
07 Ago Problemas en el paraíso
La siguiente nota no pretende entrar en los cánones de lo políticamente correcto. Se analizará la expansión de derechos en materia de identidad de género (que celebramos y apoyamos) sin por eso aceptar acríticamente esta política. Si aquí alguien nota alguna critica a las políticas de identidad de género, o comprende sus puntos principales donde no se busca cercenar derechos sino preguntarse por qué hay derechos, y se pregunta a sí mismo por qué es que le molesta una crítica a este emblemático lugar de las luchas progresistas, habremos logrado nuestro objetivo: pensar.
La cultura, entendió Freud, se da como un síntoma de la sociedad, no una plenitud alcanzable de desarrollo humano. Es la cristalización del malestar humano. Es para el psicoanalista un lugar muy oscuro de nuestra existencia: todo aquello de la sociedad que es excluido, vuelve en la cultura, nada se escapa, pero no todo podemos mencionarlo. La cultura es un orden social anónimo que determina nuestras vidas sin siquiera verlo.
Este último punto nos lleva al título de la nota. La referencia al paraíso está basada en una película de Trouble in Paradise, del maestro Ernst Lubitsch. Allí nos encontramos con Gastón y Lily, una pareja de distintos estratos sociales que llevan adelante una vida delictiva llena de glamour y riesgos: ¿no es ésta la referencia perfecta de una persona que, al cambiar su DNI, cree llegar al paraíso pero no constituye más que un robo? ¿Por qué “robo”? Tenemos que tener en claro que ya hace décadas sabemos que la identidad no tiene una sustancia definida, que llegamos al mundo no como una hoja en blanco, sino como un significante vacío que sólo tomará sentido en el Otro, es decir, en la sociedad. Somos estudiantes porque hay profesores, porque hay facultad (o somos hijxs porque tenemos padres, etc). El robo se da en la X en este tipo de políticas, porque toda identidad es una X, afirmar lo contrario (como sucede en esta particular política del DNI LGTB+) es darle una sustancia como hacían los cristianos.
Debemos rechazar con total firmeza cualquier categoría de identidad, porque en esa X está el vacío que le permite constituirse. En pocas palabras, no existe algo así como una identidad definida para el psicoanálisis. ¿No es el sueño del capitalismo cultural cerrar la identidad y proponerla como un cierre y un avance del capitalismo? De nuevo, problemas en el “paraíso”.
Los problemas concretos que nos deja esta ideología son muy costosos. Primero, cristalizar el odio. No es muy difícil ver como hay una suerte de dialéctica entre quienes defienden a muerte estas políticas y quienes están en otra. La pregunta no es por el odio, sino cuál es la ganancia que se obtiene al odiar. Segundo, la exclusión de la economía de las principales luchas políticas. No es menor. Miremos el Gobierno de EEUU: Biden tiene a una persona transexual al frente de la subsecretaría de salud. Queremos ser claros de nuevo: tienen todo nuestro apoyo, pero también toda nuestra crítica. ¿A nadie le llama la atención la forma perfecta en la que se coordinan el capitalismo cultural y las políticas de género? ¿No son estos cambios para que, en definitiva, nada cambie? Lo que perdemos es la política misma como espacio de disputa de la economía política. Ni hablemos de la intervención política de Bill Gates o Soros en torno a un capitalismo con “rostro humano”: tal cosa no sólo que no existe, sino que pareciera que algunos colectivos de disidencias sexuales creen que sí existe en este capitalismo.
Muchos estudios relatan que el acceso al trabajo se da en su condición de estructura de clase y no de género. Pensar que una persona homosexual tiene peor acceso al trabajo que otro obrero que no lo es, es ideologizar la realidad, ningún estudio serio nos puede llevar a concluir eso. La misma cuestión es en torno a los problemas que plantea Marx, que en el capitalismo cultural perdió fuerza su teoría. Lo que perdemos de vista es la política como herramienta de transformación radical de la vida. ¿O se pide cupo obrero-explotado-etc.? Eso sí que no es compatible con el capitalismo. “¿Marx?, Lenin, por favor” nos evita este problema de la despolitización de la economía.
El tema da para mucho, pero queremos ser claros al afirmar nuestro apoyo a, no las políticas, sino a las personas de los colectivos de disidencias sexuales que sufren. No lo negamos, y sabemos de las consecuencias de un modelo económico. Simplemente ofrecemos nuestra mirada crítica, no queremos regalarle a los estrechos de mente este lugar.
No existe paraíso, no existe una identidad plena y cerrada. Toda identidad es una X.