Rincón literario huellero: «Hielo en el cuello»

Cuando Eduardo tiene calor, a veces piensa en comprarse un ventilador. Si así fuera, se ahorraría tener que hacer el ritual que conlleva el mantenerse fresco en medio de los días del verano. Primero, mojamos una toalla con agua y le ponemos un par de hielitos. Tenés que haber preparado los hielitos, claro. Si fuera Manuel, de la zona linda de La Canela, iría a su heladera mega lujosa de último modelo y simplemente le pediría con la voz (¡con la voz!) que prepare hielos, en caso de que se olvide.

Después de hacer eso, simplemente lo colocás donde más te guste. Para Eduardo, la zona perfecta es sobre el cuello, entre su carne y la almohada, mientras se acuesta pensando en cómo dormir con el sonido de los mosquitos dando vueltas por ahí.

Pero igual hay cierto arte en tener calor y no un ventilador. Eduardo tiene tiempo para pensar en Manuel, acerca de su heladera lujosa y sus toallas que, sin duda, no son para poner hielo encima. Además, de pasada le alcanza para ir a la cocina y adelantar algo del pan del desayuno de mañana. Si no tiene mucho sueño, y no hay nadie que lo pueda retar, incluso puede untarle un poco de manteca arriba con azúcar para terminar la noche sin frío y con un delicioso snack de madrugada. Manuel probablemente no conozca ese placer.

Al acostarse, el sonido hace algo de ruido, así que hay una posición perfecta en la cual los resortes de su cama no le molestan en la espalda, mientras hacen el menor ruido posible. Eduardo se considera todo un profesional en su cama, pues es suya y muy probablemente a cualquier otra persona le resulte muy incómodo dormir en su colchón. Más que nada, si hace calor y hay mosquitos pululando. Muchísimo más si se tiene hambre, pero nada de ganas de levantarse a ver qué hay para comer rápidamente.

Por eso, un ventilador sería una compra algo agridulce. ¿Tendría la fuerza de voluntad para preparar el pan con manteca, o es el calor el que lo obliga a levantarse de su cama? La respuesta es todo un misterio, pero Eduardo está seguro de que, sea cual fuere la decisión final, será la certera. Pondría fin al ritual de las noches calurosas, pero solucionaría un par de problemas. Porque a veces, llega muy tarde y muy cansado de trabajar. Y no ir a trabajar no es una opción, porque si no va a trabajar no hay manteca ni pan ni un tentempié de las tres de la mañana, y eso lo pondría triste. Así que el cansancio va a estar igual, peleando con el calor a veces insoportable (y los mosquitos, no nos olvidemos)

Y cuando llega muy cansado, no tiene nada de ganas de levantarse e ir a buscar la toalla húmeda con hielitos o siquiera de preparar los hielitos previamente. Si tuviera una heladera como la de Manuel, puede ser que lo impulse un poco, pero sigue siendo poco probable.

Su último pensamiento ese día antes de acostarse, es la resolución del problema. Ventilador, y una caja de cartón al lado de su colchón con algo de pan y mermelada, ya que la manteca fuera de la heladera se echa a perder. Perfecto. Y, tal vez, algún día pudiera alcanzar el nivel máximo del anticalor: un aire acondicionado como el de Manuel. De las pocas veces que fue a su casa en toda su amistad, siempre le impactó lo rápido que se escapa todo el calor y los mosquitos con la tecnología y voluntad adecuada. ¿Y los snacks? Aunque es difícil quedarse con algo de hambre en la casa de Manuel, con un simple tecleo en unos botones, puede acceder rápido y sin levantarse de su cama a varios y sabrosos platillos antes de irse a dormir. Una maravilla, total.

Cuando cierra los ojos después de colocarse su artilugio en el cuello, entre su carne y la almohada, Eduardo siempre piensa en la heladera y en el aire de Manuel. Cuando haya trabajado mucho, él podría tener hielitos infinitos. O incluso no tener que usar hielitos, pero tenerlos igual como una segunda opción en caso de calores extremos, o una bebida muy fría mientras cena. Piensa en su casa, enorme, en su vida y en que quizás sería una pizca más feliz si tuviera todo aquello que no tiene.

 Cuando Manuel tiene calor, pulsa un botón en el control remoto.

Ignacio Abella
ignacioabella@huellas-suburbanas.info