
05 Mar Otra vez…
Fines de febrero – Inicios de marzo
Pensando en el título de estas reflexiones, descubrí –sin asombros- que no había sido original. En 2019, titulé un artículo similar, del mismo modo.
Sin embargo, han cambiado sustancialmente muchas condiciones. Y la idea, entonces, es analizarlas.
Cuando hace un año se desarrollaban las paritarias docentes, que por diversos motivos determinan las reglas de juego en materia salarial de los trabajadores estatales, había un contexto muy diferente. En principio, los gobiernos nacional y bonaerense de ese momento (Mauricio Macri / M. Eugenia Vidal) iniciaban un año complejo, tanto en materia política cuanto económica, pero estaban lejos de suponer que se les escaparía el control de su imprescindible reelección. Por lo cual plantearon una estrategia similar a la de sus dos años anteriores: no a la paritaria nacional (incumpliendo leyes y acuerdos importantes) y un “diálogo cerrado” con una dirigencia sindical que se había fortalecido en sus antípodas.
Tal vez sea ésta la primera gran diferencia, a sólo un año calendario. Las relaciones entre las conducciones gremiales nacional y de la mayoría de las jurisdicciones educativas es de “amplia coincidencia”. Al punto que, en la provincia de Buenos Aires al menos, la disposición al acuerdo es previa a cualquier conversación. Y a nivel nacional, el modo de moverse por parte del Presidente de la Nación a través de su Ministro Nicolás Trotta, recuperando la vigencia de la paritaria nacional y fijándole una amplia agenda, preanuncia la intención de cerrar un acuerdo rápido y completo.
Sin embargo -y aquí aparece otra diferencia importante-, mientras el gobierno saliente venía funcionando “con soltura”, en función de su definida determinación de sostenerse mediante toma de deudas a cualquier costo, la situación de Alberto Fernández evidencia la imposibilidad de contar con dinero fresco con el cual darle respiro a los trabajadores, sumergidos desde hace años -pero últimamente de modo acelerado- en una profunda depreciación salarial.
Es cierto que ahora, las paritarias atienden requerimientos de los sindicalistas que hacen a las necesidades de las comunidades educativas en su conjunto, pero también en esta materia no hay dinero suficiente –ni una organización aceitada que lo supla- para mejorar los establecimientos y asegurar mejoras sustanciales en materia de sostenimiento de los comedores escolares.
Aclaro aquello de “organización aceitada” que sostenga lo que la economía no puede hacer. Como cualquier coalición socialdemócrata o semejante -único instrumento político que podía (y finalmente logró) derrotar electoralmente al macrismo-, este gobierno no tiene previsto ejecutar políticas que fortalezcan a las organizaciones populares genuinas, en detrimento de los eternos “dueños del poder económico”.
Así se ha evidenciado en la provincia de Buenos Aires, donde el gobernador Kicillof ha debido debilitar aún más las exhaustas arcas provinciales sin aplicar un duro golpe a esos terratenientes y “empresarios” superpoderosos, capaces de controlar las decisiones de su parlamento.
Esto hace pensar que en este proceso paritario hay cosas que se pueden esperar y otras que no.
Las que sí:
- Inicio de las clases en la inmensa mayoría de las jurisdicciones educativas
- Relativa resistencia de los grupos sindicales opositores, en buena parte de ellas
- “Aumento salarial” muy escaso, que no resuelve la fuerte distancia con la elevada canasta familiar real. Y consistente en sumas fijas, sin respetar los estatutos docentes o legislación equivalente.
- Nuevos parches en materia de infraestructura escolar, sin resolver los crónicos problemas edilicios, salvo los más graves -que van a ser atendidos para evitar nuevos dramas escolares-
- Diálogo fluido entre autoridades y trabajadores de la educación, mientras no se remarquen las diferencias entre los roles y los distantes objetivos y necesidades.
Pareciera que entre las cuestiones que seguirán avanzando en el sentido menos favorable para los trabajadores estatales, estará el sostenimiento del IPS y el respeto a la estabilidad laboral.
Creo que el haber participado en la asamblea de mi sindicato, el último jueves del pasado mes de febrero, me permitió comprender un poco la extrema complejidad de estas diversas responsabilidades: la de las autoridades -que aunque quieran no pueden…- y de los propiamente afectados -los trabajadores, que necesitan, pero deben ser prudentes-. Y una frase en boca de un docente oficialista me dio nuevos elementos. Dirigiéndose al escaso grupo de opositores -muy ligados a los partidos de extrema izquierda-, les reclamó: “Representado apenas un par de puntos porcentuales, no pueden pedir que se enfrente a un 40% de votantes en las últimas elecciones que respaldan las políticas de ajuste, desde este gobierno popular”.
A pesar de esta mirada pesimista, hago votos en estas mismas líneas, para un buen término de las negociaciones en todo el país, esencialmente en función de que sería improbable que se avanzase en el sentido de las condiciones imprescindibles para un gobierno popular, que transforme profundamente una realidad injusta en la cual lo que mejor crece es la violencia y el programa de los especuladores. Y como siempre sostienen las autoridades, “los niños deben estar en las escuelas”.
De cualquier modo, es necesario que nos preguntemos –tod@s- “que estén en las escuelas”, cómo y para qué…