¿Periodismo para todos? (primera parte) *1

Crónica histórica y periodística de los medios argentinos

La historia de los  medios de comunicación se puede organizar en tres grandes etapas de evolución, la primera  de comunicación «partidista» abarca desde las vísperas de la Revolución de Mayo hasta la creación de los diarios La Prensa, La Nación y La Capital, sesenta años después; la segunda etapa ocupa el siglo que se extiende entre la organización nacional de los años ochenta en el siglo XIX hasta el mediados de ladécada del setenta del siglo XX, es decir, desde la emergencia del periodismo profesional hasta el inicio de una nueva etapa multimedial, convergente, financierizada y de alta penetración de capital externo, vigente hasta hoy.

Al comparar sistemas de medios de comunicación en distintos países, se puede reconocer la tradición del servicio público audiovisual en Europa Occidental, la del sistema comercial con fuerte regulación y existencia de medios públicos en Estados Unidos, la de los medios estatales en régimen de monopolio en los países de Europa Oriental hasta la década del noventa del siglo XX, y un híbrido que asume el modelo estadounidense pero que no es una copia fiel: un sistema totalmente comercial, con escasa regulación estatal y casi sin presencia de medios auténticamente públicos, pero con jefatura política tanto dentro como fuera del sistema de medios, que es el que predomina en América Latina.

En 1895, cuando tenía 4 millones de habitantes, se editaban en la Argentina 345 periódicos en diferentes idiomas. En 2008, con cerca de 40 millones de habitantes, circulan diariamente casi 2 millones de ejemplares de los 182 periódicos existentes (Año 2009).

En 1930 el diario más leído por los sectores populares, “Crítica” de Natalio Botana, registraba un tiraje de 350.000 ejemplares, cifra hoy sólo alcanzada –y no todos los días- por el matutino Clarín.

La retracción del mercado de la prensa diaria argentina también se advierte al destacar que de tres ediciones diarias, actualmente sobreviven las ediciones matutinas.

Sin embargo, la citada retracción del mercado editorial, que impactó sobre diarios, revistas y libros, comenzó en el país hace 40 años, período en que se masificó el acceso a noticias y entretenimientos a través de otros canales que operaron –con prácticas bien diferentes a las de la industria editorial- como reemplazo en algunos sectores sociales o como complemento en otros. Tales los casos de la televisión abierta (hasta fines de los ochenta), de la televisión por cable (desde 1990) y últimamente, a través de la extensión de las conexiones a banda ancha de Internet.

Una historia de los medios en la Argentina podría restringir su perspectiva al examen de los saltos tecnológicos y a las condiciones que motivaron el surgimiento de la prensa en 1801, de las primeras proyecciones cinematográficas antes de 1900, del nacimiento de la radio (amplitud modulada) en 1920, de la televisión abierta en blanco y negro en 1951, de la televisión en color en 1980, de la frecuencia modulada en radio a partir de 1980, de la televisión por cable –en tanto mercado masivo- a partir de la década del ochenta del siglo XX, y de Internet a partir del último lustro del siglo pasado. Ninguno de los “nuevos” medios sustituyó completamente a los anteriores, aunque cada salto tecnológico reubicó el espacio de realización social de los medios precedentes.

Más allá de los saltos tecnológicos, existe una dimensión social y política que es importante analizar para entender a qué nos enfrentamos en la actualidad.

Desde 1801 a 1870 hablamos de periodismo partidista porque cada “partido político”[2] va a tener su órgano de difusión, así surgirán diversos medios hasta que con la ruptura con la corona aparecerá la gaceta de Buenos Aires de Mariano Moreno, órgano de la Revolución de Mayo.

El período de disputas internas por la organización y por la constitución del país independiente, incluidas las guerras civiles, estuvo atravesado por el funcionamiento de periódicos partidistas, de estilo fuertemente efusivo y argumentativo, protagonizado por los sucesivos gobiernos al frente de las provincias (fundamentalmente, en la región central del país) y por sus opositores más ilustrados.

La subordinación de los periódicos a la política y a las disputas por la organización del espacio de una Argentina independiente fue un signo de la etapa hasta el período de la organización nacional de la década del 80.

Los diarios eran dirigidos a nichos específicos de lectores, en una sociedad en la que el analfabetismo era mayoritario y en la que el espacio público se hallaba en una fase de conflictivo desarrollo.

La censura explícita fue aplicada intermitentemente por varios gobiernos desde los años veinte del siglo XIX, con el objeto de restringir ataques a la autoridad o a la religión, así como a los discursos considerados libertinos (La moral impuesta por la religión católica era un dogma indiscutible).

Una de las figuras emblemáticas del cambio de etapa, desde la prensa partidista hacia un mercado profesionalizado con el dogma de la objetividad, fue Bartolomé Mitre. Cuando Mitre, luego de concluir su mandato como presidente (1862-1868), decide fundar La Nación en 1870, lo hace con la convicción de que sólo un diario le permitiría continuar interpelando a la sociedad política y a la incipiente sociedad civil, a pesar de los compromisos económicos que suponía semejante inversión (y que Mitre explícitamente reconoce como condicionante). La fundación de La Nación, como símbolo de época, reviste una importancia fundamentalmente política y cultural. La Nación contenía un proyecto renovador en ese momento histórico, como lo corroboran las firmas de importantes colaboradores que transgredían el canon político y estético de la época.

En este sentido, resulta sobresaliente la contemporaneidad entre el cambio de paradigma de las políticas educativas en la Argentina de los ochenta en el Siglo XIX y la modificación del rol de la prensa en la misma época.

La comparación entre la escuela y los medios como dispositivos de asimilación de diferencias y de circulación masiva de concepciones del mundo que pugnan por ser aceptadas (sentido común según Gramsci) y difundidas en la sociedad, es validada por la complementaria función de ambas instituciones desde 1880.

[1]La presente nota está basada en la publicación:  “Las noticias van al mercado: etapas de intermediación de lo público en la historia de los medios de la Argentina
Por Martín Becerra (Universidad Nacional de Quilmes – Conicet)
[2] La expresión partido político está dirigida al concepto de grupo de acción político y no al concepto actual de Partido Político del sistema democrático.
Gabriel Sarfati
gabriel.sarfati@huellas-suburbanas.info