Repetirnos…

        Prof. Edmundo Mario Zanini   
    DNI  8118381
   Tal vez sea eso. Los argentinos tenemos la virtud, inusual para otros pueblos, de repetirnos.
   Por eso reclamamos segundas vueltas innecesarias. No me refiero a las electorales. Que para el caso…
   Ni a una “nueva oportunidad” para Lio. ¡Qué lío! Dejarle toda la responsabilidad a un muy buen jugador al que no le cortan las piernas. Se las aseguran.  Porque se las pueden quebrar en cualquier momento… Y no por maldad. Sino por la cruda necesidad de entrar en la historia del deporte. Del deporte “profesional”.  Ese que prohíja barras…  Que se desarrolla ferozmente en esta etapa berreta del capitalismo. Ese que va del brazo con los políticos corruptos. No vale la joda de preguntar si quedaron de “los otros”. El homenaje a uno de ellos, Arturo Umberto Illia, pasó casi desapercibido.
   Volvamos a empezar…
   Repetirnos. En el Bicentenario de la Independencia Nacional, como en el Centenario de la Revolución de Mayo, no podíamos dejar de repetirnos. Y poner como  “primer invitado”, tal vez, a uno de los anacronismos políticos más notables. El Rey de España. El monarca más triste de una Europa triste. Aquél que lleva la corona que salvó un militar oxidado (al decir de Ismael Serrano), cuando la República Española trataba, con sus defectos y errores, de hacer avanzar a un pueblo que persistía en los dolores.
   Nuestro inefable presidente ha invitado especialmente al monarca español a las ceremonias de nuestro 9 de Julio. Alguien dice por ahí que a doscientos años ya no caben rencores.
   No es tan sencillo. Esa corona (y la cabeza en la que ciñe) representan un modo de plantarse frente a otros pueblos. Al mejor estilo ombliguista. Si no resulta factible la conquista armada, como hace cinco siglos largos, la impudicia de los negocios turbios de la mano de nuestros peores mandatarios. A la manera más clara de señalar “… y lo volveríamos a hacer…”.   Y al poco tierno “Por qué no te callas…!”, espetado al hablador fallecido, que, como en otros excesos verbales, no hacía sino exponer lo que sienten aun hoy millones de mujeres y hombres de nuestra América (no la del Norte, claro, esa tiene otra historia.). A quienes le sigue hirviendo en la sangre la sangría de la “leyenda negra española”, porque fue pie de varias otras que les siguen estropeando su futuro.
  

   Como a un lamentable personaje yanqui, cuando se aprestaba a visitarnos hace algo más de una decena de años, a este visitante me pregunto si  también debiéramos recibirlo con el “NO VENGAS.  NO SOS BIENVENIDO”.