Por la Tierra…

Al iniciarse el mes de agosto (aunque puede postergarse por razones, principalmente, climáticas), las comunidades originarias, acompañadas por quienes las van reconociendo y comprendiendo, rinden homenaje a la Madre Tierra.

A la Pachamama, más precisamente. A la Tierra Madre, podríamos decir también.

Ese modo de plantarse ante el mundo, viene a enfrentar definidamente a un programa que se ha impuesto en todo el planeta (o en casi todo, a lo sumo). Y que se puede expresar como “el modelo capitalista”. Pero que también se toca, se codea con las formas individualistas e imperialistas, para verlo desde otras perspectivas.

Reunirse para compartir, comer y beber junt@s, pero luego de ofrecer lo mejor a esa tierra sobre la cual nos apoyamos, y eso incluso deviene en reconocerle que nos alimenta y nos protege. Y no la vemos como un objeto, como un recurso, sino como una madre generosa. De la que no somos dueños. Y de la que no extraemos riquezas, sino lo imprescindible para el bien vivir de todos.

Y no nos servimos de ella. Sino que la respetamos y cuidamos.

El hacerlo significa también anteponer el bienestar de la comunidad a los intereses individuales. Y el respeto a la diversidad antes que la imposición del poder del dinero y de las armas.

La Pachamama no es sino el símbolo de una cosmovisión que, en el continente americano, fue atacada y casi borrada de la memoria de sus pueblos, por grupos de individuos impulsados por las peores motivaciones. En los primeros tiempos de la Edad Moderna. Como si “esa modernidad” las pudiese ocultar…

Aunque se las haya encubierto con el relato de las ideas de la fe y  “la cultura superior”.

No sería distinto en otras latitudes y otros hemisferios. Antes en África, con “el negocio” de la esclavitud. Y luego en Asia y Oceanía, buscando siempre la ventaja de usurpar bienes e imponer decisiones, inclusive durante el siglo XX.

El respeto por nuestra Pachamama implica también cambiar la mirada sobre nuestras relaciones interpersonales, así como con los demás organismos y el mismo planeta.

Que como diría Rubén Darío en “Los motivos del lobo”, no es sino considerar, incluso a los demás seres y astros… como hermanos.

Edmundo Mario Zanini
eduardo.zanini@huellas-suburbanas.info