¿Periodismo para todos? (tercera parte) (*)

Crónica histórica y periodística de los medios argentinos

En la primera parte abordamos el nacimiento del periodismo en nuestro país como una herramienta de lucha política que mayoritariamente funcionó desde los albores de nuestra independencia hasta mediados de la década del 70 del siglo XIX.

Luego nos adentramos en una segunda etapa, que abarcó casi 100 años donde se constituyeron las empresas periodísticas al ritmo del desarrollo nacional.

En esta segunda etapa tenemos la aparición de los diarios como empresas culturales y la profesionalización de los periodistas como trabajadores.

La tendencia a un supuesto objetivismo como ideología profesional no debe hacer pensar en la falta de compromisos editoriales firmes de grandes medios con decisiones políticas o económicas de la época.

Esta segunda etapa del desarrollo mediático argentino está marcada por la aparición de los medios audiovisuales; a partir de 1920 la radio es un motor informativo y el cine incorpora noticieros, sumándose a la circulación de noticias.

Los medios oficiales fueron en general voceros de los gobiernos y tercerizaban la programación, no existiendo el criterio de medio público autónomo de los gobiernos.

Durante el gobierno peronista se había logrado cooptar casi todas las estaciones de radio, que habían juzgado muy críticamente la candidatura presidencial de Perón, y los medios que le seguían siendo hostiles fueron combatidos desde el gobierno, como ocurriera con la expropiación del diario La Prensa.

El Golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955, urdido como proyecto de restauración de un país “pre-peronista”, desactivó los efectos de la Ley de comunicación (aprobada por el gobierno democrático) y las adjudicaciones realizadas por el gobierno constitucional derrocado.

La llamada Revolución Libertadora decretó una nueva ley de radiodifusión, la 15460 en 1957, que prohibía el funcionamiento en red para evitar la concentración de grandes actores y controlar de esta manera el sistema de medios (que por la escasa presencia de la televisión se trataba fundamentalmente el masivo sistema de radios). La nueva ley de medios continuaba con la tradición de dependencia orgánica, funcional y política de la aplicación de la ley del Poder Ejecutivo, e impedía la presencia de capitales extranjeros en la titularidad de las emisoras.

 Aparece la televisión

 Las nuevas licencias televisivas a crearse a partir de 1958 en un proceso digitado por la dictadura fueron capitales privados de sectores conservadores, que organizaron una estructura de abastecimiento de su programación a través de las entonces tres grandes cadenas de broadcasting de EEUU: la ABC (asociada con Canal 11); la NBC (con Canal 9) y la CBS (con canal 13).

A mediados de la década del sesenta el predominio de las productoras ligadas a las cadenas de tv estadounidense comienza a revertirse por la retirada de los capitales extranjeros de la televisión en el país.

Los años sesenta y primera parte de los 70 traen un proceso de crecimiento cultural y político de la población, generalizado para toda América Latina, pero en el caso argentino va asociado con un poder de consumo superior, lo que hace crecer el mercado cultural.

Los dueños de canales de televisión y de medios en general eran empresarios nacionales que buscan insertarse en el mercado desde criterios propios con estéticas variadas.

 La tercera etapa: Crisis del modelo de autonomía relativa, concentración y extranjerización

En las dos primeras etapas que analizamos la escuela y la educación en general son los motores de la formación y los medios de comunicación masiva acompañan esta formación.

En esta etapa que vamos a  tratar, los medios ganan la delantera y ya no es la escuela la que fija la concepción del mundo y los valores morales.

Aparece una “mediatización” de la formación personal que estará teñida de los intereses económicos y políticos de los propietarios de los medios.

A comienzos de la década del 70, y “a diferencia de la actualidad, existían una veintena de revistas que superaban la tirada de cincuenta mil ejemplares.

Época de gran politización y clases medias con poder adquisitivo y hábitos de lectura, donde en cada casa se leía el diario y una o dos revistas semanales.

La censura explícita vuelve a intervenir en los medios de comunicación masiva después de una apertura que comenzó antes de las elecciones de 1973 y que se ensanchó durante la breve presidencia de Héctor Cámpora (que duró desde el 25/5/1973 hasta el 13/7/1973).

La combinación entre represión en el plano político, cultural e intelectual por un lado, y la retracción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, que constituyen el mercado de las audiencias de las industrias culturales por el otro lado, reestructuraron radicalmente el sistema de medios y de actividades colindantes vigente hasta ese momento.

El Golpe de Estado de 1976 precisó de la represión directa y la generación del terror como estrategia de disciplinamiento social, fue así que además de la feroz censura, entre los desaparecidos y asesinados se contó a una enorme cantidad de periodistas y trabajadores de prensa.

La retracción del consumo editorial (libros, diarios y revistas periódicas) fue “compensado” con el aumento del consumo de radio y televisión. Entre 1970 y 1980, dejaron de editarse más de 250 diarios, con la consecuente pérdida de la diversidad.

El desplazamiento del consumo de información y entretenimientos masivos de la gráfica al audiovisual facilitó el control de los mensajes, al estar los medios audiovisuales gestionados por un Estado tomado por asalto por las fuerzas militares, que se repartieron la administración de los canales capitalinos entre Ejército, Armada y Aeronáutica (reservándole el Canal 7 al Poder Ejecutivo).

La seguimos en la próxima edición de Huellas Suburbanas.

 

 

(*) La presente nota está basada en la publicación:  “Las noticias van al mercado: etapas de intermediación de lo público en la historia de los medios de la Argentina

Por Martín Becerra (Universidad Nacional de Quilmes – Conicet)

 

Gabriel Sarfati
gabriel.sarfati@huellas-suburbanas.info