Y de repente, el Hit del Verano

Antes de salir, eché una última mirada al samovar que luce, entre decorativo y quejumbroso cuando me traen la cuenta del gas en invierno, aún su esplendor de antaño tan propio de otras latitudes.

Me esperaba un café en las inmediaciones de la plaza San Martín, en este Morón que adopté como enésimo “pago chico”, pero decidí aprovechar para pasar por alguna panadería con el sencillo objetivo de adquirir algunos mignones con qué fortalecer la extensa jornada. Apenas rozaban las 7 de la mañana. Divisé abierta, como corresponde al ramo productivo antes mencionado a esas horas, una cercana al citado espacio público donde se erige el palacio municipal local.

Discreto y no menos solemne, ingresé haciendo gala de la estampa que me define desde la firma. Al interior, conversaban la dueña del local, un oficial panadero que cargaba bandejas con facturas humeantes, y un proveedor que se había acercado tempranito a reclamar alguna deuda impaga. La temática asomaba nítida, bien urbana y de coyuntura: “La situación económica”.

Picante y divertida, la dueña de casa le espetó al proveedor que el pago que le hacía “es todo lo que pude recaudar”, le advirtió que en breve “te voy a tener que comenzar a pagar con billetes de 2 y 5 (pesos), que son los únicos con los que me vienen a comprar ahora”, y rubricó su breve disertación con un lapidario “hace años que no veía una miseria tan tremenda acá en la zona comercial de Morón centro”.

El proveedor, silencioso, asentía sin meter bocado. El oficial panadero, en confianza, lo chicaneó: “vos lo votaste, hacéte cargo ahora”. El aludido negó débilmente la acusación, acaso carente de confianza en los argumentos que podría esgrimir. Sin margen de maniobra disponible, debió tolerar la embestida plagada de chanzas y risas: “Dale, espero que no los votés otra vez, ¡si nos estamos fundiendo todos por igual!”

Decidí intervenir, en parte azorado por la oportunidad y a la vez porque demoraban en atenderme y ya había en espera otro trabajador más, de mameluco él en tiempos de crisis. “Sólo les falta ponerse a cantar el hit del verano a ustedes!”. Le explicaron al proveedor de qué se trataba tal cuestión melódica, y para júbilo general,  se rió estentóreamente con lo cual, por vez primera en años, presencié el milagro en un comercio de Morón centro: La panadera, el oficial panadero, el proveedor, el obrero que aguardaba por sus medialunas y quien escribe, nos estrechamos simbólicamente a lo largo de unos 15 segundos de alegre e improvisado coro: “Mauricio Macri la puta que te parió”.

Y luego, convencidos de nuestro humilde acto de liberación y justicia poética, nos volvimos cada cual a sus cosas.

Pero, como bien diría mi abuelita rusa en clave metafórica: la mecha ya está encendida.