
05 May ¿Qué pasa con la economía popular?
Una de las características principales de esta crisis provocada por la pandemia del coronavirus es la enorme cantidad de problemas estructurales que ha visibilizado. Desde la educación, la conexión a internet, la problemática de la vivienda, la violencia de género, los aumentos de precios, hasta el que vamos a abordar en esta nota: Los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, un mundo inmenso de personas excluidas del mundo del trabajo formal, que se han organizado bajo lógicas de empleo autogestivas, cooperativas y solidarias, y que hoy, como hace ya varios años, vuelven a ponerle el pecho a la crisis.
Nacido en los 90, fortalecido a partir del 2001, este colectivo ha ido profundizando su organización en la medida en que cada vez más trabajadores quedaron excluidos del sistema del trabajo general, y el capitalismo viró hacia la cuestión financiera en desmedro de lo productivo. La “coronacrisis” pone esto último en cuestión. Pero otra vez, en una nueva crisis del capitalismo, son los movimientos sociales y populares los que salen al rescate de los más vulnerables.
Hoy se pone de manifiesto la capacidad de organización de este grupo de trabajadores organizados en la CTEP, y luego en la Unión de trabajadores de la economía popular (UTEP), el sindicato que surge a fines del 2019. Muchos trabajadores dedicados al rubro textil o de calzado comenzaron a producir barbijos para sus barrios, generando de esta manera no solo trabajo para sus emprendimientos, sino también aportando a la comunidad en la que viven. Este fue el caso de dos cooperativas agrupadas en la CTEP de Morón. Incluso la Confederación Nacional de Cooperativas de Trabajo (CNCT) firmó un convenio con el Ministerio de Salud bonaerense para abastecerlo de 200 mil barbijos quirúrgicos.
La economía popular en la actualidad
Para profundizar sobre las características de la economía popular, hablamos con Javier Di Matteo, docente en investigador por la Universidad de Luján quien manifestó que “hoy se da una conjunción de dos procesos: Unos es el de sindicalización y mejora inmediata (la lógica sindical representada en la CTEP) y el otro el de procesos de auto-organización y de construcción de economía alternativa”. Sobre el rol actual de la economía popular, señaló: “Las luchas más allá del salario complementario, y mejoras inmediatas, dan cuenta del potencial que la auto-organización del sector para dar respuesta a problemas sociales estructurales, como el tema de la provisión alimentos y la obra pública. Ahí aparece la economía popular para dar una respuesta no lucrativa, sino redistributiva a cosas que son indispensables, que podrían ser el reemplazo de este sistema económico por otro fundado con otra lógica”.
“Hoy aparece la posibilidad de que la economía popular te abastezca de alimentos a una gran parte de la población, si eso sucediera la economía podría ser otra. La economía popular podría ser un actor con un horizonte estratégico interesante”, profundizó Di Matteo.
Respecto al crecimiento de este sector, detalló que “se viene produciendo un crecimiento político-organizativo de la economía popular más que un crecimiento económico”. Sobre esto último es interesante detenerse ya que la expansión de la economía popular que inevitablemente se está dando por la crisis mundial actual es una expansión de tipo informal que reduce a las organizaciones sociales, cooperativas y movimientos populares a la tarea de contención y resolución de lo inmediato.
La necesidad de aislar a la población para evitar los contagios masivos vuelve a poner en cuestión las condiciones de vida en los barrios más humildes, como se vio en los últimos días con la situación de la Villa 31 en la capital federal, situación que es similar en una gran parte de las barriadas y villas de la Argentina. Frente a esto, el Estado parecería llegar tarde siempre, y aplicar soluciones paliativas.
El surgimiento de la economía popular como un sector con capacidad de organización debe traducirse en mejoras para la comunidad donde viven los trabajadoras y trabajadoras. Quizás llegó la hora de pensar un país más comunitario no solo en lo sanitario, sino también en la vida diaria de sus habitantes. La eficacia con la que debe actuar el Estado en los sectores más humildes debe estar atada al trabajo y militancia que existe de parte de los movimientos populares, para que estos dejen de actuar como “rescatistas de las crisis” y pasen a ser protagonistas de un cambio estructural.
El trabajo territorial
Por último, y para adentrarnos en la organización del día a día de los movimientos populares hablamos con Ester, militante de la organización social «La Juana», quien destacó que “de parte de la comunidad hay mucho ida y vuelta, mucha solidaridad, aunque también hubo enojo por ejemplo cuando fue la inscripción al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Hay mucha demanda, mucha necesidad”.
La cuestión del IFE es clave en el día a día de los movimientos sociales, ya que hubo una gran demanda de este programa, pero según nos relató Ester, “hay mucha gente que nunca recibió ningún tipo de ayuda social y es la que se vio más afectada”. Las demandas son muchas y de varias maneras, desde alimentos hasta la velocidad con la que se cobra el Ingreso Familiar de Emergencia.
Siguiendo con la idea de reforzar los lazos comunitarios, Ester nos contó: “Se acercó una señora que tiene un emprendimiento de pan, para cobrar el IFE y vino a colaborar con la comunidad. Ella era una feriante que vendía productos de pelo en un trueque y con eso se podía abastecer. De la noche a la mañana se encontró con nada y empezó a vender pan con chicharrón a 50 pesos para poder pagar el alquiler donde vive”