Se va Macri, queda el macrismo

Cuatro años pasaron, y un día se terminó, para el alivio de las mayorías populares, el Gobierno de Mauricio Macri. Se va un presidente, pero no la sociedad que lo llevó a serlo y lo despidió apoyándolo con el 40% de los votos. Aquella sociedad que se gestó post conflicto con el agro en el 2008 hoy está más viva que nunca, ya tuvo su representación en Macri y buscará tenerla en otro. Pero está ahí.

Hagamos un poco de memoria. Allá por el 2015, Macri llegó con delirios de liderar un neoliberalismo progre, tomando a Obama como ejemplo, prometiendo un capitalismo financiero con libertades individuales, asegurando que “abriéndose al mundo” todo se solucionaría, con el modelo chileno como ejemplo de “lo que hay que hacer”, y se va abrazado a Trump y Bolsonaro, besando los pañuelos celestes, destilando odio, acusando a Kicillof de comunista y con Patricia Bullrich como figura predominante. Un neoliberalismo fascista, lo que predomina en el mundo. El Macri que se va del gobierno ha explotado al máximo las emociones, ha llevado la grieta al límite.

Dice el periodista Alejando Galliano en su nota en la Revista Panamá titulada “todos somos neoliberales”: La crisis de 2008 terminó de derribar al neoliberalismo 2.0 y dio lugar al orden actual, todavía en construcción. Desglobalización, relativización del Estado de derecho y reacción contra el pluralismo cultural de los ‘90. Estaríamos tentados de no llamar neoliberalismo a esto si no fuera porque el ataque contra los restos del Estado de Bienestar y la redistribución regresiva del ingreso siguen allí.

Cambiemos arribó al gobierno creyendo que todavía existía el mundo de la globalización que gobernó el mundo en los 90´, y eso no va más. Trump, Bolsonaro, el Brexit, el golpe en Bolivia y un largo etcétera demuestran la profundización de la polarización en el mundo. La derecha argentina lo comprendió tarde, cuando ya había perdido las PASO por más de 15 puntos, pero lo entendieron y actuarán en consecuencia. La sociedad a Macri le pidió odio, y Macri le dio odio. ¿El resultado? 2 millones de votos más entre agosto y octubre.

Las marchas del «si se puede» (de la que muchos nos reíamos) mostraron que la derecha entendió que había que ganar la calle. No Marcos Peña, no era la big data, era la política. La oposición al Gobierno del Frente de Todos buscará ser una analogía de la venezolana. Para Alberto Fernández, el desafío será gobernar en un escenario de absoluta fragilidad emocional. La única manera de contrarrestar eso es con militancia y dando la pelea en las calles para imponer la agenda de un proyecto popular.

Escribe el periodista Rubén Mayer en el portal Socompa: A lo largo de estos últimos 4 años Macri, sus funcionarios y sus representantes periodísticos en los medios no escatimaron comentarios y adjetivos ofensivos y denigratorios dirigidos a los movimientos sociales, a los pobres e inmigrantes, generando así las condiciones y el permiso que necesitaba un vasto sector de la clase media para salir del closet de la corrección política y dar rienda suelta a sus más bajos instintos con un repertorio reaccionario que no dejó afuera siquiera al voto calificado.

La “Argentina del centro”, o “Chetoslovaquia”, como se bromeó en las redes, la Argentina sojera, aquella que se empoderó cuando la clase media urbana levantaba los carteles de “todos somos el campo”, encontró representación en Macri en el 2015. Cambiemos canalizó ese gorilismo recargado que se expresaba en una parte de la sociedad. Gobernando fracasaron, destruyeron el país, pero dejaron un sentido común conservador y fascista con el que deberá lidiar el próximo gobierno, que no contará ni con luna de miel, ni con 100 días de gracia. Si las cosas no van bien en el mediano plazo, el golpismo que tumbó a Evo en Bolivia no tardará en aparecer.

Amparados en el fascismo predominante de la región, y en un mundo que va hacia la exclusión económica, la oposición a Alberto no tendrá problema en dejar de ser una «derecha moderna» y mostrarse conservadora, con pasión y con un sentimiento de revanchismo profundo hacia todo lo que representa el peronismo. Ni diálogo, ni consenso. Insultos y grieta. Así lo entendieron los integrantes de la famosa “mesa de enlace”, que hace unos días nomás empezaron a circular un video en donde se convoca al “campo” a defender “la república y la libertad de prensa”, frente al supuesto autoritarismo del Gobierno del Frente de Todos, que osará subir las retenciones del sector que más gana en la Argentina. A lo que siempre fue una disputa por la renta y la distribución del ingreso, ahora se le agregan las emociones y un relato de odio.

EL 7D que Cambiemos está preparando para despedir a Macri es el primer acto opositor contra el nuevo gobierno. Aquellas cacerolas del 8N en el 2012 llegaron para quedarse. Alberto deberá gobernar para todos, porque ya quedó demostrado que la grieta puede ser útil para llegar al poder, pero no para gobernar.

A modo de resumen, citamos a Martin Rodríguez y Pablo Touzon en la Revista Panamá post triunfo de Alberto Fernández: La respuesta de que se va Macri de la Rosada y queda el pueblo macrista. Ese 40% organiza un sujeto, una trama histórica seguramente nacida en 2008, durante el conflicto de la 125, cuando el mapa de la rebelión sojera fue el borrador del mapa electoral amarillo que subsiste hasta hoy. El macrismo nació en la sociedad y fracasó en el Estado, un poder en el fondo en el que nunca creyó. Y hoy, en un ejercicio de justicia poética, vuelve a ella.

 El desafío del próximo gobierno será reconstruir una situación económica paupérrima, a la vez que da la pelea en el plano de las pasiones y enfrenta a ese sentido común macrista que todavía persiste.

Alejo Spinosa
alejo@huellas-suburbanas.info