¿Periodismo para todos? (cuarta parte) (1)

Crónica histórica y periodística de los medios argentinos

 En la primera parte abordamos el nacimiento del periodismo en nuestro país como una herramienta de lucha política, que mayoritariamente funcionó desde los albores de nuestra independencia hasta mediados de la década del 70 del siglo XIX.

Luego nos adentramos en una segunda etapa, que abarcó casi 100 años donde se constituyen las empresas periodísticas al ritmo del desarrollo nacional.

En esta segunda etapa tenemos la aparición de los diarios como empresas culturales y la profesionalización de los periodistas como trabajadores.

El progreso técnico y desarrollo económico incorporarán al mundo de la comunicación, primero las radios y luego los canales de televisión. Estos medios se constituyen de la misma manera que los diarios y revistas como industrias culturales, con empresarios nacionales con intereses políticos y económicos diversos, y jugando un rol secundario en cuanto a su importancia económica. Las más grandes no pasan del puesto 50 en el ranking económico empresario.

La tercera etapa: Crisis del modelo de autonomía relativa, concentración y extranjerización

 En las dos primeras etapas que analizamos, la escuela y la educación en general son los motores de la formación y los medios de comunicación masiva acompañan esta formación.

En esta etapa que vamos a  tratar, los medios ganan la delantera y ya no es la escuela la que fija la concepción del mundo y los valores morales.

La censura explícita vuelve a intervenir en los medios de comunicación masiva después de una apertura que comenzó antes de las elecciones de 1973 y que se ensanchó durante la breve presidencia de Héctor Cámpora.

La combinación entre represión en el plano político, cultural e intelectual por un lado, y la retracción de la capacidad adquisitiva de los trabajadores, reestructuraron radicalmente el sistema de medios y de actividades colindantes vigente hasta ese momento.

La retracción del consumo editorial (libros, diarios y revistas periódicas) fue paulatinamente compensado por el aumento del consumo de radio y televisión, dos medios de acceso gratuito. Entre 1970 y 1980, dejaron de editarse más de 250 diarios.

El desplazamiento del consumo de información y entretenimientos masivos de la gráfica al audiovisual, facilitó el control de los mensajes, al estar los medios audiovisuales gestionados por un Estado tomado por asalto por las fuerzas militares.

Los principales periódicos que habían estimulado la atmósfera social pro Golpe de Estado, fueron recompensados a partir de 1976 por el gobierno militar con las acciones de la única fábrica de papel de diarios del país. El gobierno de Videla forzó a los deudos de su accionista David Graiver (muerto en un confuso accidente aéreo) para que traspasaran la sociedad a manos de un consorcio formado por los diarios Clarín, La Prensa, La Nación y el propio Estado Nacional.

En los primeros años de la Dictadura, los principales medios privados no se distinguían de los mensajes oficialistas propalados por radio y televisión.

Festejando el primer aniversario del Golpe de Estado, el editorial de La Nación intitulaba “Una paz que merece ser vivida” y realizaba una apología del discurso del dictador Jorge Videla.

La teoría de los dos demonios sustentada por el gobierno democrático de Raúl Alfonsín, que concebía una sociedad atrapada por dos fuerzas en pugna, se trasladó muchas veces al análisis de los medios. Donde la sociedad era “engañada” por medios censurados y controlados por la dictadura.

Hoy, al igual que los juicios y la acción del movimiento de DDHH demostraron la falsedad de la teoría de los dos demonios, se puede decir que la dictadura tuvo su política cultural y la de su clase que la sustentó, tuvo sus jóvenes y sus músicos, tuvo su teatro y tuvo a sus miembros del espectáculo, no se privó de sus intelectuales y de sus periodistas.

Hacia el fin de la Dictadura comenzó a generalizarse el uso de la frecuencia modulada en radio, que sería a partir de los 80 el refugio de nuevas estéticas y narrativas, fuertemente juveniles; así aparecieron en cantidad pequeñas radios locales que fueron de alguna manera el lugar de resistencia a la concentración mediática. Se estructuró el mercado de la prensa escrita mediante el affaire Papel Prensa; y se decretó la tercera Ley de Radiodifusión, nº22285, en 1980. Calificada como centralista, autoritaria y discriminatoria, este decreto ley impedía el acceso de los ciudadanos y organizaciones sin fines de lucro a la titularidad de las licencias audiovisuales, se enmarcaba en la Doctrina de la Seguridad Nacional, establecía un órgano de control (el COMFER) integrado por las Fuerzas Armadas y estipulaba que el servicio oficial de radiodifusión dependiera del Poder Ejecutivo.

1983 Vuelve la democracia

Desde la recuperación del sistema constitucional en diciembre de 1983, tras el colapso de la Dictadura, cuatro procesos caracterizan al sistema de medios de comunicación: primero, el destierro de la censura directa; segundo, la concentración de la propiedad de las empresas en pocos pero grandes grupos; tercero, la convergencia tecnológica (audiovisual, informática y telecomunicaciones); y por último, la centralización geográfica de la producción de contenidos.

Estos procesos se conjugaron para transformar el sistema de medios y para imprimirle monotonía en su adscripción al lucro como lógica de programación y al exitismo como norma. Esa transformación fue moldeada por reglas de juego originalmente definidas por la ley de facto de la dictadura y empeoradas por casi todos gobiernos constitucionales posteriores. (Continuara)

 

[1] La presente nota está basada en la publicación:  “Las noticias van al mercado: etapas de intermediación de lo público en la historia de los medios de la Argentina

Por Martín Becerra (Universidad Nacional de Quilmes – Conicet)

Gabriel Sarfati
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