Reportaje a Laureano Jaime, músico e hijo del pueblo.

realizada por Daniel Chaves


Mientras algunos celebraban extrañas festividades inventadas en latitudes lejanas y ajenas a nuestras raíces identitarias, Laureano Jaime, ese formoseño puro corazón, gaucho robusto fiel representante de nuestra América Morena, me recibía en su casita del barrio popular Rodolfo Walsh –desde hace al menos 5 años, inconcluso- ubicado en ruta 1001 y calle Intendente Federico Russo (ex Calderón de la Barca), allí donde limitan Rafael Castillo y González Catán.

Arrancamos con mates “con yuyitos”, que vino acompañado de una guitarreada de extendido repertorio. Antes de la caída del sol, nos adentramos en el predio que aún conserva varias decenas de viviendas cuya finalización es un verdadero enigma.
Repasando artículos periodísticos de antaño, el secretario de Obras y Servicios Públicos del municipio de La Matanza, Herminio Bayón, aseguraba a inicios del año 2012, que las obras para la finalización del barrio Rodolfo Walsh serían encaradas con aportes de Nación y Provincia, y la mano de obra sería garantizada por cooperativas de trabajo del plan “Argentina Trabaja”. Incluso en dicho momento, el funcionario amplió el concepto al indicar que “se encaró una mejora en la terminación, ya que en vez de piso alisado de cemento, contarán con cerámicas”, y precisó que también habría “mejoras en las veredas”. Nada de esto sucedió. La mitad del predio permanece abandonado, con pajonales por doquier, acumulación de escombros a granel, el trazado de calles sin siquiera un mejorado como para que pueda pasar un ambulancia en caso de emergencia, y multiplicación de roedores y alimañas, con todo el riesgo que ello implica. “¿Acaso somos menos argentinos que otros, cumpa, que se nos dejó así abandonados?”, bramó Laureano ante el desolador panorama con el que medio barrio debe convivir, calle por medio, desde hace años.
En ese escenario, conversé con Laureano sobre cultura musical, sociedad, y expectativas del rumbo nacional y latinoamericano. La guitarra no dejó de aportar lo suyo, y la camaradería general, amplió la velada unas cuantas horas.
En cuanto al panorama musical, el cantautor lamenta “la cultura musical extranjerizante que aún prevalece en nuestro país. Nos hemos acostumbrado a que nada más esa música escuchemos”. También se manifestó contrario a la reiteración cuasi sistemática de “melodías románticas en nuestro folclore. Hay que dejar de llorar y es tiempo de dar la cara y decir la verdad de los temas que nos duelen y tenemos que proponernos mejorar como sociedad”.
En su continuo trajinar y caminar la patria, Laureano brindó detalles de su experiencia colaborando con los compatriotas campesinos del MOCASE a través de su aporte artístico-musical, y también en la generación de comedores infantiles, años atrás, en pleno monte santiagueño. Recuerda con emoción que estos compatriotas le dijeron “Nos enseñaste a amar nuestro monte a través de tu música”. Laureano detalló con dolor, las persecuciones que padecen aún, los compañeros sin tierra del MOCASE y la lucha por resistir y vencer a las oligarquías del norte de nuestro territorio (y a los jueces y las policías provinciales).
Sus dudas
Expone cierta desconfianza en la concreción de la Patria Grande, “cuando hay hermanos de otros países que traen la droga a nuestras tierras, afectando el crecimiento de los árboles jóvenes que debiesen irradiar la sombra de nuestro futuro”. Plantea severas críticas a la “ideología enfermiza del individualismo, del yo tengo, yo poseo un yate, un auto, una gran casa, yo, y más yo, ese egoísmo, esa vanidad, destruyen todo lo bueno que podemos hacer”. También se muestra escéptico de las dobles nacionalidades: “El argentino que ama a su país, a su tradición, a la belleza de su tierra, no necesita en simultáneo decirse italiano, español, francés o israelita. Somos argentinos, es un orgullo serlo, y punto”.
Tampoco escatima críticas para los funcionarios “de toda orientación”, que han accedido a sus lugares “no por su calidad intelectual y formación ideológica, sino por mero seguidismo político” lo cual, en palabras del cantor revolucionario, “vuelve a estas personas mezquinas y burócratas” en tanto se muestra convencido de que su “intuición de indio” lo guía para alejarse de “falsas promesas” y continuar su derrotero de rebeldía y lucha independiente.
“Yo vengo de una provincia muy sufrida, y también lo es Misiones, y he visto a mujeres tener que caminar la ruta con sus hijitas (lo menciona en referencia a la problemática de la prostitución)”, pero añade “nosotros reclamamos por acá, y los caciques están en el quinto, en el décimo piso, y nunca llegamos a ellos”.
En este aspecto que carcome sus días colmándolo de razonables dudas sobre el devenir, Laureano reconoce que “algunas veces temo que vayamos perdiendo el sentido de nacionalismo para, en unidad, hacer una patria. El egoísmo es lo que más nos divide”. En este marco, recordó una vez, hace varios años, cuando tanto desde el Obispado de San Justo como un sacerdote, Antonio, de Ciudad Evita, le negaron bajo argumentos poco convincentes, un terrenito “para construir una casita para darle un espacio digno a mis hijos y mi señora”, frente a una capilla ubicada en Ciudad Evita. Detalles que van acumulando ciertas desiluciones, y la necesidad de exteriorizar lo que lleva adentro, desde la creatividad innata de música y letras rebeldes, auténticas, acaso clandestinas. Indispensables.
Sus referentes
Es un ferviente seguidor del “Chacho” Peñaloza, a quien considera uno de sus máximos referentes históricos. Y Néstor Kirchner, de quien evoca algunos versos de la canción que compuso para él: “Agarraste un campo yerto / pero por ser laborioso y corajudo / incendiando el malezal / corriste las alimañas / y con decisión y ganas (…) y qué suerte que a tu valor / se arrimaron fuertes toros machos / decididos a todo para cambiar la historia / que tantos otros no supieron cómo hacer.
Simple y profundo, como buen gaucho solidario y pleno en grandeza, a Laureano lo hace feliz ver “ríos sin restricciones para el pescador humilde, o campos sin cercos que impidan al campesino cosechar su propio alimento”. Lo entusiasma “un amanecer simple y claro, los secretos y generosidad del monte norteño”, la lealtad fraternal entre compatriotas, generar lazos de amistad perdurable por cada pueblo que recorre con su música. Y muchas veces lo termina encontrando peleando palmo a palmo con los trabajadores, aquellos humildes campesinos, contra los atropellos de las patronales, los terratenientes, las multinacionales, y el aparato institucional tanto jurídico-policial como en varios casos, político-provincial que garantizan dichas iniquidades.
Combustible mental
La ronda de mates continuaba, y Laureano retomaba sus reflexiones, “no me pueden hablar de libertad a mí, si no me están mostrando un camino de libertad… están matando mi zamba, están matando mi grito… nos colonizamos fácil, y también está la cuestión del adelantamiento del deseo sexual, fomentado por las músicas que escuchan nuestros jóvenes. No está mal el deseo, pero para qué acelerarlo cumpita, cada cosa a su tiempo. Primero cultivar el amor”.
“Todos los árboles beben por igual, y cada cual crece en su lugar, y en los tiempos de florecer, las fragancias no se mezclan, cada flor brinda su perfume sin que uno inhabilite al otro”, toda una metáfora que comparte el cantor, pensando en un idílico concepto de igualdad plena entre el conjunto de la sociedad.
La Ilusión y el motor de su búsqueda
“Hay una sociedad, y especialmente sus jerarquías más altas en lo económico, que desean que seamos todos necios. Pues bien, desafiémonos a nosotros mismos. Vamos a vencer a nuestra propia ignorancia. Los poderosos buscan destruir los valores y el coraje en especial de los jóvenes”. Allí radica su compromiso, desde la música y la solidaridad “para lo que sea” con “los condenados de la tierra” como diría el gran Frantz Fanon.
Y cultiva la ilusión, a pesar de todo. “Jóvenes como vos me enseñan a comprender que vivo en un sistema que no tiene por qué atropellar mis derechos ni hacerme pensar que mi nacionalismo no sirve para nada. Jóvenes como vos son los que me enseñan a pensar que hay un amanecer en el cual se vislumbre el sol que sale para todos”.

Y compatriotas como Laureano Jaime, son aquellos que energizan nuestras vidas. Asistí al reportaje en calidad de periodista. Me retiré de su casa, habiendo ganado un amigo.
«Grito Campesino» (Laureano Jaime)
El monte me da el quirquincho /
la corzuela y el majáz /
también el pichi sabroso, las iguanas /
y mucho más /
es donde siempre habité /
y ahora me quieren correr /
llegan puebleros «papelizados» /
apuntalados por no sé quién /
y me dicen que son dueños /
de esta tierra que yo habito /
desde herencias ancestrales /
y yo no la entregaré.
Somos la comunidad /
que en este monte aguantamos /
toda la dura inclemencia /
sin aflojarle jamás /
ya no es tiempo de callar /
es tiempo de dar la cara /
y de presentar batalla /
ante cualquier invasor /
Arriba el grito de campesinos /
que ya no vengan a robar más /
si no gritamos nuestros derechos /
toda la tierra nos quitarán
Adónde iremos pues? /
a los pueblos donde hay /
mucha gente sin trabajar? /
el monte me da chañar y algarroba /
mishtol y miel sin mezquindad /
me da el calor de leña en invierno /
y hasta que en mi cerco madure /
el maizal /
Ya no vengan con mentiras y
fraguadas papeletas /
para destrozar el monte /
que siempre da de comer /
con la transgénica soja sólo /
pueden aumentar el grosor /
de su riqueza y a muchos dejar /
sin pan /
Arriba el grito de campesinos /
que ya no vengan a robar más /
si no gritamos nuestros derechos /
toda la tierra nos quitarán

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