
02 May Postales del aislamiento
Primera instantánea
En algunos países, como consecuencia directa del encierro forzoso de las personas en tiempos de coronavirus, algunos animales silvestres se animaron a volver a caminar por remotos dominios suyos; la “peste”, para ellos, es el ser humano. Y ante la ausencia aparente de éstos, no resulta tan extraño ver a familias de venados atravesando calles de poblados del norte italiano, monos por las urbes tailandesas…
-ratas en Morón…- acotó, de repente, una vecina. Acaso con marcada intención de romper mi breve idilio ecológico-romántico (que probablemente se desvanecerá ni bien se vuelva a una normalidad más o menos parecida a la que existía previamente al aislamiento por Covid-19).
-¿Se refiere a los roedores que corretean por las veredas del casco céntrico de Morón y ciudades aledañas, o a la otra clase de ratitas, ratones y demás alimañas que también conocemos? Respondí, entre vivaz y ladino.
-Lo dejo a su criterio. Acomódese el barbijo que le asoma parte de la nariz – cerró la doña, mientras fingía evocar a una famosa pensadora contemporánea.
Lo concreto es que, más allá de la visible presencia de unes y otres en el paisaje urbano que nos convoca, y exceptuando a irremediables irresponsables que violan la cuarentena a la vista de cualquiera que circule por las calles de la ya mencionada ciudad, en líneas generales podemos divisar una escena desteñida y semi vacía en buena parte de los centros comerciales del conurbano oeste.
La sangría: La foto que no deseamos ver, pero integra el álbum.
Como telón de fondo, vuelven a asomar, de momento tímidamente, carteles de “dueño alquila” en varios locales comerciales de Morón. A la terrible sangría de comercios y pymes fundidas durante el “período del terror” neoliberal que asoló ámbitos productivos y comerciales entre 2015 y 2019, ahora se le añade un tremebundo trompis de nocaut, causado por este inevitable y extendido período de cierre de pymes (y de casi todo lo demás) por los motivos de salud pública atendibles, que son de absoluto y público conocimiento.
La escena es tramposa y huele innegablemente a podrido. Como después de cada hito bisagra en la historia de la humanidad, los primeros tiempos posteriores a los mismos conllevan angustia, dolor y privaciones entre una amplia mayoría de la población que resiste al cimbronazo inicial. El drama se agudiza si tomamos en cuenta que millones de compatriotas, y miles de millones de ciudadanos del mundo, no podrán afrontar con todas sus fuerzas el final del camino presente, y los inicios de la – aún hoy, incierta aunque se presume sombría- próxima etapa.
Allí jugarán, una vez más, las ratas; aquellas que merodean a la búsqueda de sobras y desperdicios de un sistema en franco declive, y las otras, que buscan sacar pequeñas ventajas – o al menos selfies a bajo precio- en medio de tamaño dolor “normalizado” y poco menos que lapidario.
Particularmente, nuestro territorio precisará volver a establecer un “milagro argentino” pero en pésimas condiciones de base. Para que la escena desoladora de calles vacías y locales desocupados en lento aumento, no se vuelvan moneda corriente para usufructo de las plagas urbanas que ya todos conocemos y nunca terminamos de padecer.