Peronismo para vencer al neoliberalismo

Dos acepciones surgen en el uso común cuando se menciona al neoliberalismo. Como menciona el autor Diego Sztulwark, por un lado está la vertiente que invoca al término en su espesor sobre la dinámica de relaciones dentro del sistema capitalista, explotando aún más la valorización y acumulación del capital como orden supremo del vivir. Es ni más ni menos que la versión más feroz del capitalismo que se ha vuelto hegemónica desde finales de la década del ’70, la cual construye subjetividades generando tanto macro como micropolíticas que convalidan un único modo de vida, subyugado a las leyes del mercado, bajo una revolución tecnológica comunicacional que aporta una nueva dinámica desde las redes sociales, junto a la big data que ha trocado a la ciudadanía por “sujetos mercantilizados”.

Por otra parte, el término también se hace presente para enmarcar a diferentes actores o partidos políticos -como es el caso de Juntos por el Cambio en Argentina-, que proponen como proyecto social, político y económico, una mirada empresarial para todo ámbito de la vida, con la presencia de un Estado ya no ausente, sino activo en pos de medidas que desregularicen las restricciones al mercado para favorecer los intereses económicos de los grandes grupos de poder.

La utilización de estos dos conceptos encuentra una unidad insoslayable en la corporalidad de los sujetos. Este modelo apunta a una clase de individuos que aparece creído de una idea de libertad que no es más que la totalización del mercado sobrevolando en cada respiro. Es el sujeto del rendimiento, como ha expuesto el filósofo Byung-Chul Han, que no tiene relaciones libres sin una finalidad. Es un ser empresarial que compite contra los otros, buscando una realización individual, mientras que no aumenta su capacidad de libertad, sino la acumulación del capital. Es la pisada de una persona sobre otra, escalando a través de un sentido del mérito que solo es válido cuando no hay análisis de las condiciones socio-económicas previas que tienen las personas, evitando nombrar las herencias recibidas, produciendo una narrativa que oculta las dificultades y la exclusión que tienen las clases sociales desfavorecidas, marginadas por el engranaje del capitalismo neoliberal.

Imborrables recuerdos para miles de niñxs que accedieron a sus primeros juguetes durante los primeros gobiernos justicialistas

Este modo de vida es presentado por el neoliberalismo como el único posible. El camino de realización no es social sino individual. Todo aquello que se encuentren por fuera es marcado como anómalo, como un síntoma. Al respecto, Diego Sztulwark menciona que “el neoliberalismo es inseparable de un tratamiento del síntoma”, porque este se presenta como una “amenaza potencial no controlada”. La exclusión a lo diferente, el racismo, la xenofobia, y la degradación del sistema democrático que llevan adelante estos nuevos neofascismos, no son entonces una suerte de revitalización de aquella vieja época, sino un producto inherente al modelo paranoico del neoliberalismo.Pensado desde la primera acepción del término, hay una construcción de micropolíticas que se instalan en el campo para sostenerse tengan o no los partidos neoliberales el control del Estado. De ahí radica la mayor dificultad para los gobiernos populistas que se atreven a discutir al modo de vida del individuo del capital.

El peronismo como otra forma de vida

La coyuntura política actual, bajo una polarización que se incrementa -con el auspicio de los medios de comunicación monopólicos, que pregonan un vaciamiento de la política a través de su banalización y una exageración en los disensos para convertirlos en una farandulización mediática- puede encontrar respuestas ante esta situación incendiaria que intenta instalar el sistema neoliberal. Esa receta tiene nombre propio comouna forma de vida distinta al modo propuesto por las élites mundiales: peronismo.

El movimiento justicialista creado por Perón tiene consigo una base social, política y económica que se consagra a través de un pilar filosófico que discute la valorización del capital y su lugar en las relaciones sociales en las instancias de micropolíticas. Para Perón, “la crisis de nuestro tiempo es materialista”.Desde esta concepción, el pilar del bienestar no puede realizarse sino es en la realización de una comunidad organizada. No hay una opresión o suspensión del individuo en esta comunidad que tiene como objetivo la armonía, sino que el individuo “tenga algo que ofrecer al bien general, algo que integrar y no solo su presencia muda y temerosa” (Perón). Es bajo esta armonía donde se consagra definitivamente un colectivismo que realiza al individuo en su totalidad, ya no bajo una libertad del individuo empresarial que compite por vencer a otros, sino una libertad que viene “determinada su incondición por la suma de libertades y por el estado ético y moral”.

El peronismo comprendido en su totalidad contiene una doctrina que puede debatir de igual a igual con la pedagogía de la crueldad que engrana el sistema neoliberal como propuesta suprema del capital. El retorno a la comunidad organizada planteada por Perón, es imprescindible para una lectura del momento actual, para afrontar los desafíos bajo una alternativa que se proyecta sobre el sentido común, debatiendo cuál es el sujeto político: el pueblo organizado, desde una tercera posición, que no es el sujeto egoísta empresarial del neoliberalismo, ni el sujeto colectivo atomizado del comunismo.

La justicia social, la soberanía política y la independencia económica, son las banderas que motorizan a los sujetos de esta comunidad organizada e “incumbe a la política ganar derechos, ganar justicia y elevar los niveles de la existencia”. La Comunidad Organizada es la respuesta plausible para vencer a un sistema neoliberal excluyente y desigual.

Colaboradores diversos Huellas Suburbanas
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