos a aplaudir, y no hacemos nada más.

Agroecología y desarrollo de otro modelo productivo

Ahora pasemos al área de la agroecología. ¿Cómo ven el rumbo que se viene aplicando en esa materia a escala nacional? El actual director del Mercado Central, sin ir más lejos, pareciera querer darle bastante relevancia a la agricultura familiar. ¿Qué evaluación hacen de toda esa línea de acción?

 Desde tiempos de Carlos Cheppi, muchos trabajadores trabajamos en el programa ProHuerta, financiado por Desarrollo Social pero ejecutado por el INTA. Ahora bien, para ser claros: El INTA no le dedica más de un 5% de sus posibilidades a la agroecología, por lo cual no generamos impacto alguno.

¿A qué se debe tamaño déficit en la materia?

Como APINTA venimos reclamando. El INTA es un organismo descentralizado, autárquico pero dependiente del ministerio de Agricultura. Y está dirigido por un Consejo Directivo compuesto por 10 miembros: Presidente y Vice, y un vocal puesto por decreto por el Presidente de la Nación, luego se completa con representante de las facultades de Agronomía, otro de veterinaria y otros 5 que representan a lo más rancio de la oligarquía: La Sociedad Rural, CRA, Coninagro, Federación Agraria y CREA. Y no hay un representante de la pequeña agricultura, ni de los pueblos originarios, ni de ningún otro sector que no sean esos grupos concentrados. Nosotros continuamos reclamando por ello. Desde el Consejo Directivo se delinean las políticas de la institución. Desde allí se designan las autoridades. Pero si tu relación es con el poder concentrado, con el agronegocio, entonces los sectores de la pequeña agricultura, campesinos, quedan totalmente postergados. Así las cosas, terminamos trabajando para los sojeros, los grandes ganaderos y productores de los 5 o 6 cultivos más importantes.

En ese marco, cambiar el paradigma de producción parece una tarea harto difícil…

Con este modelo seguimos teniendo un campo sin gente. No quedan campesinos.

En definitiva, esas declamaciones oficiales en busca de promocionar la agroecología, tienen muy poco traslado efectivo al territorio.

Por ahora queda sólo en deseo. Durante el último gobierno de Cristina Kirchner salió una ley de agricultura familiar, y todavía no se reglamentó. Pasaron 3 gestiones y seguimos esperando. Creo que ese es el mejor ejemplo. Por lo visto, escasea el interés político al respecto.

O bien los que tienen interés en que esas políticas no prosperen, son aquellos que tienen más poder que el propio Estado nacional.

Exactamente. Nosotros estuvimos apoyando todos los verdurazos en Moreno, los pequeños productores apícolas de zona oeste… pero es un universo muy reducido, sin legislación que los proteja con claridad, y que los promocione realmente. Los costos te vuelven inviables los proyectos. El modelo está configurado para los grandes. Se les exige lo mismo a los grandes productores que a los pequeños.

¿Se puede revertir?

Hay que fortalecerlos. Por ejemplo, produciendo maquinarias acorde a las necesidades de la agricultura familiar. Todo el desarrollo metalmecánico que tenemos está pensado para hacer 1000 hectáreas de soja, o más. El productor pequeño ni siquiera tiene herramientas, semillas ni acompañamiento técnico. Mucho menos posee financiamiento, entonces es obvio que desaparece y se sigue concentrando todo. Hay que tener una política de Estado que acompañe ese proceso. También para controlar las extensiones de los campos. Hoy día vemos que los mapuches reclaman algunas tierras, y es un escándalo nacional. Pero nadie habla de las 800.000 hectáreas que tiene Tomkins, o las de Benetton, y tantos otros. Extensiones de tierra que en Europa serían países enteros. Eso también lo tiene que regular el Estado de otro modo al actual.

¿Cómo, por ejemplo?

Con impuestos progresivos, par que a mayor cantidad de hectáreas tengan que pagar mayores impuestos, y viceversa. Legislar y hacer políticas que ayuden definitivamente a la pequeña agricultura.

Eso requiere de un fuerte acompañamiento popular. Porque esas medidas van a encontrar una resistencia brutal de los sectores más poderosos. Quizás incluso en términos destituyentes. Pero a su vez, se necesita coraje para avanzar.

Se precisa una mayor voluntad política para concretarlo. Hay que esforzarse por esclarecer a la sociedad, que sepa que un puñado de apellidos acumula millones y millones de hectáreas en áreas cultivables. Cuando en realidad la tierra es nuestra. Estos sectores, ¿Qué le aportan a la sociedad? ¿Cuán importantes son los impuestos que pagan? ¿En qué contribuyen? Hay que instalar y dar esas discusiones. Y también hay que proyectar una descentralización poblacional, reconstruir o desarrollar nuevos pueblos con fuentes de empleo seguras en distintas partes del país. Estamos todos apiñados en grandes ciudades. Los costos de los fletes son otro problema, empeorado por nuestro actual desarrollo de grandes conglomerados urbanos.

¿Cómo abaratarían los costos de los fletes?

Sin dudas, ampliando el desarrollo de la red ferroviaria, articulada con otros sistemas de transporte económicos. Un país agrícola exportador como el nuestro no dispone de puertos nacionales ni de una flota mercante propia. Pagamos por todo y al final, lo único que nos quedan son deudas. Somos un país rico y, paradójicamente, esa es nuestra condena. Somos el negocio de los que se llevan los dólares y nos dejan la pobreza.

¿Qué trabajo vienen realizando ustedes en materia del uso de agrotóxicos? ¿Entra en colisión la forma en que se utilizan, con el desarrollo de una agricultura más de tipo familiar?

El poder real siempre tiene sectores que salen a defenderlo a cambio de una buena chequera. Las multinacionales que se dedican a producir esos químicos, en sintonía con lo que sucede con la industria de los laboratorios farmacéuticos, con lo son Bayer, Monsanto –que cambia de nombres seguido-, ocultan o intentan ocultar las pruebas de los efectos nocivos de los agroquímicos. Pero las pruebas están. Si las querés buscar, las encontrás. Si una determinada producción la puedo hacer sin venenos, ¿Para qué la voy a hacer con venenos? Esas grandes cantidades de glifosato producen efectos. Hay legislaciones al respecto, pero después no se terminan cumpliendo.

En algunas regiones hasta se llegó a habilitar las fumigaciones a sólo 100 metros de zonas semiurbanas…

Dentro del propio Consejo Directivo hay fuertes debates en torno a estas cuestiones, por la composición del mismo que comentábamos antes. Te encontrás con miembros de pooles de siembra. Durante el gobierno anterior teníamos prohibido utilizar la palabra “agrotóxico” en nuestros trabajos de investigación. Tenías que buscar un sinónimo “amable”. Y tuvimos conflictos por estas cuestiones. Si vamos a tener un proyecto de país basado en los cultivos extensivos de soja, trigo, maíz, modificados genéticamente… en ese mismo contexto, ¿Por qué no podemos desarrollar granjas mixtas, otros modelos productivos? Y siempre con la persona adentro del proyecto. Hoy se arman los esquemas productivos con la gente afuera.

¿El uso de tecnología conveniente fomentaría una mayor mano de obra rural? Quizás la gran maquinaria “eyecta” a muchos laburantes.

Por eso mismo: es otra composición del modelo productivo. En el modelo europeo, de pequeñas extensiones de tierra, existe tecnología pero adaptada a unidades productivas mucho menores. Y la gente vive en el campo, y está legislado. En nuestro actual sistema productivo lo único que prima es la rentabilidad y la ganancia. ¿Para quién? ¿El país se beneficia con esa rentabilidad, o sólo les llega a unos pocos sectores concentrados? ¿No podemos acaso pensar y desarrollar otro esquema productivo?

Pensar en un camino transformador rumbo a ese cambio de modelo…

Y eso precisamente es lo que no vemos que esté en discusión. De alguna forma implicaría una reforma agraria, una reforma en la distribución de la tierra y las unidades productivas. Que genere más trabajo, más ocupación, más campos poblados. Pero tenemos una muralla, que es nuestro propio Consejo Directivo.

Entonces el primer paso, que los excede a ustedes, sería que el Estado Nacional modifique de una vez la conformación del Consejo Directivo del INTA

Sin dudas. Hoy por hoy podemos investigar, conformar equipos pero todo lo que armamos se estrella contra la pared del Consejo. Primero hay que ir por esa reforma, por más difícil que sea, al menos hay que intentarlo.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com